La quiebra en Estados Unidos del Silicon Valley Bank encendió las alertas sobre una nueva crisis financiera que puede impactar en una buena parte del mundo.
Por Gonzalo Fiore Viani / La tinta
Cada vez más analistas alertan que el mundo podría encontrarse ante una crisis de tal magnitud que estaríamos frente al “gran reset”, es decir, el gran reinicio, tras un evento financiero que transforme radicalmente las finanzas internacionales. Es muy pronto para saberlo, pero está claro que algo importante está sucediendo.
La mayor quiebra bancaria desde la crisis financiera del año 2008, finalmente, no se produjo en China, como muchos auguraban luego de la crisis de la mega empresa constructora Evergrande en 2022, sino, nuevamente, en Estados Unidos. Se trata del Silicon Valley Bank (SVB), una de las entidades bancarias más importantes del país, fundada en 1983, y en el puesto 16 de los bancos comerciales estadounidenses más grandes, con sedes en países como Alemania, Canadá, China, Dinamarca, Irlanda, Israel, Reino Unido y Suecia. Si bien la Casa Blanca decidió intervenir para garantizar los depósitos de los clientes del banco, el crash de la institución financiera representa un duro golpe para los mercados globales.
A la caída de las entidades financieras estadounidenses, se le suma el descenso, el viernes pasado, en un 14% de las acciones de uno de los principales bancos alemanes, el Deutsche Bank. Se trata de la mayor pérdida desde comienzos de la pandemia, lo que puso en alerta a los inversionistas de todo el mundo respecto de la posibilidad de que la crisis financiera mundial esté más cerca de lo que parecía. El canciller alemán, Olaf Schölz, intentó llevar tranquilidad al afirmar que “no hay por qué estar preocupados”.
En medio del primer aniversario de la guerra en Ucrania y de los fantasmas de una probable crisis financiera internacional de consecuencias similares o, incluso, peores a las provocadas por el crash de la burbuja inmobiliaria del año 2008, el mandatario chino Xi Jinping visitó Moscú para reunirse con su homólogo, Vladimir Putin. La reunión de ambos presidentes indica la voluntad de China de asumir un papel más activo y relevante en los asuntos internacionales.
En sus más recientes movimientos internacionales, el jefe de Estado chino y principal dirigente del Partido Comunista de China (PCCh) ha demostrado que su país se encuentra decidido a tener un rol internacional. En los últimos años, Beijing ha buscado aumentar su influencia y presencia en el mundo a través de iniciativas como la Nueva Ruta de la Seda, que busca establecer vínculos comerciales y de infraestructura con países de Asia, Europa y África.
La administración de Joe Biden también cerró el Signatura Bank, un banco regional que se encontraba a punto de colapsar, pero, al igual que hizo con el Silicon Valley Bank, salió al rescate de los depósitos de los ahorristas; no así de los accionistas o de las mismas instituciones.
Cuando se produce la implosión de un banco, los organismos reguladores pueden cubrir los depósitos hasta los 250.000 dólares, pero el 96% de los fondos de la entidad, con sede en California, se encontraban muy por encima de esas cifras. La mayoría de los clientes del Silicon Valley Bank eran pequeñas y medianas empresas ligadas a la tecnología. Las pérdidas se calculan cercanas a 1.800 millones de dólares.
El presidente Biden fue claro al respecto de a quién debía ayudar el gobierno. Si bien intentó llevar tranquilidad a la población, asegurando que “el sistema bancario es sólido, sus depósitos están seguros y estarán disponibles cuando los necesiten”, también descartó salvar a los inversores y accionistas, al asegurar que estos “sumieron un riesgo a sabiendas y, cuando el riesgo no les recompensó, los inversores perdieron su dinero. Así es como funciona el capitalismo”. De esa forma, el mandatario destacó que de ninguna manera la Casa Blanca saldrá al rescate del sector financiero, a pesar de las pérdidas multimillonarias a partir del desplome del mercado bursátil.
