El último artefacto socialista

Por Angelo Nero

La literatura croata y, por extensión, el fértil campo de las letras balcánicas, es bastante desconocido en nuestro país, salvo algunas excepciones, entre las que están el premio nobel albanés, Ismail Kadaré, el bosnio Ivo Andrić, o más recientemente, Slavenka Drakulić, una de las grandes autoras croatas, o el serbio Dragan Velikic. Hay un montón de autores originarios de los Balcanes que pequeñas editoriales, como Acantilado, Minúscula, o Libros del Asteroide, han publicado en español, pero son muchos los autores que todavía no han llegado aquí, como Robert Perišić, aunque sí al público anglosajón. Su novela “Naš čovjek na terenu” (Nuestro hombre en Irak) fue un auténtico superventas en Croacia, y tuvo una buena acogida por la crítica estadounidense, recibiendo elogios de afamados novelistas como Johnathan Franzen. Su segunda novela “No-Signal Area”, tuvo también mucho éxito, tanto en su edición croata como en su edición inglesa, y terminó por consagrar a Perišić, que también es autor teatral y poeta.

“No-Signal Area” es un brutal retrato de la Croacia de post-guerra, alejada de las postales de Dubrovnik, Split, Zagreb o los lagos de Plitvice, esa Croacia que, quince años después de la guerra que surgió de la implosión de Yugoslavia –el periodo en el que se sitúa la novela-, todavía mostraba las heridas abiertas de la destrucción de un sistema que, pese a sus detractores, parecía funcionar, y de los efectos de un conflicto que durante casi cinco años, agotó los recursos de la joven república. En la trama no se desvela el nombre de la ciudad, podría ser cualquiera del interior de Croacia, a la que llegan Oleg y Nikola, con la intención de volver a abrir una fábrica de turbinas que fue cerrada con la llegada del capitalismo. Hace quince años que no sale una turbina de la factoría, pero un misterioso personaje, Hassan, los contrata para que la pongan en marcha, para fabricar una sola turbina, que un dictador africano necesita para hacer funcionar una planta de energía, con la obsoleta tecnología de los ochenta, “el último artefacto socialista”.

Sólo un año después de la publicación de la novela de Robert Perišić, esta fue adaptada por el director Dalibor Matanic –que en 2015 recibió el premio especial del jurado en Cannes por “Zvizdan”, y en 2020 dirigió la inquietante distopía “Zora”- en una miniserie de dos capítulos titulada “Podrucje bez signala” (o “The Last Socialist Artefact”, como ha llegado a las plataformas digitales). Gracias a esto podemos disfrutar de este desolador fresco de la sociedad croata más desfavorecida, la que sufrió en sus carnes no solo la guerra, si no el desmantelamiento de un sistema económico que, en su afán privatizador, cerró miles de empresas en todo el país, y abocó a cientos de miles de trabajadores al paro.

En la serie de Dalibor Matanic se ven las profundas fracturas causadas por el desempleo, con personajes sin futuro y sin presente, abocados al alcoholismo, donde la administración apenas funciona, deambulando como zombis por  las calles agrietadas se llenan de maleza, entre edificios de la época comunista que muestran el abandono en sus fachadas. Olex, un excontrabandista de armas, encarga al “emprendedor” que quiere poner en marcha la fábrica, haciendo de intermediario entre los que necesitan que se construya turbina, los que realmente financian el proyecto, y las autoridades locales y los trabajadores, un oportunista con algún escrúpulo, pero que no duda en ilusionar a todo el pueblo con la reactivación de la vieja factoría. Consigue convencer a un antiguo ingeniero, Subotka, y sacarlo de su decadente existencia, abandonado por su familia y entregado a la bebida, para poner en marcha el proyecto, poniéndolo realmente al frente de una cuadrilla de trabajadores que se comportan como si tuvieran el trabajo garantizado. Nikola, el primo de Oleg, el verdadero anti-héroe de esta historia, se queda en el pueblo, como director de la fábrica, sin tener realmente claro lo que tiene que hacer para ponerla en marcha, ya que ni tan siquiera tienen garantizado el suministro de fluido eléctrico.

Nikola deambula por el pueblo, tan desamparado y melancólico que pronto se le acercarán un puñado de personajes con ganas de adoptarlo, como la directora del museo local o el antiguo director de la fábrica, cada uno por sus propios motivos. Bebe con sus trabajadores en el Blue Lagoon, y poco a poco va implicándose en el sueño de la puesta en marcha de la factoría de turbinas, en la recuperación del pueblo y de su propia vida.

“The Last Socialist Artefact” se llevó el premio del Panorama Internacional en el Festival Series Mania 2021, celebrado en Lille, Francia.

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