Barbara Balzenari, la Primula Rossa, Compagna Luna

“El cese de nuestra militancia en las Brigadas Rojas no fue un acto realizado en cuartos secretos por agotamiento o desilusión, sino una toma de responsabilidad a la luz de nuestras elecciones pasadas».

Por Angelo Nero | 19/01/2024

“Se debe considerar el contexto internacional, animado por guerras de liberación, descolonización, conquistas del poder y guerrillas comunistas. Vietnam estaba ganando la guerra contra el país imperialista más poderoso. ¿Cómo no pensar que también podemos hacerlo en Italia, “el eslabón débil de la cadena imperialista”? El poder no se quedó de brazos cruzados y usó todas las herramientas para detenernos, desde bombas, pasando por prisiones, hasta despidos políticos. Hasta que el coágulo de condiciones favorables cambió y cambió de signo en los años 80. Los gobiernos de Thatcher en el Reino Unido y Reagan en los Estados Unidos son las explicaciones más claras: había que prohibir definitivamente el conflicto, incluso en su legitimidad de ser concebido, por cualquier medio disponible.”

La que habla así es Barbara Balzerani nacida en 1949 en Colleferro, un municipio del área metropolitana de Roma, en el seno de una familia obrera. Participa desde muy joven en el movimento estudiantil y en 1968 estudia filosofía en la capital italiana. Milita en Potere Operario, organización fundada en 1967 por Toni Negri, Nanni Balestrini y Oreste Scalzone, impulsores de la teoría política del operaismo, que desde el marxismo enfatizaba la importancia de la clase obrera. Definido como “partido de la insurreción”, Potere Operario propugnaba que la guerra de clases demandaba una respuesta violenta de los proletarios a la violencia ejercida por los empresarios y el estado al servicio de estos.

La organización se disuelve, por fuertes tensiones internas, en 1973, y como otras militantes del grupo, como Adriana Faralda, o Valerio Morucci, Barbara Balzenari ingresará en las Brigate Rosse, que habían fundado, en 1970, Renato Curcio, Mara Cagol, y Mario Moretti. L’autunno rosso è già cominciato, el otoño rojo había comenzado, el proletariado italiano comenzaba la ofensiva y daba el comienzo a los Anni di piombo, que se extenderían hasta finales de los años ochenta, aunque realmente los años de plomo comenzaron en 1969, con el atentado de la Piazz Fontana de Milán, en la que murieron 17 personas, causado por la Red Gladio de la OTAN, dentro de su strategia della tensione.

“Las Brigadas Rojas fueron parte integral de ese choque habiendo nacido en esas fábricas, en esos barrios, en esas plazas y la elección de la lucha armada no había sido una huida subjetivista sino una teoría y práctica político-militar necesaria para dar un perspectiva estratégica, al cuerpo a cuerpo que ese movimiento había desatado con la patronal y el poder estatal y proseguido durante esa larga temporada de luchas.” Afirma Barbara Balzenari.

Las Brigate Rosse iniciaron una estensa campaña de Propaganda Armada, desde su fundación hasta el año 1974, siguiendo la estrategia marcada por Renato Curcio, para quien las acciones del grupo debían ser un aglutinante de la lucha obrera en las fábricas, para ganarse a la clase proletaria. En la siguiente fase de las Brigate Rosse, de 1975 a 1978, el ataque al corazón del Estado, Barbara Balzenari se convierte en la dirigente de la Colonna Romana, y participa en el atentado contra Girolamo Minervini, director general de las instituciones penitenciarias, y en 1978, en el secuestro de Aldo Moro, líder de la Democracia Cristiana y dos veces primer ministro, al que ejecutan dos meses después, tras negarse el estado italiano a atender sus peticiones. Al año siguiente Balzenari se incorpora a la ejecutiva nacional de las Brigate Rosse, y en 1981 participa en el secuestro del general de la OTAN James Lee Dozier.

