Mussolini habría sido el forjador del fascismo como reacción burguesa ante el comunismo, ofreciendo un ideario republicano para luego prescindir de estas ideas, siempre en opinión de Cordero, en el momento propicio para alcanzar el poder.
Por Eduardo Montagut | 5/12/2023
El destacado sindicalista y socialista Manuel Cordero hizo una serie de reflexiones sobre Mussolini en las páginas de El Socialista en el mes de mayo de 1930 a cuenta de la publicación del libro de José Ardau, La elocuencia mussoliniana, que publicó en ese mismo año la Casa Editorial Maucci de Barcelona. Cordero consideraba que la monografía podía ser leída por lectores serenos y reflexivos porque les podía ofrecer algunos materiales para fortalecer la conciencia contraria a la teoría fascista del Estado totalitario que, al parecer, agradaba tanto a los reaccionarios españoles del momento. Esas precauciones que expone Cordero tenían que ver con el hecho de que el libro exaltaba a Mussolini, y había tenido mucho éxito en Italia, pero ambas cuestiones no tenían importancia para el socialista español porque en Italia no se podían editar mas que libros fascistas.
Las reflexiones de Cordero me llegan, como historiador, también en estos tiempos de auge de tendencias populistas, al calor de lo que, a cuenta de Mussolini ha escrito Antonio Scurati y se está publicando en España. Así pues, nos parece interesante bucear sobre esta cuestión en el pasado con perspectivas de personajes contemporáneos, como aquí hacemos en este artículo.
A Cordero le parecía complicado acercarse al interior de Mussolini por sus tan variadas “vibraciones espirituales”. Había sido socialista, y de los más extremos en su juventud, enemigo de la guerra en 1914, y luego partidario de la misma, sin que se supiera, en su opinión, la razón de este cambio radical de opinión, para terminar siendo combatiente. Después habría sido el forjador del fascismo como reacción burguesa ante el comunismo, ofreciendo un ideario republicano para luego prescindir de estas ideas, siempre en opinión de Cordero, en el momento propicio para alcanzar el poder.
El autor del libro se había dedicado a escoger fragmentos de los discursos de Mussolini para comentarlos con juicios personales, y favorables al personaje. Cordero reconocía que el Duce era un gran orador, pero el autor del libro, sin querer, pensando en hacerle un elogio, expresaba que era un orador de instinto. Mussolini, en este sentido, había expresado que pensaba los discursos en el momento mismo que los pronunciaba, por lo que el autor del libro le definía como un improvisador.
Por otro lado, para reforzar la idea de que Mussolini no era un hombre preparado, citaba al político democristiano y sacerdote Luigi Sturzo, exiliado de Italia, que había declarado que era un hombre de cultura general y formación política muy mediocres, insistiendo también en el carácter de improvisador. Y así quedaba encuadrada su figura como orador con las siguientes características: improvisación, falta de “disciplina moral rígida”, ausencia de un ideal arraigado de forma firme en su conciencia, gran ambición y versatilidad.
Entonces la pregunta era la siguiente: con estas características, ¿se podría ser un hombre de Estado?, ¿no necesitaba condiciones de “disciplina moral e intelectual” aquel que alcanzaba las cumbres más altas del poder, convertido en “conductor único de su pueblo?, y, además, ¿podría estar ausente la reflexión en un hombre que alcanzaba dicha posición? La respuesta de Cordero era contundentemente negativa.
Y por eso, el fascismo solamente dejaría el dolor que produjo, dejando paso de nuevo a la libertad que el mismo quiso aplastar. Y Cordero terminaba regresando a las paradojas del personaje. Formado en la democracia socialista, reaccionó contra la misma para aplastarla. Era un misterio cómo los hombres daban esos cambios en su conducta política sin que se alterase su tranquilidad. Si se nos permite una licencia personal, comentaré al paciente lector que yo también me hago esta pregunta muy a menudo con personajes del pasado y del presente.
Hemos consultado el número 6639 de El Socialista de 20 de mayo de 1930.
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