El gran carnaval

Por Daniel Seixo

«Yo estaba seguro de que era el último artículo que haría (…) Entonces, cuando apareció publicado, hubo un número masivo de cartas, llamadas telefónicas, felicitaciones, personas que hablaban de un «gran avance en el periodismo». Y pensé, «¡Mierda! Si puedo escribir así y salirme con la mía, ¿Por qué debería seguir tratando de escribir como los periodistas del New York Times? » Fue como caer por el hueco del ascensor y aterrizar en una piscina llena de sirenas.»

Hunter S. Thompson

3 de mayo, la fecha elegida para celebrar los principios fundamentales de la libertad de prensa. Una fecha en la que celebrar una prensa Libre, Independiente y Pluralista.

Resulta curioso reparar en esta fecha apenas digeridas las muertes de David Beriain y Roberto Fraile, otros dos nombres que se suman a los más de 50 profesionales de la información asesinados a lo largo de 2020 mientras ejercían su trabajo. “En 2008 pedí un crédito de 10 mil euros para irme a la guerra. Aún lo estoy pagando”, contundentes palabras del periodista Antonio Pampliega narrando como hipotecaba su vida para acudir a la guerra, para poder trasladarnos esa parte oscura de la humanidad que resulta imprescindible analizar para lograr cambios que nos hagan en conjunto mejores. Y esa es la cara real del la actualidad periodística, la parte oculta tras las palabras de duelo, los mensajes de condolencia y el cinismo. Ahí se esconde la responsabilidad por la precariedad, los medios que pagan 35 euros por una crónica escrita mientras las balas silban sobre la cabeza de un comprometido periodista o directamente las redacciones que a última hora deciden que un par de muertos en Siria, Irak o Palestina no interesan desde la óptica de la víctima, “abriremos con las declaraciones de Biden”. El victimario es quién paga las facturas.

Y no se crean que en el ámbito local la cosa está mucho mejor, publirreportajes políticos encubiertos escritos con el pin del partido apostando por una subvención, autocensura impuesta por la necesidad económica de reporteros que sabe que lo vital no importa y el lucro se esconde en lo superfluo, publicidad que sustenta proyectos periodísticos que se dicen independientes y silencios estruendosos que pasan por alto las causas, los motivos y la verdad tras un sistema que nos devora. Mientras tanto, algunos aparentemente se esconden en la imparcialidad para no narrar el horror que nos rodea, otros simplemente sobreviven como soldados de fortuna en la tertulia que mejor mantenga sus estómagos calientes y la mayoría resiste otro día remando a duras penas en un barco que los ahoga y los ata a esta ponzoña, arruinando definitivamente cualquier rastro de votación en su oficio. Y no hablo solo de El País, El Mundo o ABC, obvios estercoleros andantes, nichos de cinismo y populares firmas a cuenta del poder y la mentira, también en pequeños medios resulta rentable adorar a los cortacabezas en Siria, los nazis en Ucrania o el islamismo en China. También gran parte del periodismo supuestamente independientes se trata de una simple marca comercial. No creo que les traslade ninguna novedad.

Y es que nos gusta mentir y que nos mientan, reforzar nuestras ideas y convertirnos lentamente en hooligans sin la necesidad de pensar, adscritos a nuestro partido, nuestros medios, nuestra verdad… Personajes alienados y domesticados incapaces de analizar una pizca de periodismo real, absortos por el juego de indios y vaqueros en los que Ferreras, Marhuenda, Inda, Maestre o Ana Pastor nos entretienen, mientras Creuheras decide lo que se debe contar y lo que debemos conocer. A eso lo llaman “más periodismo”, pero supongo que se trata de que en el fondo el cinismo ha ganado la partida. Hoy la libertad de prensa es la libertad del dueño de la imprenta, un circuito de poder cerrado totalmente ajeno al pueblo. Entre medias, nos cebarán con pequeñas píldoras de verdad, espectáculo y entretenimiento. Digna táctica de la taumaturgia empresarial que lo ha logrado emponzoñar todo sin levantar sospechas…

Pero eso, amigos míos, no se trata de periodismo.

 

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