Economía de los cuidados

Mª Ángeles Castellanos Valverde


Si nos preguntan ¿Qué es el trabajo?, es  probable que pensemos en el trabajo remunerado, el trabajo productivo, el que tiene un valor económico determinado por el mercado, ese trabajo que genera dinero y derechos para quien lo desarrolla, el que tiene reconocimiento social.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define al trabajo como el conjunto de actividades humanas, remuneradas o no, que producen bienes o servicios en una economía, o que satisfacen las necesidades de una comunidad o proveen los medios de sustento necesarios para los individuos.

Este concepto de la OIT es mucho más amplio, incluye la definición anterior, pero va más allá, aquí también se incluyen las tareas que permiten que nos desarrollemos como seres humanos y que son imprescindibles para la vida a pesar de no ser ni social ni económicamente reconocidas, tareas como hacer la compra, limpiar, cuidar criaturas, personas enfermas, personas mayores o personas dependientes, en definitiva, los cuidados.

Estas tareas son imprescindibles para la vida, imprescindibles para poder realizar el trabajo remunerado, pero son tareas poco valoradas a pesar de su importancia y sobre todo son tareas invisibles.

La economista feminista Amaia Pérez Orozco señala que las empresas quieren personas que lleguen a sus puestos de  trabajo libres de toda responsabilidad que interfiera con su actividad laboral, que aparezcan con sus necesidades resueltas, sin que a las empresas les importe la forma en la que solucionan estas necesidades, trabajadores que surgen de la nada, trabajadores champiñón, brotan cuando aparecen en el ámbito público de la empresa y desaparecen cuando salen de ella. Para las empresas, el resto de la vida da igual, y aparentemente para la economía también.

Los roles de género han asignado a los hombres el trabajo productivo, el que se realiza en el ámbito público con valoración social y económica y a las mujeres el trabajo reproductivo, los cuidados, el trabajo invisible que no genera derechos ni contraprestación monetaria.

Esta realidad es muy útil para el capitalismo patriarcal, para el sistema económico que busca la maximización de los beneficios monetarios por encima de cualquier otra cosa, ya que permite tener hombres con sus necesidades de cuidados, alimentación y crianza cubiertas por las mujeres y por tanto, permite tener hombres disponibles para ser explotados en el centro de trabajo sin tener que preocuparse por estas otras cuestiones fundamentales para  la vida y que han sido y son realizadas por las mujeres sin recibir ni contraprestación monetaria ni reconocimiento por ello,  y por tanto, lo fundamental resulta gratis para el sistema.

Cuando las  mujeres participan de forma activa en el trabajo remunerado, el tiempo del que disponen para el trabajo reproductivo disminuye, eso en el caso de que puedan optar al trabajo remunerado, ya que son  muchas las que se  ven obligadas a permanecer en la inactividad en una categoría que la Encuesta de población activa (EPA) denomina Labores del hogar.

La dimensión económica de los cuidados es indudable, según la definición de la OIT se trata de un trabajo ya que  satisfacen las necesidades de una comunidad  y  proveen los medios de sustento necesarios para los individuos, además, supone la asignación de recursos escasos y una elección que tiene un coste de oportunidad, pero a diferencia de otras actividades que tienen dimensión económica, en esta encontramos realidades muy diversas, los cuidados se prestan desde un entorno formal, público o privado, desde la economía sumergida y desde el ámbito informal, pero algo común a todos estos entornos es que son las mujeres las encargadas de los cuidados en todos los ámbitos y lo podemos ver con cifras.

Como he apuntado la EPA establece una categoría que denomina labores del hogar en la que se incluyen personas de uno y otro sexo que, sin ejercer ninguna actividad económica, se dedican a cuidar sin remuneración  sus propios hogares, en esta categoría en 2018 había un total de 3.713.700 personas en el conjunto del Estado, de las cuales el 90% (3.355.500) son mujeres.

