R de Rancio

‘No basta defender a los explotados, hay que curar al explotador su tisis de egoísmo’

Gloria Fuertes

“El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres.”

Simone de Beauvoir

Reconozco que hace ya mucho tiempo que ni Javier Marías, ni la «selecta» orden de caballería intelectual que lo protege y lo acompaña en su labor de salvaguardar la masculinidad ante el firme avance de la modernidad y la razón pueden ya sorprenderme. Por desgracia, cuando uno crece contemplando y soportando una intelectualidad empequeñecida ante la alargada decadencia de nuestras letras, pronto debe acostumbrarse a soportar las más descabelladas barbaridades ejercidas desde unos sillones destinados a enorgullecer a un idioma y a sus hablantes, pero que sin embargo, hace ya tiempo parecen afanarse en más ocasiones de las deseadas por avergonzar a gran parte de la sociedad a la que deberían comprender y respetar.  En España la personalidad del autor, su firma y ese carácter en ocasiones excéntrico que suele acompañar a las grandes plumas, hace mucho tiempo que ha retrocedido sin sentido alguno a un estado en el que la españolidad y la masculinidad mal entendida han resurgido como fuerte seña de identidad para los grandes nombres de nuestras letras.

Cuando el citado autor en su parrafada sin sentido «Ojo con la barra libre» distorsiona el debate entremezclando la firme denuncia del movimiento MeToo con prácticas como el “couch casting” o se permite teorizar con hipotéticas falsas acusaciones, sin mostrar por el contrario atención alguna –apenas una frase para no escaparse demasiado de lo políticamente correcto- a las numerosas denuncias admitidas contra Harvey Weinstein o a las investigaciones en curso de al menos tres cuerpos policiales distintos, no lo hace no como un ataque consciente contra las víctimas, sino como una desesperada defensa ante lo que él seguramente considera un enemigo tan deleznable como el «franquismo, el nazismo, el stalinismo, el maoísmo y tantos otros«. Para el actual valedor de la silla R de la RAE un movimiento de empoderación de la mujer apoyado por amplios sectores de la sociedad estadounidense, pero también de la sociedad española, parece suponer una firme amenaza para todos aquellos valores que sostienen a nuestra sociedad tal y como él la entiende, poco parece importarle al reputado escritor y traductor que dicho movimiento surja en un contexto en donde violaciones como la sufrida por Maria Schneider a manos de Marlon Brando y Bernardo Bertolucci han sido aplaudidas durante años por crítica y público en aras de un bien superior llamado arte, poco parece importa también la presión ejercida sobre las víctimas a la hora de denunciar los abusos por una sociedad que no siempre ha estado dispuesta a creerlas o que incluso se ha permitido el lujo de frivolizar con su dolor.

En un contexto en el que tras décadas de total sumisión y silencio ante la violencia patriarcal por fin las mujeres comienzan a despertar para decir ¡Basta!, Javier Marías y quienes aplauden sus comentarios parecen más preocupados por la carrera de personajes como Larry Nassar, Roman Polanski, Kevin Spacey o Woody Allen que por romper el largo silencio que hasta este momento ha propiciado para decenas de mujeres la más cruel de las torturasen sus puestos de trabajo. Ninguna de las numerosas personas que se ha solidarizado con las víctimas ha dudado ni por un instante que corresponda a la justicia dictar sentencia acerca de un caso que para todos los que se movían en ese mundo era ya un secreto a voces,por ello resulta a todas luces ridículo acusar a quienes hoy levantan el velo contra personajes como Harvey Weinstein o Bill Cosby de iniciar una caza de brujas cuando lo que está sucediendo es más bien todo lo contrario, aún cuando el silencio impuesto por el poder de estos personajes se ha roto, todavía hoy son las víctimas de sus abusos quienes se enfrentan a un juicio paralelo, a un dedo acusador que entre elaboradas palabras se permite sembrar la duda acerca de la intención de sus acusaciones.

Por suerte o por desgracia para nuestros más arcaicos literatos, la sociedad está cambiando, los viejos tronos del patriarcado se derrumban al tiempo que comienzan a levantarse sobre sus ruinas las estructuras de una sociedad más justa, libre y paritaria. No tenga temor alguno Javier Marías a las venganzas, las revanchas, las calumnias, las difamaciones y los ajustes de cuentas, la justicia –como siempre– será nuestra mejor arma frente a quienes pretendan deslegitimar o aprovecharse de la lucha feminista, pero una cosa es cierta: nunca el dedo acusador del heteropatriarcado impondrá de nuevo el silencio ante mujeres violadas, acosadas y manoseadas sin su consentimiento. Puede que todo eso exista y haya existido siempre, pero una vez más, como por otra parte suele ser habitual para quienes como usted ocupan un sillón en la RAE, la calle vuelve a marcarle el ritmo de los acontecimientos. Haría usted bien por tanto en tomar nota, después de todo, como el lenguaje, el pensamiento es un ente en constante cambio.

Por suerte o por desgracia para nuestros más arcaicos literatos, la sociedad está cambiando, los viejos tronos del patriarcado se derrumban al tiempo que comienzan a levantarse sobre sus ruinas las estructuras de una sociedad más justa, libre y paritaria

Sánchez DragóPerez Reverte o el propio Javier Marías han dado sobrada muestra de envejecer realmente mal. Ellos lo achacarán a que los malinterpretados o a que en su recta final carecen ya de motivo alguno para adaptarse a lo políticamente correcto, pero lo cierto es que la sociedad está cambiando, y puede que no quede ya sitio en esta por otra parte todavía rancia España para esos literatos forjados en el imaginario de la sangre del toro, el sabor del puro, el coñac y la mirada sumisa y embelesada de una voluptuosa mujer. Hoy esa valentía frente al feminismo de la que presumen muchos de nuestros literatos es interpretada por los españoles y las españolas como un absurdo empeño por resistirse a una lucha justa y lógica, una reivindicación social que no puede ya dilatarse más en el tiempo a la espera de su comprensión. Lanzarse sin medida alguna contra todo aquello que simpatice en mayor o menor medida con el movimiento feminista no puede sino considerarse como una cabezoneria «propia de algún tonto del ciruelo o algún talibancito tonto de la pepitilla«, una actitud reservada para aquellos que se empeñan en desperdiciar su indudable talento forjando su moralidad en lógicas más propias de la época de tristes capitanes y en realidades sociales a menudo confundidas con la ficción.

No creo que nadie pueda poner en cuestión el indudable talento de Javier Marías como escritor, pero por desgracia flaco favor le hace el columnista al escritor de ficción al desmarcarse con semejantes desmanes ante una sociedad muy falta de referentes intelectuales, tanto fuera como dentro del papel impreso.

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