Augustin Prince: “Recuerdo haberme quedado dormido cerca de otros viajeros por la noche y haber despertado junto a sus cadáveres a la mañana siguiente”

Prince huyó de su país porque no tenía otra opción. / Paola Gómez.

Entrevistamos a Augustin Prince, autor de El viaje de Prince, donde narra en primera persona los horrores que viven los migrantes africanos para poder llegar a Europa mediante las redes de tráfico ilegal de personas. 

Por Jayro Sánchez

Augustin Prince (Pouma, 2000) es un superviviente. Lo he notado en su mirada en cuanto me he sentado a charlar con él esta mañana. Nació hace 23 años en Camerún, y es testigo de los horrores que viven los migrantes africanos para poder llegar a Europa mediante las redes de tráfico ilegal de personas que se extienden desde el sur del continente hasta Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Egipto. Él mismo los ha sufrido en sus carnes.

Aunque no cree ser muy especial. Desde que llegó a España, solo quería contar su historia. Lo ha hecho mediante la publicación de El viaje de Prince (2023). Con ello espera ayudar a otros que se encuentren en la misma situación que él vivió. Su discurso es lógico y preciso, su amabilidad, innata, y sus argumentos, incontestables.

El viaje de Prince narra la historia de tu periplo desde Camerún hasta España. No ha debido ser nada fácil para ti contar todo lo que te ocurrió durante aquellos meses. Y, aun así, lo has hecho. ¿Por qué?

Quiero que la gente sepa los motivos que, como a tantas otras personas, me han traído hasta aquí. Es verdad que hay migrantes africanos que intentan llegar a Europa con el objetivo de mejorar su calidad de vida, lo cual, por cierto, no tiene nada de malo… Pero yo salí de mi país porque mi integridad física corría peligro. Si me hubiera quedado, hace tiempo que habría muerto.

Utilizas la primera página del libro para expresar dos dedicatorias. «A mi madre. Y a todas las personas que viven en España, para que entiendan lo difícil y lo necesario que para muchos es venir», escribes. ¿Hay gente que todavía no lo hace?

Creo que no, y no sé cómo es posible. Por ponerte un ejemplo, una compañera de la fábrica donde estoy trabajando me dijo una vez que los negros venimos aquí a quitarles a los españoles sus empleos.

El tiempo me ha hecho ver que hay un determinado tipo de personas que nunca van a comprender por qué muchos africanos hemos tenido que venir a Europa. Quizás sea porque la mayoría de los habitantes de este continente no han podido ponerse en nuestra piel ni se han visto forzados a vivir las situaciones a las que nosotros sí que hemos tenido que enfrentarnos.

Por eso quise escribir este libro. Me gustaría que concienciase y sensibilizase a todas esas personas que no son capaces de entender nuestros problemas. Yo no tuve más elección que marcharme de Camerún por medios ilegales. Es muy dificil que nuestros Gobiernos nos den visados para viajar a Europa, y los trámites para solicitar asilo en España solo se pueden realizar desde su territorio soberano.

«Violaron a mi madre y me obligaron a verlo. Intenté cerrar los ojos, pero me golpearon una botella de cristal para que siguiera mirando»

¿Cuándo fue el momento en el que decidiste huir de tu país?

Cuando mi situación se volvió insostenible. En ese momento, solo tenía dos opciones: arriesgarme a venir hasta aquí de forma irregular o dejar que me mataran. Primero, tuve que huir de Pouma, el lugar donde nací, porque mi padre murió y el hombre con el que mi madre se casó de nuevo nos maltrataba a los dos.

Buscamos refugio en la ciudad de Bamenda, donde una amiga de la familia tenía una casa en la que nos alojó por un tiempo. Sin embargo, aunque muchos europeos lo desconozcan, Camerún vive en guerra civil desde hace años.

La población está dividida entre un bando francófono, leal al Gobierno de la capital, Yaundé, y un movimiento secesionista anglófono que intenta proclamar la independencia de la República de Ambazonia. Yo provengo de un territorio de habla francesa, y Bamenda está situada en una zona de mayoría angloparlante.

