«Algunos de estos dinosaurios van desnudos enseñando las escamas y otros que se han puesto un traje y disimulan maravillosamente su condición de reptiles».
Iria Bouzas
Cada vez que escucho o leo a alguien quejándose por un cambio en la sociedad se me viene inmediatamente a la cabeza la imagen de un dinosaurio gigante cayendo al suelo desplomado rodeado de varios meteoríticos todavía humeantes que han dejado unos enormes socavones en el suelo junto a él.
Los dinosaurios se extinguieron porque no tenían conciencia de que eran dinosaurios así que estaban condenados a desaparecer en cuanto, por las circunstancias que fuese, se modificase el entorno en el que vivían.
Los seres humanos somos mucho más pequeñitos que la mayoría de los dinosaurios, pero, aun así, a veces hacemos mucho más ruido al caer que lo hacían aquellos animales gigantes.
A lo largo de la Historia han caído civilizaciones enteras, se han desplomado ciudades e incluso sistemas ideológicos y económicos, pero nosotros todavía seguimos vivos como especie. La diferencia entre nosotros y los dinosaurios es que nosotros formamos parte de una sociedad que, queramos o no, nos lleva de un cambio a otro en una evolución constante.
La evolución social puede ser dolorosa. Los cambios pueden resultar como mínimo incómodos, y más aún cuando las personas llegamos a ciertas edades en las que nos hemos apoltronado en una forma de vivir y nos vemos con las energías tan justas que no queremos despilfarrarlas en ningún nuevo proyecto por muy prometedor que sea este.
Existen personas que dejan de evolucionar cuando se hacen mayores y hay personas aquejadas del “Síndrome del Dinosaurio” que comienzan su involución desde el mismo momento en el que nacen.
Los cambios no son siempre positivos. Las sociedades a veces retroceden o avanzan hacia un lugar al que no deberían haber llegado nunca, pero son absolutamente necesarios para la supervivencia y el progreso de la especie.
Podemos sentir la tentación de colocarnos a nosotros mismos en el centro del Universo y pretender decidir desde ese punto que vamos a dejar congelada a la Humanidad. Podemos pensar que, si nosotros nos sentimos cómodos en ese punto del cosmos y el tiempo, el resto de nuestro planeta debería sentirse igual.
Y así nos encontramos a cada paso a dinosaurios, que no saben que lo son, defendiendo los modelos de vida, de sociedad o de relaciones que hace mucho tiempo que fueron superados.
Nos horroriza ver lo que está pasando en países como Afganistán, porque sus dinosaurios se han hecho fuertes y han tomado el poder y con él han provocado un retroceso en el tiempo que no habría soñado ni Marty McFly al volante de su viejo Delorean.
Pero no nos damos cuenta de que nosotros también convivimos con montones de Tiranosaurios y Branquiosaurios, algunos de ellos que van desnudos enseñando las escamas y otros que se han puesto un traje y disimulan maravillosamente su condición de reptiles.
Y así, un día un hombre mata a una mujer porque “le pertenecía”, que un grupo de chavales le pegan a otro una paliza de muerte al grito de “maricón” . Vemos como barcos llenos de seres humanos se quedan días en alta mar mientras gobierno de los países que deberían acogerlos se ocupan en encontrar montones de excusas para quitárselos de en medio como si sus vidas no fuesen igual de valiosas que las de sus ciudadanos.
Y en vez de sentirse como bichos minoritarios, esos dinosaurios se organizan, diseñan programas electorales y se revisten de legitimidad para intentar obligarnos a los demás a hacer un viaje a un pasado lejano y dejarnos anclados allí.
Personalmente me considero una momia, odio los cambios, detesto el Siglo XXI, tengo tirria a Internet, los ordenadores y casi cualquier cosa que tenga una pantalla y mi ilusión es poder retirarme a una casa con el suficiente espacio como para tener algunas máquinas de escribir antiguas.
Pero el Mundo debe seguir avanzando y ni yo, ni nadie, podemos convertirnos en obstáculos o frenos para que eso ocurra.
La sociedad en la que vivirá mi hija como adulta, tiene el derecho a organizarse y a asimilar los valores que ellos crean convenientes y no los que mi generación le haya impuesto y lo único que deberíamos asignarnos como responsabilidad es que esos valores estén basados en la tolerancia, el respeto y la igualdad.
Para todo lo demás, hay que encontrar un meteorito para que los dinosaurios puedan volver a extinguirse cuanto antes y las momias debemos quedarnos tranquilitas disfrutando de la comodidad de nuestros sarcófagos.
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