Si bien una guerra civil, nunca deja de ser una tragedia, todo empeoró en marzo de 2015, cuando de manera unilateral Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), junto a una veintena de naciones musulmanas, en rol de figurantes, iniciaron una guerra de demolición
Por Guadi Calvo / Línea Internacional
Un complejo mosaico de países, partidos políticos y organizaciones armadas, con intereses contrapuestos, enturbian cualquier posibilidad de establecer una paz duradera en Yemen.
Con la debacle producida en el país más pobre de la península arábiga, tras la caída del Ali Abdalá Saleh, en 2012, en el marco de la Primavera Árabe, quien fue sustituido por su vice, Abd Mansur al-Hadi, sostenido contra natura por Arabia Saudita y los Estados Unidos. Tras el inicio de una revolución popular en 2014, que se oponía a la corrupción y la interferencia externa, al-Hadi, tras la toma de la capital, Sanaa, por los revolucionarios, protagonizó un escandaloso minué de renuncia al cargo, exilio en Riyadh y repuesto de apuro y contra toda norma constitucional por los propios sauditas, el país pasó de una revolución, sin cabida en un Medio Oriente, sodomizado por Estados Unidos, los sionistas ocupantes de Palestina, mientras las monarquías wahabitas fungen de alcahuetas, a una guerra civil, entre los resabios del antiguo ejército yemení, reforzados por mercenarios pagados por Riyadh y el movimiento Ansar Allah (Seguidores de Allah) u Houthies, por su fundador Hussein al-Houthi, el que si bien cuenta con mayoría chiita, por lo que se cree recibe apoyo tanto de Irán, cómo el movimiento de origen libanes Hezbollah, muchos de sus seguidores son sunitas de clases bajas.
Si bien una guerra civil, nunca deja de ser una tragedia, todo empeoró en marzo de 2015, cuando de manera unilateral Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), junto a una veintena de naciones musulmanas, en rol de figurantes, iniciaron una guerra de demolición. Demasiado parecida a la de Siria e Irak, cómo para no entender que es el precio a pagar en la región por no someterse a los designios del tridente Washington-Tel Aviv-Riyadh.
Yemen, con un costó incalculable en muertos, que podrían estar alcanzando el medio millón. Millones de desplazados, veinte en situación de inseguridad alimentaria, de los treinta millones de su población. Sumado a la destrucción casi total de la infraestructura sanitaria, educativa, energética, caminera e industrial, junto a docenas de ciudades y cientos de pueblos y aldeas. Convierte el conflicto, en el mayor desastre humanitario, que ha enfrentado el mundo desde la Segunda Guerra Mundial.
Dada la magnitud de la crisis humanitaria, en abril, se ha declarado un alto el fuego, que, si bien se había establecido con cierta responsabilidad, las violaciones por parte de las fuerzas del heredero saudita, el príncipe Mohamed bin Salman (MbS), son cada vez más frecuentes.
Cómo si la guerra civil, trocada en la guerra de demolición encabezada por los sauditas, la presencia en el país de al-Qaeda en la Península Arábiga (AQAP), una de las khatibas más sanguinarias a nivel global, de la organización fundada por Osama bin Laden, había puesto un toque de atención en todas las fuerzas participantes del conflicto, aunque fundamentalmente en la República Islámica de Irán, a tiro de piedra, de los integristas wahabitas, tan dispuestos siempre a operar contra los enemigos de Washington.
Al-Qaeda en la Península Arábiga, está protagonizado, por estos días, una guerra de varios frentes, la principal contra al-Islah (Congregación Yemení por la Reforma), un poderoso partido político, vinculado con los Hermanos Musulmanes y aliado histórico del ex presidente Saleh, apoyados por Riyadh y reconvertido en grupo armado y contra el Consejo de Transición del Sur, un movimiento separatista armado, financiado por Abu Dhabi. Además de una fuerza conocida como Cinturón de Seguridad, también financiada por los EAU, que ha obligado a al-Qaeda a abandonar las ciudades hacia las zonas rurales. Esta fuerza tiene la función prioritaria de controlar las regiones del sur yemení, el acceso al mar y al Cuerno de África, sectores que los Emiratos Árabes Unidos, contemplan con particular interés.