La  EPA también nos muestra quién se ocupa de los cuidados en el ámbito del trabajo remunerado, así vemos que  en servicios de salud y el cuidado de personas están ocupadas 1.201.200 personas de las cuales el 79% son mujeres; en los cuidados a las personas en servicios de salud el porcentaje de mujeres llega al 85%; en el empleo doméstico hay ocupadas 454.600 personas de las cuales el 98% son mujeres; en la ocupación denominada “otro personal de limpieza” están ocupadas 692.100 personas de las cuales el 86% son mujeres, y podríamos seguir con más actividades.

Todas las ocupaciones laborales que tienen que ver con los cuidados están muy feminizadas, aunque, como en toda regla, esta también tiene una excepción, en la recogida de residuos urbanos, los hombres son mayoría con un 75%.

Parte de las tareas de los cuidados se han externalizado de los hogares o se mercantilizan dentro de los mismos, pero en todos los casos, siguen siendo las  mujeres las que realizan estas tareas  de forma mayoritaria.

En el caso de las empleadas de hogar, además tienen una presencia muy destacada las mujeres migrantes con el 40% de las afiliaciones al Sistema especial de empleadas de hogar.

Pero, ¿Qué ocurre con los salarios? Si el salario mediano para el conjunto de ocupaciones se sitúa, según la Encuesta de estructura salarial, en 19.263,78€, en el caso de las ocupaciones de cuidados el salario es considerablemente menor.

Veamos algunos ejemplos, en los servicios de salud y cuidado de personas, el salario mediado de las mujeres es de 13.555,58€/año. Otro caso aún más extremo lo encontramos en el personal de limpieza, ocupación en la que las mujeres tienen un salario mediano de 9.645,66€/año.

He señalado que existe una actividad de cuidados masculinizada, la de recogida de residuos urbanos, en este caso el salario mediado de los hombres es de 18.264,36€/año.

Es muy llamativo que los salarios sean tan bajos en las actividades fundamentales para la vida y también es llamativo que la única actividad de este ámbito  con una ocupación masculinizada,  presente niveles salariales más altos, hasta el punto de que si comparamos lo que cobra un hombre que limpia la calle, con lo que cobra una mujer que limpia una oficina, la brecha salarial llega al 89% o lo que es lo mismo esa mujer trabaja 23 meses para cobrar lo mismo que ese hombre en 12 meses realizando unas tareas que requieren unas competencias, esfuerzo y riesgos muy similares  y cuya diferencia más destacada es la presencia  mayoritaria de hombres o de mujeres.

Poner la vida en el centro también pasa por reconocer social y económicamente el valor de los cuidados, cubrir muchos de ellos desde el ámbito público con servicios públicos de calidad y fomentar la corresponsabilidad entre hombres, mujeres, empresas y administraciones.

María Pazos Morán, matemática y autora de “Economía feminista para una sociedad justa y sostenible” establece tres condiciones para conseguir una sociedad sin roles de género:

  1. Que los hombres cuiden igual que las mujeres
  2. Un sistema de servicios públicos suficientes y de calidad para la educación infantil y la atención a la dependencia
  3. Empleo estable, con horarios racionales y con plenos derechos para todas las personas.

Son tres condiciones muy ambiciosas que plantean un escenario que posibilita la corresponsabilidad, la garantía de cuidados, la independencia económica y la eliminación de la discriminación laboral que sufrimos las mujeres al presuponernos menos disponibles por la carga de los cuidados.

Los cuidados están en crisis, encontrar soluciones al trabajo de los cuidados es fundamental para que las mujeres puedan acceder en condiciones de igualdad al trabajo remunerado, para que puedan vivir con mayor independencia y libertad, además, la inversión en la economía de los cuidados genera riqueza,  genera empleo, asienta población en el medio rural, proporciona cuidados de alta calidad y no podemos olvidar que la mayor parte de los trabajos de cuidados  no son susceptibles de automatización y por tanto no están en riesgo de desaparición.

El futuro pasa por la economía de los cuidados

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