Una noche del invierno de 2016, varios hombres armados de una milicia ambazonesa entraron en la casa y se pusieron a discutir con su propietaria. Querían averiguar quiénes éramos nosotros. Aún sigo sin saber por qué lo hicieron, pero le dispararon. Después, violaron a mi madre y me obligaron a verlo. Como intenté cerrar los ojos y resistirme, me golpearon con una botella de cristal para que siguiera mirando.

Lo único que recuerdo con nitidez es que, en algún momento, ella me dijo: «Vete de aquí, hijo. Busca un sitio mejor». Salí a la calle con intención de pedir ayuda, aunque me perdí y varios refugiados que huían hacia la frontera con Nigeria me llevaron con ellos.

¿Te gustaría volver?

Sí. De hecho, hace unos meses lo hice. Quería ver cómo estaba mi familia… Pero no me gustaría vivir allí de nuevo. Aquí me siento mucho mejor. Estoy intentando traer a mi madre y al resto de mis parientes. La verdad es que el papeleo está siendo complicado.

¿Europa es como la imaginabas?

Para nada. No podemos obviar que aquí todavía impera el cáncer del racismo. A pesar de ello, las cosas están mejorando. Creo que las generaciones más jóvenes son más tolerantes con las personas que llegamos de otros países.

Fíjate en ti, por ejemplo. Me estás entrevistando porque tenemos un amigo en común. Hace meses que no veo a Alejandro en persona. No obstante, pasamos mucho tiempo estudiando juntos y seguimos en contacto gracias a las redes sociales.

En realidad, no puedes culpabilizar a las personas por ser racistas, porque la discriminación racial es un problema que afecta al conjunto de la sociedad. Te voy a contar una historia graciosa…

El camerunés cree que los gobernantes de los países desarrollados fomentan la inestabilidad en África para explotar sus recursos. / Paola Gómez.

Cuando vivía en La Línea de la Concepción, un día salí a dar una vuelta y me senté en un banco de un parque. Unos minutos más tarde, se me acercó un chaval de unos 8 años que me enseñó un smartphone. Y me dijo: «Es un móvil, ¿sabes?». ¿Tú crees que le voy a culpar por pensar que los negros no sabemos que los Iphone existen?

Es probable que lo que diga sea producto de las enseñanzas de su familia o de las cosas que ve en la televisión. Además, hay gente muy exagerada con este tema. Que no tengas amigos negros no quiere decir que tengas algo en contra nuestra. Puede que no hayas conocido a ninguno…

En mi opinión, tampoco es ofensivo que nos llaméis negros. A vosotros, yo os identifico a veces como blancos. Otra cosa sería que alguien me dijera: «Eres un puto negro». Ahí sí que tendríamos un problema.

«La policía siempre nos perseguía. Teníamos que escondernos en sitios deshabitados para evitar que nos deportaran»

En tu viaje hasta España, tuviste que recorrer más de 5.000 km y atravesar seis fronteras. ¿Qué clase de dificultades entraña semejante expedición para una persona sin recursos?

Muchísimas. Para empezar, los argelinos y los marroquíes creen que los africanos subsaharianos somos inferiores a ellos. Recuerdo un pueblo de Argel donde no nos dejaban subir a un autobús porque teníamos la piel oscura… Allí, la gente nos trataba como a animales. Para ellos, solo éramos basura.

En Marruecos, la policía siempre nos perseguía. Teníamos que escondernos en sitios deshabitados para evitar que nos deportaran. Era imposible encontrar refugio en las ciudades, porque las autoridades de Rabat las tenían muy vigiladas por orden de las élites gobernantes de la Unión Europea (UE), que nunca nos han querido cerca de sus fronteras.

En el libro, alertas y das testimonio de las cruentas realidades del tráfico de personas y del trabajo forzado en el continente africano. ¿Cómo funcionan sus redes?

Como en las películas. Cuando salimos de Níger, habíamos pagado un viaje en autobús que, en teoría, debía llevarnos hasta Orán, pero otros traficantes nos obligaron a darles más dinero en Tamanrasset para llevarnos hasta la costa del Mediterráneo.

