Videojuegos | Error 404: Not found

Por Manuel Evangelista

¿Qué será de League of Legends en 2040?¿y de Overwatch?¿Qué pasará con todas las recompensas de FUT Champions de FIFA 18 dentro de 20 años?

Los videojuegos son un medio caduco. La tecnología y el Hardware limitan su potencial, su vida útil y el acceso del público a ciertas obras, al existir distintas consolas que cuentan con juegos exclusivos que sólo puedes jugar si tienes esa plataforma específica. Estableciendo un símil, sería como tener que comprar dos Blu-ray o DVD distintos porque en uno se puede reproducir una película en concreto que en el otro no y viceversa. A modo aclaratorio, un Blu-ray o DVD es ese aparato que tienes criando polvo debajo de la tele donde ves Netflix.

Saco esto a colación porque esta semana se ha anunciado el cierre de los servidores online de Demon´s Souls. El juego que supuso el primer ladrillo sobre el que se edificaría la iglesia sobre la saga Soulsborne. Demon´s Souls no solo tiene valor histórico como antepasado de Dark Souls, sino que inventó un sistema online totalmente novedoso que permeaba la experiencia de un jugador o single player y la hacía más enriquecedora. Este permitía colaborar con otros jugadores, putearlos o enfrentarse a ellos en duelos honorables.

[Los siguientes dos párrafo contienen spoiler de Demon´s Souls, en particular de la Torre de Latria y la pelea contra el Viejo Monje] Pero quizás el culmen de ese sistema se halla en la pelea contra el Viejo monje: Dentro del lore de Demon´s Souls, el Viejo Monje era el soberano de Latria, reino satélite de Boletaria, lugar en que se desarrolla el juego. Latria está cimentado sobre una sociedad matriarcal en la que se rinde culto a la Reina de Marfil, esposa del Viejo Monje. Un día, sin saberse cómo, llegó a manos del rey una vieja túnica de oro que tenía el poder de obnubilar a todo aquel que la poseyese. El rey, temeroso de que le robasen la túnica, encerró a su esposa y a la corte en una gran prisión llamada Torre de Latria.

Así, en el reino sólo quedaron el rey, su trono y su túnica, que le iba sustrayendo progresivamente sus energías. Desprovisto de sus fuerzas, el soberano se mantuvo en un estado de aletargamiento mientras la túnica estaba a la espera de encontrar un nuevo huésped, del que extraer energía nuevamente. Esto jugablemente se traduce en que la túnica invoca a otro jugador que esté online para que invada tu partida y se enfrente a ti como jefe final en lugar del Viejo Monje.

Este enfrentamiento, que es uno de los mejores jefes finales de la historia los videojuegos, ya no se podrá disfrutar. Al menos en su totalidad, porque en la versión offline se sustituye por un PNJ (personaje no jugable) con una inteligencia artificial netamente peor que la de un jugador real.

Y esto es un mal endémico de la industria del videojuego. Ningún otro arte se ve afectado por ello. Nadie se pone a ver Casablanca y se encuentra con que una parte de la película ha sido cortada porque los servidores online han cerrado.

Ante esta obsolescencia programada, y aunque existen otras posibilidades no legales como la emulación, la industria del videojuego ha adoptado la opción de las remasterizaciones y reinvenciones como solución, pero son meros parches porque esas nuevas versiones también quedarán anticuadas en algún momento.

Microsoft ha apostado por un sistema inspirado en Netflix y cía llamado Xbox Game Pass, en el que pagando 10 euros al mes puedes jugar en cualquiera de sus plataformas (Xbox X, Xbox One, Xbox 360 y los ordenadores que tengan Windows 10 como sistema operativo) a todos los títulos de una lista de 100 que va rotando cada varios meses. Además, hace unas semanas anunció que en ese catálogo también se incluirán los nuevos lanzamientos exclusivos de la compañía desde el día de su puesta a la venta.

Esto, aunque supone un avance, tampoco es la solución idónea, ya que 100 títulos se antojan pocos dado el volumen de juegos que existen. Y si se estandariza y cada compañía implementa el suyo propio, las obras de las consolas ya extintas, como Atari o Sega, seguirán estando en el limbo.

Mantener un servidor online es caro. A nivel comercial, es comprensible, e incluso resulta una práctica recomendable, reducir el gasto en inversión o mantenimiento de un producto que ya no va a ser rentable económicamente. A nivel cultural supone una lenta agonía, puesto que un arte como el videojuego basado en la interactividad pierde toda su esencia si las nuevas generaciones no tienen posibilidad de acceder a los juegos clásicos, y se tienen que limitar a saber de ellos por textos, gameplay o experiencias de otros jugadores.

Aunque haya iniciativas particulares de crear museos de videojuegos, que recopilan títulos clásicos de ocho y 16 bits, quizás deberían ser las propias compañías las que destinasen una parte de sus beneficios para crear una academia de los videojuegos que mantenga vivas todas las obras posibles. Pero viendo lo que cuesta producir algunas de ellas y las prácticas que se adoptan para recuperar esa inversión lo más rápido posible, resulta casi utópico pensar en que esa posibilidad pudiese hacerse realidad.

El tiempo dirá, pero de momento nos estamos desangrando lentamente.

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