El rompimiento entre los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y la casa saudita, lanzó a al-Islah a una campaña de sobrevivencia, ya que los EAU, han perseguido a la Hermandad, en cada país, en los que les ha tocado compartir sus intervenciones, (Libia y Egipto).
La reciente pérdida de un importante sector de la provincia sureña de Shabwah, rica en petróleo y con varias instalaciones petroleras, operadas por compañías internacionales, ha sido un golpe demoledor para al-Islah, lo que podría derivar en el cambio más significativo en el equilibrio de poder político y militar desde 2015.
Durante años Shabwah, estuvo en control de al-Islah, lo que le permitió un acceso directo al Mar Arábigo. Las viejas rutas de los contrabandistas, en los sectores montañosos occidentales, les brindan acceso a las ciudades de Dhamar y Sanaa, y abren camino a la provincia de Marib, con una refinería de petróleo clave, por la que se ha librado la más larga y dura batalla de toda esta guerra.
El conflicto por Shabwah entre al-Islah y el Consejo de Transición del Sur, surge como consecuencia de la guerra civil de 1994, las que al calor de estos años de guerras se han reactivado, generando muertes y desapariciones de civiles. Al-Islah, que viene sufriendo importantes derrotas militares en las provincias de al-Jawf, al-Bayda y Marib, frente a los Houthies, además de políticas como la destitución del vicepresidente, Ali Mohsen al-Ahmar, a principios de este año. Además, este grupo ha sido acusado de abandonar distintas bases militares a los Houthies y de crímenes contra civiles desarmados.
El factor emiratí
Los separatistas, alentados por los Emiratos Árabes, aspiran a crear un Yemen del Sur “independiente” como el que existió hasta 1990. Esa posibilidad se percibió a poco del inicio de la intervención saudita de 2015, en la que Abu Dhabi, cómo socio fundamental de los sauditas, concibió cobrar su esfuerzo con un enclave en el sur que tuviera no sólo acceso, sino control absoluto sobre el estrecho de Bab el-Mandeb (Puerta de las Lamentaciones) el único paso desde el mar de Adén, hacia el Mar Rojo y su continuidad al Canal, de Suez, de una importancia fundamental y excluyente para el paso del petróleo del golfo pérsico hacia el Mediterráneo.
Para ellos, los emiratos han invertido recursos millonarios centrándolos fundamentalmente en el sur para dar forma al Consejo de Transición del Sur, cómo último fin, de dividir el país, y asegurarse no solo el control del estrecho, sino también las rutas comerciales a través del puerto de Adén, la explotación de los recursos naturales de Yemen y apoltronarse a solo 115 kilómetros del inestable Cuerno de África.
Mientras, también intensifica su apoyo a las Fuerzas de élite de Hadrami, otro grupo armado que pretende la independencia de la provincia Hadhramaut, lo que simplificaría los planes del Mohammed bin Rashid al-Maktoum, el presidente de los EAU, para generar más divisiones en el país.
En vista de estas soluciones emiratíes para Yemen, como balcanizarlo y perpetuar la guerra, es lo que sin duda discutirá el ministro de Asuntos Exteriores de los EAU, Abdullah Bin Zayed al-Nahyan, quien el pasado día catorce, llegó a Tel Aviv, donde le esperaban reuniones con altos jerarcas del gobierno nazi-sionista del primer ministro Yair Lapid, y el genocida, ex primer ministro y actual líder de la oposición Benjamín Netanyahu.
Allí, al-Nahyan, además de pautar más acuerdos sionistas emiratíes para seguir masacrando al pueblo yemení, estrechan vínculos para impedir el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés), también conocido como el acuerdo nuclear de Irán. En el que tanto sionistas como wahabitas están implicados en su fracaso y así evitar el levantamiento de las sanciones contra Teherán.
Es importante recordar que los EAU, junto a Bahréin, fueron las primeras naciones musulmanas en acatar los Acuerdos de Abraham, con los que la administración Trump en 2020, pretendió la “normalización” de las relaciones diplomáticas con los ocupantes de Palestina, acuerdos que más tarde firmarían, Marruecos a cambio de los territorios pertenecientes a la República Árabe Saharaui Democrática (RADS) y Sudán, en el marco de una sucesión de golpes y un posible enfrentamiento armado con Etiopía.
Todas las piezas siguen conjugándose para que la paz en Yemen, sea imposible y nadie pueda contestar finalmente: ¿Cuántas guerras caben en Yemen?
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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