Vox está instalado en la melancolía de las ilusiones perdidas y en la nostalgia propia del derrotado. Sus encuestas llevan años cuesta abajo.
Vox ha visto como sus mensajes de ira se los ha robado el Partido Popular, ha visto como sus votantes se iban camino de Génova, y ahora vuelve al último cuartel de invierno que les queda: el franquismo. Pero no se trata de un franquismo nostálgico para viejos votantes que ya sabe robados por Ayuso, ahora es un franquismo para menores de edad o imbéciles. En cierta forma recuerda la desesperación de Hitler cuando un par de semanas antes de perder la guerra se vio obligado a una leva forzosa de niños en su Ejército.
Vox está instalado en la melancolía de las ilusiones perdidas y en la nostalgia propia del derrotado. Sus encuestas llevan años cuesta abajo. Desde el partido de la ultraderecha se ha enviado un SOS a todas las plataformas fachas para que, aprovechando la controversia que provocan sus nuevas leyes de memoria neofranquista intenten reactivar el comodín de Franco que tan buenos resultados mediáticos y políticos les dio en las elecciones de 2019 cuando tras la retirada de los restos de Franco de Cuelga Muros consiguió más de 3 millones y medio de votos y 52 diputados. Pero esa posibilidad está muy alejada, alejadisima, de sus expectativas de futuro. Estas se centran en conseguir algún poder local en pequeñas ciudades de la España Vacía despistadas de la modernidad política y en alguna capital de provincias con plaza de toros.
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