Entrevistamos a Carlota Pereda, directora, realizadora y guionista española, premiada en 2019 con el Goya a mejor cortometraje por «Cerdita».
Por Angelo Nero
La gordofobia es otro síntoma del capitalismo, que se ha quitado la careta y ya no es el capitalismo de rostro humano, aquel de la socialdemocracia escandinava, que exportaba el sueño del estado del bienestar, ahora se impone la dictadura del capitalismo salvaje, que continuamente nos bombardea con las imágenes de lo que tenemos que vestir, de lo que tenemos que comer. Tendencias a golpe de click, y sonríe para tener muchos likes en Instagram. Mentes y cuerpos normativos para tener muchos amigos, aunque sean virtuales, gimnasio tres veces a la semana, nutricionista y, a ser posible, un retoque en corporación dermoestética.
A otro lado los que no se esfuerzan, los excluidos del paraíso capitalista, los pobres, por supuesto, los migrantes, y también los gordos, ¿los gordos? Si, porque, junto al racismo, la xenofobia y la aporofobia, esas fuentes contaminadas donde bebe el fascismo, está la fobia a los gordos. Aunque hay algo que, en esta sociedad que nos bombardea a cada momento con imágenes de cuerpos perfectos, provoque más rechazo que un gordo: una gorda. El patriarcado también aquí saca músculo.
Nunca como hasta ahora se había hecho un retrato tan crudo de este odio a los cuerpos no normativos como en la película “Cerdita”, de la realizadora Carlota Pereda, un revulsivo viaje al corazón de las tinieblas de una sociedad que señala al diferente, para que nadie se atreva a decirle que está enferma.
No sé si coincides conmigo en que la gordofobia es otra de las fuentes en las que se alimenta el fascismo, que realmente es una ideología que rechaza la diferencia, pero, ¿de todas estas fobias, a los inmigrantes, a los pobres, incluso a las mujeres, el rechazo a los gordos es el más invisibilizado, quizás por ser el más normalizado?
Ese es el motivo por el que decidí hablar de la gordofobia al centrarme en el bullying. Por estar normalizado, por ser transversal, interracial y estar tan ligado a la aporofobia. Casi ni se cuestiona en la sociedad, como no se cuestiona el capitalismo.
La película viene precedida también de un exitoso cortometraje, estrenado en 2018. ¿Cómo surgió la idea de “Cerdita” y que intención tenía ese primer traslado de la historia a la pantalla, hacer una denuncia social sobre el bullying o una película de terror?
Cerdita cortometraje surgió de mis miedos a la hora de ser madre. Estaba trayendo un ser humano a un mundo cada vez más histérico. A una mujer, que iba a encontrarse con situaciones que no íbamos a poder controlar y a la que no iba a poder proteger. Fue una manera de manejar mis ansiedades e intentar ayudar, lanzando una pregunta al mundo.
Cerdita la película surge de parte de esa necesidad y, sobre todo, de un compromiso con el personaje de Sara que, para entonces, ya se había convertido en una segunda hija. Cerdita me da la oportunidad de explorar su conflicto, apuntado al final del cortometraje. Un conflicto que me ofrecía la posibilidad de hacer un thriller moral sobre alguien que decide no hacer algo, cuando la mayoría de los thrillers se basan en todo lo contrario, en la acción. Siempre me ha interesado la idea de que tanto nuestras acciones como nuestras inacciones nos definen. Como personas y como sociedad.
La buena acogida de la crítica y del público, que se tradujo en el Goya al mejor cortometraje de ficción, al año siguiente, ¿fue lo que te empujaron a dar el salto al largo, o era algo que ya tenías en mente en la primera versión de “Cerdita”?
Los premios y el Goya llegaron después. La idea surgió al poco de realizar el cortometraje. Pero lo aparqué y no lo retomé hasta que se cruzó por mi camino Merry Colomer, mi productora, y me ofreció trabajar juntas en aquello que yo decidiera.
Ya vimos otra mordaz critica tuya al capitalismo en un corto anterior, “Las Rubias”, protagonizado por Maggie Civantos, que interpreta a otra excluida del paraíso, esta vez por su clase social, ¿es el tuyo un cine de guerrilla, que busca remover conciencias (y entrañas)?
