De Garni a Geghard, buscando el corazón de Armenia

Garni está situado en el corazón de la provincia de Kotayk (que da su nombre a una popular cerveza), sobre las gargantas del río Arat, donde ya tres mil años antes de Cristo se construyó una fortificación, aunque adquirió importancia en el siglo VIII a.C., cuando fue conquistada por el rey urartio Argištiše  I, fundador de Ereván

Por Angelo Nero

A la hora convenida apareció en recepción nuestro chófer, un sonriente joven que se presentó como Karen, hablando un inglés bastante fluido, anunciándonos que teníamos el transporte listo en la puerta del hotel, un monovolumen Mitsubishi, muy espacioso. Pronto comprobaríamos que también sabía un poquito de español, que había estudiado en la universidad, y que sabía señalar en el mapa a Barcelona, como comprobaríamos con algunos armenios, incluso conocedores de la situación política catalana (quizás por la asociación que hacían con Artsakh).

Enseguida atravesamos los distritos del norte de la capital –está dividida en doce-, Arabkir (donde se encontraba el Ereván Deluxe) y Kanaker-Zeytun, y el distrito oriental de Nor Nork, para, a continuación, cruzar entre la población de Jrvezh (Ջրվեժ) y el parque forestal donde muchos erevantís acuden a disfrutar de las primeras nieves, aunque conforme nos íbamos alejando de esta villa el paisaje se iba tornando en una sucesión de colinas áridas, donde el amarillo era el color dominante, que se acentuó al comenzar el término municipal de Voghjaberd (Ողջաբերդ), donde Karen detuvo el coche, cuando todavía no llevábamos media hora de viaje, para que subiéramos a un mirador, desde donde se divisaba, a lo lejos, Ereván (Երևան), y en cuya cima se encontraba el Charent’s Arch, un monumento erigido en honor del poeta y patriota armenio Eghishe Charents en 1957, por el arquitecto soviético Rafael Israelian, tiene unos versos del escritor grabados en su piedra.

Me encanta la dulce palabra de Armenia que se llena con el sabor del sol,
Me encanta la melodía de nuestra vieja lira de sus cuerdas tristes y llorando,
El perfume vivaz de las flores de sangre similares, y las rosas,
me encanta así el baile elegante y ágil niñas de Nayirian.
Me encanta, así nuestro cielo sombrío, nuestras aguas puras, lago luminoso,
sol del verano y el viento sublime del invierno con la voz de un dragón,
también el negro, paredes poco acogedoras
de las cabañas perdidas en la oscuridad,
Y me encanta la piedra de mil años de las antiguas ciudades así.

No importa dónde estoy todavía no olvidaré nuestras canciones tristes,
no olvidaré nuestros libros de acero con letras
que ahora se han convertido en oraciones,
no importa cómo fuertemente que perforan el corazón
nuestras heridas tan empapadas de sangre,
incluso entonces amo a mi huérfanos y mi ensangrentada, querida Armenia.

Para mi corazón anhelo no hay, ni siquiera el uno al otro cuento,
No hay la frente brillante que la de Kouchag y Naregatsi,
Pasar todo el mundo, no hay cumbre tan blanca como la de Ararat,
como vía gloria, inalcanzable, me encanta, así Monte mi Massis.
EGHISHE CHARENTS (Եղիշե Չարենց)

Charents fue, quizás, el principal poeta armenio del siglo XX, y nació en Kars (ahora dentro de las fronteras turcas) en 1897, y fue, además de escritor, un activista de la causa armenia, aunque también de la revolución socialista, siendo un miembro activo del partido bolchevique, aunque su oposición al totalitarismo hizo que lo abandonara y que finalmente fuera ejecutado durante las purgas estalinistas en Ereván, en 1930. En reconocimiento a su obra, su rostro aparece en los billetes de 1000 ֏.

