COVID y salud pública

En este combate contra la pandemia hemos aprendido a utilizar los datos, su tratamiento, su análisis, para desentrañar las claves de la enfermedad y aprender a combatirla. 

Por Francisco Javier López Martín

Todos han querido olvidarlo cuanto antes, pero el Covid19, la Covid, como prefieren decir algunos ahora, ha tensionado nuestro sistema sanitario hasta límites desconocidos. El sistema sanitario, no sólo el público sino también el privado, vivieron durante meses situaciones de colapso que condujeron a la paralización de cualquier actividad sanitaria que no fuera la de combatir la pandemia.

En un intento desesperado de contener la presión asistencial sobre las unidades de cuidados intensivos, la utilización masiva de todas las camas hospitalarias disponibles para tratar la enfermedad (16.000 de las 17.000 existentes en Madrid), la muerte de decenas de miles de personas mayores, se decretó el confinamiento, la detención del mundo, la prohibición de la movilidad y los desplazamientos.

Las consecuencias de ese proceso, las consecuencias, sobre todo, de no haber aprendido la lección y repetir los errores y dedicar insuficientes recursos y financiación para el sistema sanitario público, nos están conduciendo de nuevo a listas de espera insoportables, a sufrimientos intolerables, a muertes innecesarias.

Lo de aquella pandemia era algo desconocido para nosotros. Nuestros profesionales no habían recibido de sus formadores ninguna referencia, ninguna experiencia anterior sobre situaciones similares. Nuestros profesionales han tenido que aprender sobre la marcha, utilizando conocimientos adquiridos para abordar situaciones nuevas, imprevistas, desconocidas, compartiendo tratamientos experimentales.

Han tenido que abordar insuficiencias respiratorias, fiebre, trombos, falta de respiradores, ensayar colocar a sus pacientes boca abajo. Fueron muchos los expertos, los investigadores, que intentaron buscar respuestas a todo aquello que resultaba desconocido. Fueron muchos los aficionados de renombre que avanzaron fórmulas casi mágicas de alejamiento, limpieza, higiene, que solucionaban poco, pero nos mantuvieron entretenidos en estériles debates.

En este combate contra la pandemia hemos aprendido a utilizar los datos, su tratamiento, su análisis, para desentrañar las claves de la enfermedad y aprender a combatirla. Nuestros profesionales han intentado armar estrategias de cooperación capaces de trabajar con esos datos disponibles procedentes de todo tipo de instituciones sanitarias.

Así pues, sí hay algoritmos buenos, capaces de utilizar todos los datos disponibles para escoger las mejores soluciones entre las posibles en materia de salud pública. Es verdad que se juega con los datos de muchos pacientes y que, por lo tanto, es necesario dotarse de instrumentos que faciliten el uso sin necesidad de invadir la privacidad, al tiempo que ese ingente volumen de datos debe de poder ser utilizado para encontrar los mejores tratamientos individualizados.

Es asombroso cómo esta necesidad científica de conocer mejor, para entender el funcionamiento de las enfermedades y poder abordar el mejor diagnóstico y tratamiento en cada caso, topa con la incomprensión de algunas administraciones obsesionadas por pasar página cuanto antes con la esperanza de que la próxima gran pandemia, al estilo COVID, o al estilo gripe española, pille dentro de otros cien años.

Sin embargo, todo indica que el proceso de globalización que vivimos, el cambio climático que hemos provocado los seres humanos, tiene visos de acelerar los cambios y convertir en habituales los desastres climáticos, o los brotes de pandemias. Por eso, la inversión en investigación y en prevención, son elementos esenciales que nadie en política debería banalizar, despreciar, o intentar ignorar.

Reforzar el sistema sanitario público es la mejor autodefensa de la que podemos dotarnos de cara al futuro, pese a las frivolidades irresponsables, las ligerezas irreflexivas y las temerarias opiniones que escuchamos en esta persistente y pertinaz campaña electoral en la que quieren convertir nuestras vidas.

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