Las desregulaciones de la banca implementadas por Donald Trump terminaron resultando contraproducentes a la hora de poder exigir una ayuda concreta del Estado en ese aspecto. Por eso, tanto el Departamento del Tesoro como la Reserva Federal (FED) anunciaron la creación de un nuevo mecanismo de préstamos destinado a bancos que se vean afectados por una corrida o retirada masiva de depósitos por parte de sus clientes. El jueves de la semana pasada, los clientes del Silicon Valley Bank retiraron, en apenas 10 horas, 42.000 millones de dólares, una cifra tres veces superior a las corridas que se habían producido en la crisis financiera de 2008.
La tasa de interés más baja en la historia de Estados Unidos fue durante la crisis financiera mundial de 2008, cuando la FED bajó la tasa de interés a corto plazo a casi cero, específicamente, a un rango de 0 a 0,25%. Esta tasa de interés se mantuvo en ese nivel durante varios años para estimular la economía. La génesis del colapso final del Silicon Valley Bank puede encontrarse justamente allí: cuando la entidad financiera invirtió miles de millones de dólares en bonos del Tesoro. Sin embargo, cuando la Reserva Federal debió subir las tasas de interés, con el objetivo de controlar la inflación post-pandemia, cuando se elevan las tasas de interés, los precios de los bonos disminuyen.
Los anuncios económicos, finalmente, generaron mayor ruido y expectativa que los referidos a la guerra. De manera un tanto exagerada, Putin se apuró a anunciar la muerte del petrodólar y el final de la hegemonía del dólar estadounidense en los mercados internacionales.
Más allá de lo grandilocuente de una afirmación que parece tener, aún, poco correlato con la realidad, lo cierto es que la internacionalización de la moneda china, el yuan, y la consecuente desdolarización de los mercados mundiales ya son un hecho. Para poner un ejemplo: más de dos tercios del total del comercio bilateral entre Rusia y China se realiza actualmente con yuanes y rublos. En esa línea, Rusia ya anunció que utilizará el yuan chino para comerciar con sus socios comerciales en país de Asia, África y América Latina.
En principio, esto puede tener duras consecuencias económicas contra un Estados Unidos que presenta una crisis económica en ciernes, en un contexto donde la República Popular China volvió a retomar sendas de crecimiento similares a las anteriores al inicio de la pandemia de COVID-19.
A su vez, la desdolarización no implica necesariamente que se produzca una retracción total del dólar estadounidense ni que el yuan pase a ser la principal moneda de uso en todo el mundo. Es mucho más complejo que eso y a China simplemente le alcanzaría con que el uso de ambas monedas se equilibre en todo el globo, algo que hoy no parece para nada improbable.
Una consolidación del mundo multipolar tiene como objetivos principales fomentar la cooperación, la diversidad, el equilibrio y la descentralización del poder, lo que podría conducir a un sistema internacional más justo y estable.
La tasa de interés más alta en la historia de Estados Unidos fue durante la década de 1980, cuando la inflación se disparó. En ese período de tiempo, la tasa de interés a corto plazo alcanzó un máximo histórico del 20%. A comienzos de febrero pasado, la FED volvió a aumentar la tasa 0,25%, situándola en un rango de entre 4,50% y 4,75%, con la justificación de que aunque “la inflación se ha suavizado un poco, sigue siendo elevada”.
Lo cierto es que Washington y el mundo parecen al borde de un nuevo fenómeno similar al que ya se produjo en otras ocasiones, pero con particularidades que la hacen diferente. Una crisis financiera internacional sucede cuando hay un colapso o una caída significativa en el sistema financiero global que afecta a varios países o regiones del mundo.
Estas crisis, a menudo, se caracterizan por una serie de eventos interrelacionados que afectan negativamente a los mercados financieros, incluyendo la bolsa de valores, los mercados de deuda y los de divisas. También pueden provocar una disminución en la confianza de los inversores, una retracción en el flujo de crédito, bajas considerables en el comercio internacional y una reducción en la producción económica en general. Algunos ejemplos de momentos de crisis financieras internacionales recientes incluyen la asiática de 1997, la ya mencionada de 2008-2009 y la europea de 2010-2012.
Mientras China volvió a incrementar su Producto Bruto Interno (PBI), Estados Unidos deberá capear este temporal para salir lo más airoso posible en un contexto de competencia internacional donde se debate nada más ni nada menos que un nuevo orden global, un gran reinicio que, como suele suceder, tendrá grandes ganadores, pero, sobre todo, muchos perdedores.
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