Reforma Laboral, ¿nada que celebrar?

«Desdeñar esta victoria, como se está haciendo desde algunos sectores que se dicen “estar por los trabajadores”, lo que hace es desdeñar la lucha de la clase obrera»

Por Adrián Ramírez

Tras nueve meses de negociaciones, gobierno, sindicatos y patronal han alcanzado un acuerdo sobre la reforma laboral. ¿Cuáles es el resultado final? ¿Suponen un avance o un retroceso para los intereses populares? Desde luego se han avanzado en algunos campos que son muy importantes. Pero está lejos de ser la reforma que los trabajadores necesitamos.

Para comprender esto mejor partir del principio: las reformas laborales aprobadas en 2010 y 2012 supuso una carta blanca para que el capital extranjero, bancos y monopolios aumentasen sus ganancias a pesar de la crisis. Exprimiendo con más intensidad a los trabajadores, recortando salarios y aumentando la precariedad. Durante estos nueve meses nos hemos estado jugando una cuestión vital: que esta reforma laboral tuviera “una nueva vuelta de tuerca” donde se abaratase (aún más si cabe) y, en definitiva, convertir la precariedad laboral en una cuestión estructural para todas las generaciones. El ariete para imponer esto iban a ser los fondos europeos usándolos como una herramienta de chantaje. Ya que una de las condiciones para poder recibir esas ayudas era aprobar una reforma laboral “al gusto de Bruselas y el capital extranjero”.

Al final no se han salido con la suya y han tenido que ceder en aspectos que hace solo un par de años eran impensables. La clave de esta victoria ha sido la lucha persistente y continuada de una mayoría social progresista expresada en las múltiples luchas obreras y populares, y con una notable influencia política. Que exigía revertir los recortes salariales y el aumento de la temporalidad derogando la reforma laboral de 2010. Y es que las conquistas que hemos conseguido con esta nueva reforma laboral son motivo de celebración:

  • Se ha vuelto a la primacía de los convenios colectivos sobre los de empresa en salarios. Y regresar a la vigencia sin límite de la ultraactividad. Son puntos que refuerzan la posición de los trabajadores.
  • Se han puesto límites, aunque parciales, a la temporalidad y la subcontratación. Esto es un instrumento a utilizar en la lucha contra la precariedad o los recortes salariales.
  • Se ha impedido que se imponga una “mayor flexibilidad laboral” o nuevos abaratamientos del despido, que el hegemonismo y la oligarquía reclamaban.

 

Si bien estas medidas  escasas son motivo de celebración, es una victoria de la lucha popular y es una victoria de la clase obrera. ¿Hay que conformarse con esto? Por supuesto que no, de hecho hemos de seguir luchando hasta encerrar en el armario de la historia las reformas laborales de 2010 y 2012. Pero desdeñar esta victoria, como se está haciendo desde algunos sectores que se dicen “estar por los trabajadores”, lo que hace es desdeñar la lucha de la clase obrera y su capacidad de conquistar derechos en unas condiciones que no son nada favorables. Sin ningún tipo de ambigüedad, hemos de apoyar todas las medidas que supongan una mejora para las condiciones de vida de los trabajadores, y a su vez hemos de tener claro que está batalla solo se ganará definitivamente cuando se deroguen las reformas laborales de 2010 y 2012.

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