Fíjense como es este personaje, al que solo le falta defender que la tierra es plana, que en enero de este año, fue expulsado de su propio grupo parlamentario, el de VOX, junto a la presidenta del partido en Baleares, por el resto de diputados de la formación de Abascal.
Por Angelo Nero
Hace ahora un año, el Parlamento Balear, elegía como presidente de la cámara, al ultraderechista Gabriel Le Senne, un abogado que se había afiliado a VOX en 2019, donde ascendió rápidamente, tal vez por sus posturas en contra del aborto y de la eutanasia, el rechazo a reconocer la violencia de género, el negacionismo climático y el rechazo a las vacunas. Fíjense como es este personaje, al que solo le falta defender que la tierra es plana, que en enero de este año, fue expulsado de su propio grupo parlamentario, el de VOX, junto a la presidenta del partido en Baleares, por el resto de diputados de la formación de Abascal. Aún así, continúa como presidente del parlamento, pegado a su silla como el caracol a su concha.
Gabriel Le Senne también es un revisionista, y por eso le molesta, como a sus colegas, o ex-colegas, que ya no sé como está con la formación en cuyas listas fue elegido, las leyes de memoria que, vienen, tarde, mal y arrastro, a tratar de cerrar esas heridas que causo la dictadura franquista. Por eso este 18 de junio -se adelantó un mes en la celebración-, mientras se derogaba la Ley de Memoria Democrática de Baleares, se ha encarado con las diputadas socialistas, Mercedes Garrido y Pilar Costa, que portaban las fotos de las Roges de Molinar, cinco mujeres que fueron asesinadas el 5 de enero de 1937, Aurora Picornell, Catalina Flaquer Pascual y las hijas de esta, Antònia Pascual Flaquer y Maria Pascual Flaquer y Belarmina González Rodríguez. El ultraderechista Gabriel Le Senne ha arrancado de las manos de las diputadas socialistas la foto de Aurora Picornell y de las otras Roges del Molinar, y las ha destrozado, expulsando, además, de la cámara a las diputadas.
En esta democracia de charanga y pandereta, donde son encarcelados titiriteros, cantantes, o simples antifascistas, por supuestos delitos de odio, mientras el entonces secretario general de VOX, Javier Ortega Smith, se permitía mancillar la memoria de las Trece Rosas diciendo que «eran mujeres que torturaban, mataban y violaban vilmente» -recordemos que eran un grupo de trece jóvenes, la mitad de ellas menores de edad, que fueron fusiladas por los fascistas en Madrid el 5 de agosto de 1939-, y el Tribunal Supremo inadmitía la querella contra él, no nos cabe duda que la acción del presidente balear no será perseguida por la justicia.
Pero nos queda la Memoria, esa que no nos han podido quitar en cuarenta años de silencio, en esa “longa noite de pedra”, ni en los cuarenta años en los que se ha alzado el muro de la impunidad en el que, desgraciadamente, se cimienta esta democracia de tercera. En esta noche la que se ha roto algo más que las fotos de unas víctimas de la cruel dictadura fascista, me permito recordar a una de ellas, en memoria de quién escribí
Aurora Picornell, la costurera que cosía con hilo rojo
Le llamaron la Pasionaria Mallorquina, aunque la trayectoria vital de Aurora Picornell no fue tan longeva como la dirigente comunista de Gallarta, ya que fue asesinada en la noche de reyes de 1937, cuando tan solo contaba 24 primaveras. Nacida en 1912 en la muy católica Palma de Mallorca, se inició en la costura, y en el verano de 1931 se convirtió en la vicepresidenta del Sindicato de Sastrería y similares, a la vez que comenzó su militancia en las Juventudes Comunistas. Aunque su inquietud por una sociedad mejor era aún anterior, ya que en 1930 formó parte de la Liga Laica, Organización laicista de ámbito estatal fundada en Madrid (1930) por Luis Araquistain; y todavía antes, en 1928, prologaba el libro “La mujer, ¿es superior al hombre?” de Margarita Leclerc, mostrando su compromiso feminista; y antes aún, cuando solo contaba con 16 años, ya escribía sus primeros artículos en el diario comunista Nuestra Palabra.
El historiador David Ginard Féron, autor de dos libros sobre Aurora, la define como “un personaje absolutamente transgresor que desmontó el rol tradicional de las mujeres” de su época, “es el icono perfecto: tenía un nombre emblemático, era una activista sumamente comprometida, se guardaban imágenes de ella y tuvo una muerte trágica siendo aún muy joven.” En el año 1932 ingresó en el Partido Comunista de España y pronto se convirtió en una de las principales dirigentes de la Federación Balear, recorriendo la isla denunciando los abusos de los patrones y participando, por su gran poder de oratoria, en mítines políticos y sindicales, fomentando también la implantación del Socorro Rojo Internacional, que dirigían Clara Zetkin, Elena Stásova y Tina Modotti.
Se casó al año siguiente en Valencia, con el miembro de la Internacional Comunista Heriberto Quiñones, “uno de aquellos profesionales de la revolución que la Komintern mandaba durante los años treinta a los rincones más apartados del globo para que ayudasen en la constitución de partidos comunistas, impusiesen las instrucciones que llegaban de Moscú y mantuviesen la pureza ideológica de las nuevas organizaciones”, según el historiador alemán Hartmut Heine.
“Tras la revolución de Asturias de 1934, vuelve a Mallorca e inicia su período máximo de actividad política . En estos años se convierte en el rojo por excelencia de las islas. Da muchos mitines y se pasea pueblo por pueblo. Hoy en día sorprende que pudiera visitar tres pueblos el mismo día teniendo en cuenta las carreteras de entonces”, señaló Josep Quetglas a Público, que consiguió reunir medio centenar de artículos suyos en el libro “Aurora Picornell. Escritos 1930-1936.”
Fue una de las primeras detenidas tras el golpe militar del 18 de julio de 1936 en Palma de Mallorca, protagonizado por el General Goded (curiosamente, tras el triunfo de los golpistas en Baleares, viajó a Barcelona para ponerse al mando de la insurrección, pero al fracasar, fue fusilado en el castillo de Montjuic, en agosto de ese año). Por su parte, la suerte de Picornell ya estaba echada, fue detenida cuando intentaba organizar la resistencia en la Casa del Pueblo y encarcelada en la prisión provincial de Palma. En la noche de reyes de 1937 fue sacada de la prisión por falangistas, con la intención de “pasearla” con otras cuatro compañeras costureras, “Les Roges des Molinar”: Catalina Flaquer Pascual, las hijas de esta, Antònia Pascual Flaquer y María Pascual Flaquer, así como Belarmina González Rodríguez. Torturadas por los fascistas en el convento de Montuiri, fueron finalmente fusiladas en el cementerio de Porreres. En Mallorca, entre 1936 y 1942, fueron asesinadas 2.300 personas.
El franquismo siguió cebándose con su familia, y asesinó también a su padre y a sus dos hermanos, y su marido Heriberto Quiñones, que organizó el PCE en los primeros años de la postguerra, fue detenido en 1942, también brutalmente torturado durante semanas y fusilado en el Cementerio del Este de Madrid.
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