Esas mismas personas quisieron engañarnos por segunda vez. Nos metieron en un vehículo que iba a ir hasta Libia para cobrarnos más, aunque yo conseguí romper uno de sus cristales y saltar en mitad del trayecto con otro compañero.

Cuando viajas en esa clase de condiciones, tampoco puedes pedir la ayuda de la comunidad internacional, ya que no cuentas con ningún documento que acredite tu identidad.

Esto último me ha recordado que muchas personas piensan que los países africanos son tercermundistas y que sus habitantes no saben nada sobre el mundo moderno. Solo les cuentan mentiras. Nuestro continente es el más rico del planeta.

Lo que ocurre es que los gobernantes de los países privilegiados se aprovechan de nuestros recursos y ejercen todo tipo de presiones para que no creemos sistemas políticos democráticos ni desarrollemos nuestras economías. Por eso, por citar un caso concreto, Francia no quiere abandonar el Sahel. Fue la antigua colonia de la zona y todavía tiene muchas influencias e intereses en ella.

«Dependiendo del punto desde el que lo comiences y de los recursos que poseas, el trayecto puede tardar meses e incluso años. Cuando se te acaba el dinero, tienes que ponerte a trabajar o a mendigar»

Por lo que cuentas en tu libro, se deduce que entre los contrabandistas prima la mentalidad de que el transporte de migrantes es un «negocio» cualquiera…

Para ellos solo eres mercancía. Pueden matarte en cualquier momento y con total impunidad. Cuando recurres a esa clase de gente, no puedes hacer ninguna tontería porque te arriesgas a que te peguen un tiro. No se lo van a pensar, ni por un momento. Nunca me he sentido tan amenazado como cuando estaba en sus manos.

El camino entre mi país y España es muy duro de recorrer. Una buena parte transcurre por el desierto. Recuerdo haberme quedado dormido cerca de otros viajeros por la noche y haber despertado junto a sus cadáveres a la mañana siguiente. Algunos morían de hambre y frío. Otros, por el efecto del calor durante el día.

Las «rutas» que organizan los traficantes son improvisadas. A veces vas en un coche o en un autobús sobrecargado con más personas de las que puede llevar, y los conductores te dejan en mitad de la nada hasta que pagas de nuevo. Otras, te ves forzado a ir a pie durante kilómetros por bosques o llanuras descubiertas a temperaturas extremas.

Como cruzas las fronteras de forma irregular y vas indocumentado, las fuerzas policiales de los distintos países te pueden deportar o encerrar en prisión… Incluso hay inmigrantes a los que amenazan para que hagan trabajos forzados. A los planificadores de los viajes les da igual lo que te pase. Como ya has pagado…

Y, dependiendo del punto desde el que lo comiences y de los recursos que poseas, el trayecto puede tardar meses e incluso años. Cuando se te acaba el dinero, tienes que ponerte a trabajar o a mendigar hasta conseguir la cantidad que te exige cada uno de esos criminales. Yo pedí en la calle por necesidad durante las últimas etapas de mi viaje. No es fácil encontrar empleo en estos países. Sus economías están muy deprimidas y los puestos de trabajo solo los consigues si tienes influencias…

¿Las autoridades estatales africanas y europeas intentan poner freno a esta clase de actividades?

No. Nos ignoran. No van a actuar sobre el problema mientras puedan invisibilizarlo y distraer la atención hacia otros asuntos a través de los medios de comunicación.

¿Qué deberían hacer para garantizar la seguridad de los migrantes?

Facilitarles medios legales para poder venir a Europa. Esto en España ya se ha hecho con algunos pueblos latinoamericanos: los colombianos, los venezolanos… Pero a los africanos nos ponen muchas más trabas para poder pedir asilo.

Los Gobiernos europeos se están gastando mucho dinero en construir barreras cada vez más altas y gruesas entre los dos continentes. Podrían utilizarlo para ayudar a los pueblos de África, ya que la mayoría de los problemas a los que nos enfrentamos han sido provocados por ellos.

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