[Este artículo ha sido escrito antes de la ceremonia de los premios The Game Awards 2018, que se celebraron la madrugada del jueves 6 de diciembre al viernes 7.]
Hay dos momentos que definen a la perfección lo que son los premios The Game Awards, a pesar de ser hechos aislados y sin ninguna relación entre sí. El primero de ellos ocurrió el pasado 7 de diciembre de 2017, cuando Josef Fares, creador de Brothers: a tale of two sons y A Way Out, pronunciaba su famoso ‘Fuck the Oscars’ durante su intervención en la gala de ese año. Esta frase y su posterior discurso provocó división de opiniones: los vítores de una parte del público se mezclaban con el silencio de la otra. Por su parte, Geoff Keighley, presentador de la ceremonia, mostraba una incómoda sonrisa que escondía su deseo de cortar de raíz esa escena.
Fares, que fue director de cine antes de dedicarse a los videojuegos, matizó sus palabras posteriormente, como se puede comprobar en esta noticia de IGN: ‘No tengo nada en contra de los Oscar. Pero se habla mucho sobre, como sabrás, «Esto es como los Oscar». En los propios The Game Awards hablamos de ser «como los Oscar». Y es como, venga tío, es hora de que la gente entienda que los videojuegos son un arte serio’. Eurogamerspain tiene un vídeo en el que, unos meses después de lo ocurrido, entrevista tanto a Keighley como a Fares y les pregunta sobre esa escena.
El otro momento tuvo lugar hace apenas unas semanas en la cuenta oficial de Twitter de Keighley. En ella, hacía una encuesta entre sus seguidores para saber qué parte de la gala de 2018 esperaban con más ganas. La amplia mayoría contestó que los anuncios de nuevos juegos (79%) por delante de los premios (10%) y el resto de las opciones.
What aspect of #TheGameAwards are you most excited for next Thursday?
— Geoff Keighley (@geoffkeighley) November 30, 2018
Esos dos hechos representan la dualidad que envuelve a The Game Awards: el tratar de reivindicarse como un evento serio mientras que es visto, incluso por su propia organización, como una excusa más para incluir la parte comercial y de negocio. La escena de Fares arremetiendo contra las estatuillas doradas no se produjo tras la recogida de un premio por parte de este o en un segmento de la gala en el que se diese valor a lo que hace especial al videojuego frente a sus otras artes hermanas, sino tras revelar la fecha de lanzamiento de A Way Out, su último juego que presentaba en exclusiva. Nunca una casualidad había reflejado tan bien una realidad. Es como ese adolescente que monta una pataleta porque no es tratado como un adulto, cuando con su comportamiento demuestra lo infantil que sigue siendo.
Hay dos vídeos que resumen a la perfección lo que han sido las galas de The Game Awards (o Video Game Awards, como se conocían anteriormente) hasta el momento. Uno es ‘Los VGAs no son la solución’ de DayoScript y el otro es ‘Los premios a los juegos del año 2015’ de Muzska89. Lo curioso es que entre ambos vídeos hay dos años de diferencia. Esto nos otorga una perspectiva de cómo la evolución de ‘Los Oscars de los videojuegos’ ha sido mínima desde una entrega a otra.
Sin embargo, desde que adoptó la denominación The Game Awards, en el año 2016, se puede ver ese esfuerzo por establecerse como una ceremonia seria en la que queden representados todos los elementos de una industria tan diversa como la de los videojuegos. Desde esa entrega se añadieron los premios a la mejor dirección, narrativa, arte, música y diseño de sonido, actuación, etc.
Estos pasos agigantados se siguen viendo lastrados por algunas decisiones como la división de los juegos por género (Acción, Lucha, Deportivo, etc.) y por plataforma (Mejor juego para móviles, Mejor juego para realidad virtual.), queriendo ser condescendiente con muchos de ellos que si no fuesen incluidos en estas categorías probablemente ni tendrían representación en la gala. También se es demasiado indulgente con los juegos indies y los eSports, separándolos de los juegos Triple A (de gran presupuesto) como si no pudiesen competir en la misma liga.
Faltan por pulir estas y otras asperezas para que The Game Awards se convierta en un certamen con valor real y no en un simple sello de GOTY (Game of the Year) que sirva como excusa para volver a lanzar otra edición de un juego. Este es otro de los pasos que deben darse para que los videojuegos dejen de ser ese adolescente que reclama respeto en vez de ganárselo con sus propios méritos.
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