Mi cine es un cine visceral, sí. Me gusta la idea de la guerrilla, aunque a veces se trata solo de buscar empatía y conciliación pero siempre implicando al espectador en el discurso.
El escenario donde transcurre la película nos recuerda mucho a esos paisajes idílicos donde parece que no pasa nunca nada, tan típicos de las películas de terror, donde solo falta una chispa para que se desate el incendio, ¿Por qué te decidiste a ubicar esta historia en un pequeño pueblo de Extremadura?
En parte por la convención que comentas, en parte por otros motivos. Al ser la región más empobrecida del país tiene algo de atrapado en el tiempo que muestra la propia violencia estructural del sistema sin perder belleza plástica. Extremadura es la Texas de España.
Hay algo que de un pueblo que hace más opresiva la situación de Sara, su conflicto. Todas las decisiones narrativas y formales están tomas en base a Sara y su conflicto.
Ya que hablamos de películas del género, me alegró saber que entre tus preferencias están “Eden Lake”, de James Watkins, y sobretodo “Deliverance”, de Jhon Boorman, dos de mis films preferidos. ¿Que otras cintas te han influenciado a la hora de crear “Cerdita”?
Sin duda “La Matanza de Texas” de Tobe Hooper, “Trouble Every day” de Claire Denís, por su manera de fotografiar los cuerpos y el deseo, “Quién Puede Matar a un niño” de Narciso Ibañez Serrador, por su terror a plena luz del sol y “El desconocido del lago” de Alain Guiraudie, por su diseño del sonido y la pulsión sexual de la muerte.
La protagonista indiscutible del film es Laura Galán, que logra realmente que te metas en su piel con una interpretación brutal, que sufras la humillación, la impotencia, pero también el deseo de venganza. ¿Cómo se sumó Laura al proyecto y cómo afrontó el reto de meterse en un papel tan difícil como el de Sara?
Laura entró en el proyecto desde el cortometraje. A ambas nos sucedió que nos enamoramos de esta nuestra Sara. Cuando surgió la oportunidad de contar su historia siempre conté con ella. Laura jamás ha sufrido bullying, ama su cuerpo, sabe de su belleza. El personaje es muy alejado de su experiencia. Ella tiene la empatía, el arrojo y la inteligencia adecuada para lanzarse al proyecto y hemos ido de la mano en cada paso. El hecho de ser una mujer mayor hace que tenga las herramientas emocionales como para enfrentarse al personaje desde una posición de saber muy bien cuál es su lugar en el mundo y su valía.
La historia es ciertamente dramática, pero tiene mucho de comedia negra, en la que los ingredientes que le aportan contraste son Carmen Machi y Pilar Castro. ¿Se puede darle un toque de humor a un tema tan delicado como la gordofobia?
No existe la experiencia humana sin humor. Deja de ser real en el momento que se excluye de la ecuación.
La banda sonora de Oliver Arson, que en 2019 también fue premiado en los Goya por “El Reino”, es otra parte fundamental de la película, con esas melodías plagadas de chicharras y sierras mecánicas. Por lo cuidado de esta banda sonora podemos imaginar que la música es importante en tu proceso de creación, creo que incluso elaboraste un playlist de la película.
La música determina el tono. Por eso era muy importante que fuera muy orgánica, casi abstracta.
La fotografía de Rita Noriega es otro de los aciertos de la película, eligiendo un formato que a los de mi generación nos recuerda a la televisión de nuestra infancia. ¿Cuáles fueron los motivos que llevaron a tomar la decisión de filmar “Cerdita” en este formato?
Todo viene determinado por Sara y su conflicto. El 4:4 no solo es más claustrofóbico sino que fuerza a componer con el cuerpo siempre presente. Por otra parte, a algunas generaciones les recuerda a su pasado y, a las más recientes, a instagram. Todo eran capas.
Para terminar, nos gustaría saber, si es posible, en que proyecto anda metida Carlota Pereda ahora mismo.
Estoy en plena postproducción de “La ermita”, mi siguiente proyecto y desarrollando varios proyectos de guión.
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