Ese patriotismo se vería reflejado en las comunicaciones de protesta de muchas Sociedades Obreras contra la celebración de festejos donde se derrochaba el dinero, y que eran rechazadas por las autoridades regionales o locales, representantes del otro patriotismo, el oficial.
Por Eduardo Montagut
En un momento extremadamente duro como el que supuso Annual, los socialistas continuaron su constante denuncia de la Guerra de Marruecos. En esta breve pieza nos hacemos eco de la opinión socialista sobre los dos tipos de patriotismo que existían en España, el de las exaltaciones y el de los trabajadores.
Los socialistas expresaban en las páginas de El Socialista que sobre España se abatía una verdadera racha de dolor por lo que había pasado en el norte de África, aunque no se sabía aún el número exacto de víctimas. Todavía no se era consciente a 19 de agosto de la total dimensión de un desastre sin paliativos.
En España había sectores que pregonaban entusiasmo por la guerra y realizaban manifestaciones de patriotismo.
Pues bien, en materia de patriotismo el socialismo español distinguía dos tipos de ciudadanos. En primer lugar, estaban los que amaban su tierra como integrante del mundo y que, por lo tanto, profesaban un patriotismo callado, alejado del exhibicionismo y de la bullanga, que sentía dolor y que quería el fin de la matanza en Marruecos. Este era el patriotismo de las gentes modestas, de los trabajadores, cuya actitud era incompatible con las fiestas ruidosas. Ese patriotismo se vería reflejado en las comunicaciones de protesta de muchas Sociedades Obreras contra la celebración de festejos donde se derrochaba el dinero, y que eran rechazadas por las autoridades regionales o locales, representantes del otro patriotismo, el oficial.
Ese patriotismo se encontraba en festivales, bailes, juegos y deportes que se organizaban con el fin de recaudar dinero para los soldados. En esas fiestas, en esas regatas, carreras de caballos o plazas de toros se reunían los que los socialistas llamaban “patriotas del placer”. En realidad, y siempre según la visión obrera, estos hechos denotaban la enorme insensibilidad egoísta de los “satisfechos”, y se disfrazaba en eufemismos como los de “la serenidad de la raza”, “la fortaleza del ánimo” y otros por el estilo, y que parecía que querían disculpar lo que merecía, realmente, severas censuras.
Los socialistas contraponían, por lo tanto, dos situaciones en España: la de los que no renunciaban a los placeres del veraneo y la de los que trabajaban y sufrían en silencio, mientras se moría en Marruecos.
Hemos consultado el número del 19 de agosto de 1921 de El Socialista.
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