Nosotros, entonces ignorantes de la importancia de este personaje, subimos la colina conmocionados sobre todo por el paisaje que, a pesar de que el horizonte estaba envuelto en una bruma lechosa, nos resultaba tan fascinante. Esta misma bruma nos impidió encuadrar, como es habitual, el monte Ararat entre el Charent’s Arch que, arquitectónicamente, tampoco merecía pararse demasiado a fotografiarlo. A mi cámara le interesaron más los bellísimos pañuelos tendidos entre los árboles, con lo que intentaban atraer a los turistas un par de señoras con un pequeño puesto de survenirs.

Volvimos al coche y Karen cruzó rápidamente Voghjaberd, y también la siguiente villa, Geghadir (Գեղադիր), sin darnos mucho tiempo a reparar en una o en la otra, puesto que todavía no nos habíamos acostumbrado a las endiabladas carreteras armenias, y menos aún a la temeraria forma de conducir de los locales.

Realmente nuestro primer destino, Garni (Գառնի), no dista más de treinta kilómetros desde la capital, pero todavía nos llevó veinte minutos más desde nuestra parada en el arco erigido en honor de Eghishe Charents, debido, en gran parte, a lo señalado anteriormente, puesto que había tramos donde el firme parecía ondularse o tendía a desaparecer, mientras que en otros se estrechaba peligrosamente, o eso nos parecía cuando alguien hacía un adelantamiento suicida y creíamos que íbamos a colisionar sin remedio. A todo esto Karen parecía inmune, y parecía contento de que le tiráramos de la lengua para despotricar contra el gobierno de Serzh Sargsyan, que había obligado a muchos jóvenes al exilio económico, algo a lo que el mismo estaba tentado, soñando con un futuro mejor, por ejemplo, en Barcelona.

Garni está situado en el corazón de la provincia de Kotayk (que da su nombre a una popular cerveza), sobre las gargantas del río Arat, donde ya tres mil años antes de Cristo se construyó una fortificación, aunque adquirió importancia en el siglo VIII a.C., cuando fue conquistada por el rey urartio Argištiše I (Արգիշտի), fundador de Erebuni –la antigua Ereván-, con el que comenzó la construcción de palacios, baños y templos, convirtiendo el lugar en base militar y residencia de verano real. Lamentablemente, Garni entró en decadencia con la llegada del cristianismo, puesto que, aunque se construyeron algunas iglesias y el palacio del Katholikós, fuera del área de la fortificación, la mayoría de los edificios anteriores se encuentran en ruinas, excepto el famoso Garni Temple (Գառնու հեթանոսական տաճար).

Llegamos a las puertas de la fortificación, en medio de un caos de tráfico por el estrechamiento de las calles y por la cantidad de puestos de survenirs que había en la entrada, y Karen nos dijo que nos esperaría en el coche, para lo que convenimos encontrarnos tres cuartos de hora después. Pagamos la entrada (3000 ֏ = 5,5 €), y entramos en el recinto amurallado, con unas espectaculares vistas a la garganta del Arat, para encontrar enseguida la silueta del templo construido en el siglo I de nuestra era por el rey parto Triades I, -coronado por el emperador romano Nerón- que como sacerdote zoroastriano tuvo una importancia vital en el desarrollo del mitraísmo, y de hecho el templo que visitamos, muy probablemente, fue dedicado al dios Mitra. Sus 24 columnas con capiteles jónicas y sótanos áticas realizadas en basalto se mantuvieron en pie, a lo largo de veinte siglos, hasta que fueron destruidas por un terremoto, en 1969, aunque la mayor parte de las piezas permanecieron en el lugar, hasta que fue reconstruido en su totalidad diez años más tarde.

Subimos con grandes zancadas las escaleras, puesto que los escalones son más altos de lo habitual, para visitar el peristilo y en interior del templo, donde destacan sus techos labrados, las inscripciones en armenio de sus paredes, paseamos entre sus columnas, y desde allí miramos, a lo lejos, las casas de Garni colgadas sobre el acantilado, compuesto por las clásicas columnas hexagonales basálticas en la pared contraria de la garganta, formando un paisaje de gran belleza, con el que nos deleitamos un buen rato.