La deriva militarista, iniciada con el secuestro y muerte de Aldo Moro, intensificó la espiral de la violencia en la que no solo participaban las BR, la Red Gladio y el estado italiano, sino varios grupos autónomos y también organizaciones de extrema derecha, a menudo con conexiones con la mafia. Los golpes policiales iniciaron el declive de las Brigate Rosse, que desde 1976 solo tenía en libertad a uno de sus fundadores, Mario Moretti, y a principios de los años ochenta se desgajó en varios grupos, el más importante de ellos las Brigate rosse per la costruzione del Partito comunista combatente (BR-PCC) bajo la dirección de Moretti y Balzenari.

Mario Moretti sería detenido en 1981 y Barbara Balzerani también caería en las manos de la policía en 1985. Condenada a cadena perpetua, junto con otros dirigentes e las BR-PCC declaró la disolución de la organización armada, y aunque crítica con la experiencia, nunca mostró arrepentimiento, como si lo hicieron militantes como Adriana Faralda o Alberto Franceschini, siendo una de las impulsoras de la “battaglia per la libertà”, que buscaba una salida política para cerrar el conflicto de los años del plomo y darle una solución al problema de los presos políticos, aunque esta propuesta no prosperó. Como afirmó Balzenari “El cese de nuestra militancia en las Brigadas Rojas no fue un acto realizado en cuartos secretos por agotamiento o desilusión, sino una toma de responsabilidad a la luz de nuestras elecciones pasadas. En ese momento pensamos que había espacio para contribuir a la restitución de la historia de un conflicto de clases que ciertamente no era secundario en la vida política de este país.”

A finales de 2006 se le concedió la libertad condicional, y en 2011 se dictó el cumplimiento de su condena, gracias a los beneficios de la Ley Gozzini.

En prisión inició una prolifica producción literaria, entre la que destacan “Compagna Luna”, publicada en 1998, y que en 2016 editó en castellano Txalaparta -en la editorial vasca también está publicado, sobre la experiencia de las BR, “Renato Curcio. A cara descubierta”. A este libro le seguirán: “La sirena de las cinco” (2003), “Por qué yo, por qué no tú” (2009), “Crónica de una espera” (2011), “Que entre el mar” (2014), “Y siempre lo supe” (2017).

Sobre su experiencia literaria se expresaba en una entrevista a Gordan Stosevic, en Grido del Popolo: “Quería ofrecer la historia de cómo se hizo mi elección política, mi origen social, las oportunidades, la determinación y la problemática de una vida que no era para nada obvia. Quería contar cómo había abordado mis elecciones y el esfuerzo de reelaborarlas. No buscaba excusas sino respuestas a interrogantes que esos hechos dejaban abiertos. No he querido suplir la tarea de los historiadores, sino llenar de memoria personal el camino y las razones de muchos y muchas que se han atrevido a liberarse del miedo a desafiar al poder.

Todo ello coincidía con mi profunda necesidad de devolver sentido a un trozo de la historia de este país reducido a una vulgata desprovista de nombres sociales y de sentencia unidireccional. Escribir fue la historia de un viaje de regreso que implicó tomar distancia de lo contingente que nada puede explicar sino en una historia más larga que nos precede y nos sobrevive. Una historia que suele escribirse más en los pliegues de la materia viva, esa que no cambia de versión según las estaciones.”

En 2016 la editorial Txalaparta publicó Compañera Luna, «Un libro que nace de la necesidad de expresar el dolor por una pérdida, del deseo de hablar en primera persona para contar, a través de una narración particular, las gestas de muchos y muchas compañeras de las Brigadas Rojas. Militantes a los que el Estado les impuso su victoria y su relato. Bárbara Balzerani narra, con una mirada profunda y cercana, las vivencias colectivas de esos supervivientes que llevan sobre sus hombros el cansancio de una batalla desigual.

Este libro no busca disculpas, sino respuestas a las preguntas que quedaron abiertas en la memoria. Este es el relato de una historia anterior a la lucha de esos hombres y mujeres, que les trasciende, les marca y les sobrevivirá.»

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