Bergara por la jornada de las ocho horas en el otoño de 1919

El primero de octubre los obreros se presentaron a su hora en las puertas de las fábricas, pero no entraron cuando sonó la señal de inicio de la jornada.

Por Eduardo Montagut

La localidad guipuzcoana de Bergara protagonizó un intenso conflicto durante todo el mes de octubre de 1919 a cuenta de los problemas a la hora de aplicar el Real Decreto de 3 de abril de ese año que establecía la jornada laboral de las ocho horas, y que debía entrar en vigor el primero de octubre. Tenemos que tener en cuenta que esta conquista social costó mucho, pero, seguramente, mucho más que se respetase, como estamos comprobando en nuestras investigaciones.

Al parecer, el conflicto estalló en el mismo momento de la entrada en vigor del cambio legal, afectando a más de mil trabajadores. A finales de septiembre los industriales del sector textil y un fabricante de calzado se dirigieron a la Junta Local de Reformas Sociales para que se exceptuara la aplicación del Decreto de las ocho horas en sus industrias. Según los sindicalistas las razones aducidas eran de índole comercial. Pero los trabajadores también remitieron otro escrito a la Junta Local para que se implantara el cambio de la jornada máxima legal ya que no había razón de peso que imposibilitara su aplicación.

Pues bien, la Junta tomó una decisión que generó el conflicto, ya que consideró que ambas peticiones eran razonables, y que carecía de medios para tomar una resolución, por lo que proponía al Instituto de Reformas Sociales que la regulación de la jornada se hiciera conforme a los principios de “desenvolvimiento y establecimiento de las industrias”, fijando un límite de jornada ordinaria máxima y otra de extraordinaria para los que casos en que hubiera que forzar la producción. Además, los patronos debían conceder a los obreros un aumento proporcional del salario con motivo de las horas o fracciones de las mismas en que prestasen sus servicios computando a este efecto como jornada teórica legal la de las ocho horas. En realidad, no se estaba defendiendo una propuesta de excepción del Decreto según se había estipulado en las reales órdenes enviadas sobre esta cuestión al Instituto de Reformas Sociales y a sus Juntas locales.

En todo caso, los patronos de Bergara se aprovecharon de esta resolución para que no hubiera jornada laboral máxima de ocho horas, y los obreros reaccionaron inmediatamente. El primero de octubre los obreros se presentaron a su hora en las puertas de las fábricas, pero no entraron cuando sonó la señal de inicio de la jornada. Posteriormente, se dirigieron en manifestación por el pueblo en silencio. Este proceder se repitió los primeros días, porque luego ya no se presentaron trabajadores en las puertas de los centros de trabajo. Al parecer, no hubo ni esquiroles.

El gobernador civil envió una guarnición de la Guardia Civil. Los trabajadores guipuzcoanos estaban dispuestos a ir a la huelga en solidaridad con los de Bergara. La tensión, en consecuencia, creció, aunque, al parecer, las mujeres de Bergara consiguieron evitar la violencia. Una de las principales muestras de solidaridad guipuzcoana se produjo en el mitin en Placencia, que organizó la Casa del Pueblo de Eibar, en el que asistieron obreras y obreros de Bergara para explicar la razones y desarrollo de la huelga, y para recabar dicha solidaridad.

Al final, la fortaleza de los obreros durante todo el mes de octubre posibilitó su triunfo, es decir, el establecimiento de la jornada máxima legal de ocho horas en Bergara, además del abono de los salarios perdidos por la huelga.

Hemos consultado los números 3731 y 3733 de El Socialista.

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