La vida del capitán Alberto Bayo es un testimonio que une pedazos de la historia latinoamericana y europea en clave de revolución. De la República Española que hoy cumple 92 años a la Revolución Cubana que todavía pelea por construir otro modelo de mundo, hay un hilo conductor tejido con miles de historias como esta.
Por Santiago Torrado / La tinta
Y por todos los caminos
de la tierra hacia tus frentes,
vienen hijos de otras madres
sin siquiera conocerte
Tres años… más no pudimos
Bien lo dijeron las aguas
del Ebro llevando al mar,
la sangre de media España
Noche oscura de dolor
se cernió sobre mi Patria.
María. C. Z.
Hoy, se cumplen 92 años de la victoria del Frente Popular que proclamó la Segunda República Española. Un proyecto político que se dispuso a desterrar siglos de oscurantismo monárquico, que fue derrotado en una guerra cuyas consecuencias todavía hoy marcan los bordes de la política ibérica.
Además de la brutal represión interna, los muertos de la guerra y la posguerra, el franquismo obligó a exiliarse a más de medio millón de personas que habían luchado o simpatizado, o simplemente tenido familiares vinculados con el bando republicano. Esta es la historia de uno de esos personajes.
Alberto Bayo y Giroud nació en la Cuba colonial de finales de siglo XIX. Tras la independencia, su familia regresó a una España convulsionada por la decadencia de la monarquía y el florecimiento de las ideas revolucionarias y populares. Cursó estudios en la Escuela de Aviación Militar de Madrid, donde se descubrió como firme republicano y escribió las primeras páginas de una prolífica obra literaria, abordada siempre desde el punto de vista de un militar de izquierdas.
Algunas versiones cuentan que fue a propósito de estas ideas que Bayo mantuvo una agria disputa con el instructor de vuelo de la Escuela de Cuatro Vientos, el capitán Joaquín González Gallarza. La discusión subió de tono, como un anticipo de lo que poco después estallaría en toda España. La disputa se resolvió por las malas. González Gallarza y Bayo protagonizaron, en algún momento de 1920, el último duelo legal celebrado en España. Con sables y desnudos de cintura para arriba, ambos militares se tajearon durante casi media hora hasta que Gallarza quedó malherido de una puñalada profunda en el costado, a pesar de ser quien había exigido un combate a muerte y de que era uno de los mejores esgrimistas de Europa.
Alberto Bayo fue degradado e integrado a la fuerza en la recién creada Legión Española, un cuerpo expedicionario pensado como carne de cañón para ir a la guerra con la última posesión colonial española: Marruecos. En el delirio de los generales llamados africanistas, comandados por un jovencísimo coronel Francisco Franco, la Guerra del Rif fue la última perla que quedaba en la oxidada corona de la España imperial. Fue un desastre monumental que sembró la muerte y la derrota. Poco después, la victoria del Frente Popular y la proclamación de la República ubicaron a Bayo decididamente del lado de la transformación social profunda de España.
De Mallorca a México
En julio del 36, Franco encabezó el golpe que dejaría un saldo de más de medio millón de muertos. El comienzo de la guerra encontró a Alberto Bayo como jefe de la Aeronáutica Naval de Barcelona y se le ordenó desembarcar en Mallorca para recuperar la isla de manos de los falangistas. Con el soporte de tropas irregulares, formadas por milicianos de la FAI y el PC, a los cuales se unieron las Brigadas Internacionales y algunos militantes republicanos y socialistas venidos de todas las Islas Baleares.
La operación fue un fracaso militar. La madrugada del 16 de agosto del 36, el Comité Anarquista decidió no subordinarse al mando del Ejército e intentar llegar a la costa mallorquina por su cuenta, sin que el capitán ni su estado mayor supieran nada. El saldo de aquella contraofensiva desesperada fueron cientos de muertos y casi tres mil prisioneros, muchos de los cuales serían ejecutados poco después en Castillo de Bellver.
El trágico final de la Guerra Civil obligó a Alberto Bayo a exiliarse, primero, en Francia, donde pasó varios años preso en un campo de concentración y, luego, en el México de Cárdenas, donde se desempeñó como vendedor ambulante, profesor de matemáticas y, finalmente, como instructor de la Escuela de Vuelo de Guadalajara. A principios de los años 50, tomó contacto con un grupo de militantes exiliados de Cuba. Aquel encuentro marcó el tramo final de su vida, al mismo tiempo que inauguró un capítulo clave en la historia de Latinoamérica. Reunido con los hermanos Fidel y Raúl Castro, comenzaron los preparativos para el asalto al cuartel Moncada.
De México a La Habana
Posiblemente fuera el sueño de la revolución que no fue en 1931 o el terrible recuerdo de la derrota militar de 1936. Lo cierto es que Bayo nunca dejó de lado su compromiso político y se incorporó como asesor militar de la guerrilla cubana junto a Fidel, Camilo y el Che. De los primeros años en Sierra Maestra data su libro La guerra será de los guerrilleros, que fue incansablemente reeditado antes, durante y después de la revolución en la misma isla que lo había visto nacer a finales del siglo anterior.
Desde lo más profundo de la selva y ya siendo un veterano, Alberto Bayo asistió a la formación política e ideológica de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, desde su génesis hasta la victoria final en 1959. Antes de morir, publicaría un último trabajo titulado Ciento cincuenta preguntas a un guerrillero, un libro que constituyó la columna vertebral de la moral guerrillera. Murió en 1967, a poco de cumplir 75 años.
Fue enterrado con el grado de comandante, pero vistiendo en su uniforme las viejas insignias republicanas de la revolución que no pudo hacer la mañana de aquel triste abril de 1939.
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