A pesar de la canícula que estaba cayendo sobre Garni, nos hubiera gustado bajar hasta la unión del Araks con su afluente, el Goght, que da lugar en la confluencia a una formación rocosa que recuerda el aspecto de una guitarra, o hacia algo más abajo, donde las paredes del cañón adquieren la imagen de un prisma hexagonal desde su parte superior a la inferior, formaciones que los locales han dado en llamar sinfonía de piedra. Tenemos que conformarnos con asomarnos al abismo desde un mirador, y perder la vista en la espectacular garganta y en las montañas Geghama, que lo rodean, elevadas a más de tres mil metros de altura, así como en los bosques de la reserva del Rey Khosrov, durante siglos coto de caza, donde abundan linces, lobos grises y osos.

Volvimos a reunirnos con Karen, que nos recibió con una amplia sonrisa, subimos al coche y volvimos a la carretera, aunque solo recorrimos diez kilómetros más, unos veinte minutos, para volver a detenernos, esta vez en uno de los monasterios más emblemáticos del país: el de Geghard (Գեղարդի վանք). Fundado por el patrón de la iglesia apostólica armenia, Gregorio el Iluminador (Գրիգոր Լուսաւորիչ), en el siglo IV, -aunque la capilla principal fue construida en 1215- en el lugar de un manantial sagrado en el interior de una cueva –por lo que originalmente se llamó Ayrivank, o monasterio de la cueva-, Geghardavank, adquirió este nombre, literalmente monasterio de la lanza, por albergar la punta de la lanza con la que Longinos hirió a Jesús en el Gólgota, que actualmente se exhibe en la ciudad santa de Echmiadzin.

A pesar de encontrarnos con bastante afluencia de gente, como en Garni, esta no llegaba a deslucir el conjunto arquitectónico, que nos recibió con una importante muestra de jachkares (խաչքար) delicadamente labrados, no en vano aquí se encuentra uno de los más bellos de toda Armenia, datado en 1213, y antes de entrar pudimos disfrutar de una panorámica del lugar donde está emplazado, en el interior de la garganta del Araks, porque quizás magia del lugar tenga mucho con el atractivo turístico, ya que, de por sí, el monasterio no resultaría tan impresionante.

La sacristía fue labrada en la roca del acantilado, y también labradas en la roca hay una serie de capillas, así como los sepulcros de Papak Proshian y su esposa Ruzukan, cuyo escudo muestra un águila con un cordero en sus garras. Los príncipes de la dinastía Prshyan fueron protectores del monasterios, al que dotaron de sala de reuniones y numerosas celdas, así como un sistema de irrigación, por lo que en su época de esplendor, a principios del siglo XIII, era conocido como el monasterio de las siete iglesias y de los cuarenta altares. En su decadencia fue albergue para los rebaños de los nómadas Karapapakh en invierno, hasta que, después de la conquista rusa, se reasentó con monjes provenientes del monasterio de Ejmiatsin, manteniéndose como un lugar de peregrinaje hasta nuestros tiempos.

Hay dos tradiciones en Geghardavank, y creo que no cumplimos ninguna, la primera, que también se mantiene en Portugal, es la tirar una piedra para que se mantenga en un pequeño hueco de la roca, para que se cumpla un deseo es necesario que no se caiga; la segunda beber del manantial sagrado que brota de la misma roca, y que dio origen al monasterio, puesto que se le atribuyen propiedades milagrosas.

Volvimos a reunirnos con Karen, volviendo a la sinuosa carretera que se interna en las gargantas Geghardatzor, de las que el monasterio forma parte, dando la espalda a la legión de ancianas que hacían guardia en sus puertas, vendiendo gata, el típico pan dulce de la zona con dibujos y caracteres armenios, confeccionado con harina, mantequilla y azúcar, que tradicionalmente se preparaba para la fiesta del Trndez, el 14 de febrero. El Trnedz era en origen una fiesta pagana, dedicada a los Mihr (fuego y luz) y Tir (sabiduría y literatura) que celebraba el final del invierno, el inicio de la primavera y la fertilidad, donde los recién casados saltan hogueras buscando la prosperidad.

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