“¡A la paz por el trabajo!”: el deseo de un socialista español (1926)

Había que reconocer que ni el Tratado de Versalles ni la Sociedad de Naciones satisfacían al proletariado, en su opinión, porque no se habían respetado las promesas democráticas hechas a los pueblos en su lucha. Tanto el Tratado como la Sociedad eran el reflejo de las condiciones impuestas por los vencedores a los vencidos.

Por Eduardo Montagut

Francisco Núñez Tomás (1877-1945) fue tipógrafo y periodista, desarrollando un intenso compromiso tanto en la UGT como en el PSOE, ya que llegó a ser vocal de la Comisión Ejecutiva de la primera, y miembro de la Comisión Ejecutiva del Partido, además de ser elegido diputado por Badajoz, y pertenecer a la redacción de El Socialista. En octubre de 1926 reflexionó sobre el mejor modo de preservar la paz en el mundo, y que no era otro que a través del trabajo, de los trabajadores en el seno de las organizaciones internacionales. Intentemos ofrecer las claves, al respecto.

Nuñez Tomás defendía claramente el hecho de que una de las señas de identidad de la organización internacional de los trabajadores era la defensa del pacifismo. El proletariado estaría hondamente convenido de que solamente en la paz de los pueblos era posible una vida de trabajo, de progreso y “civilidad”. Es evidente que esta idea, como ya sabemos, informó el espíritu de la Segunda Internacional, pero fracasó en 1914. En los años veinte parecía que revitalizaba, pero, y siempre según nuestra perspectiva, las cosas se torcieron en los años treinta, aunque no podemos hacer un paralelismo exacto entre 1914 y 1939 en relación con el fracaso del movimiento obrero en favor de la paz. En 1939 estaba el fascismo y eso supone un factor fundamental diferenciador.

Pero volvamos a nuestro tipógrafo. Reconocía que, a pesar de los esfuerzos históricos del movimiento obrero por la paz no se había conseguido realizar aún “sus sueños de fraternidad humana”, aunque tampoco sería justo negar que se había conseguido mucho, especialmente con los argumentos de oponer la fuerza de la organización obrera a los “egoístas intereses” de quienes decidían las relaciones entre los pueblos.

Nuñez Tomás era optimista en relación con que se estaba en el camino adecuado, aunque debía hacerlo a un mayor rimo. No olvidemos que escribía en los años 20, después de los Tratados de Locarno y un momento de distensión internacional evidente. Lo que deseaba era que se debía perseverar, que los miembros del movimiento obrero, como “agentes propugnadores de ideales humanitarios y redentores” estaban obligados a permanecer en su puesto de lucha afrontando los problemas porque eso suponía quebrantar al capitalismo, es decir, al enemigo, ganando nuevas posiciones, aunque fueran pequeñas, pero fundamentales para cuando llegase el triunfo definitivo que no era otro que el de la paz en el mundo, una paz fundada en el trabajo y mantenida por los trabajadores.

Este análisis coincidía con el 25 aniversario de la fundación de la Federación Sindical Internacional. Había nacido en septiembre de 1901 en Copenhague. Era evidente que en ese tiempo el proletariado organizado internacionalmente no había conseguido sus objetivos fundamentales, pero nadie podía ser capaz de negar que la clase obrera había recorrido un gran camino, como anteriormente había expresado, en su emancipación. Las conquistas se debían a la acción conjunta internacional, enfrentándose los trabajadores organizados en la Sociedad de Naciones.

Había que reconocer que ni el Tratado de Versalles ni la Sociedad de Naciones satisfacían al proletariado, en su opinión, porque no se habían respetado las promesas democráticas hechas a los pueblos en su lucha. Tanto el Tratado como la Sociedad eran el reflejo de las condiciones impuestas por los vencedores a los vencidos. Pero el proletariado internacional organizado había aprovechado ambos como punto de arranque para el trabajo en favor de la democracia y un espacio para poder formular reivindicaciones, es decir, no se había optado por mantenerse al margen y sí por intentar avanzar con el marco que se establecía.

Nuñez Tomás relataba, y eso lo dejaremos para un artículo próximo, todo lo realizado por la Federación Sindical Internacional en la OIT y en ese marco legal internacional nuevo. El objetivo había sido plantear reivindicaciones de los trabajadores, luchar por ellas y conseguirlas, en algunos casos, además de intentar defender a los mismos cuando eran maltratados por gobiernos reaccionarios, poniendo el ejemplo de Hungría. En todo caso, reconocía que había mucho que realizar. El final de su artículo se formuló en clave más interna, más española, pero en conexión con lo internacional. Núñez Tomás instaba a los trabajadores españoles a seguir fieles a la Federación, y persistir en la labor de todos en la Sociedad de Naciones y en la OIT. La Sociedad de Naciones debía ser el germen o embrión de la Sociedad de los Pueblos en una suerte de verdadera democracia internacional. Había que utilizarla en provecho de los trabajadores, pero también en beneficio de toda la Humanidad. Así pues, Núñez Tomás, aún reconociendo las limitaciones que antes hemos expresado, hacía un canto para que se empleasen los instrumentos internacionales con el fin de conseguir los fines de la clase trabajadores que pasaban por el triunfo de la paz.


Hemos trabajado con el número 5510 de El Socialista, de 2 de octubre de 1926.

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