¿el feminismo debe ser una vía de promoción social para que las mujeres (que puedan) ocupen puestos de poder, o por el contrario debe ser pensado como una herramienta para la transformación social a través de la redistribución del poder y la riqueza?
Por Pablo Molejón Fontán
Pocas ideologías/doctrinas políticas, aparte del marxismo y de los nacionalismos, han tenido el mismo impacto en la mentalidad colectiva de los movimientos sociales que el feminismo. Si bien el segundo, históricamente, se aleja de los primeros en cuanto a capacidad transformadora1, el feminismo, entendido como lo entendemos hoy, ha constituido y constituye una de las bases más fundamentales de los movimientos sociales posteriores aproximadamente a 1970, y más particularmente los del presente, con la misma intensidad que las palabras de Marx y Engels marcaron la mentalidad del movimiento obrero europeo en los siglos XIX y XX y lideraron revoluciones proletarias por todo el globo; o que las ideas nacionalistas llevaron a la burguesía al poder o a Hitler a provocar una Guerra mundial.
Se pueden escribir infinidad de páginas reflexionando acerca de la pregunta ¿Qué entendemos hoy por feminismo? Y posiblemente no llegar nunca a una respuesta precisa y concreta. Y es que ha habido y hay muchas corrientes de pensamiento diferentes dentro del feminismo a nivel mundial, y el hecho de que sea una ideología tan poco definida o concreta hace mucho más difícil hacer una “pugna” para identificar la forma o formas más “válidas” o “correctas” de feminismo (como sí puede hacerse con el marxismo o con el liberalismo). Debido a esta variedad de corrientes dentro del propio movimiento, sería apropiado elaborar primero una definición general de qué es el feminismo y qué a sido, a grandes rasgos, a lo largo de la historia, basada en evidencias históricas. Karen Offen nos da la definición que considero que es la más acertada: “feminismo es el nombre que se le da a una respuesta crítica integral a la subordinación deliberada y sistemática de las mujeres como grupo por parte de los hombres como grupo dentro de un escenario cultural dado” (Offen, 2020). Esta definición presenta algunos puntos criticables, como por ejemplo el hecho de hablar de un escenario cultural y dejar fuera de la definición el escenario o realidad material, que es la base de ese escenario cultural y, por lo tanto, de esa subordinación de la que habla. Sin embargo, considero que está bien para ubicarnos y saber, a grandes rasgos, de qué hablamos cuando hablamos de feminismo. Quiero centrar brevemente la atención en que Offen define el feminismo como una respuesta, literalmente, a una situación concreta. Y es que las ideas y los movimientos políticos, al igual que las leyes, las estructuras jurídicas, etcétera, responden a una realidad material, social y económica concreta, fruto de las relaciones de producción presentes en el momento. Es importante tener esto claro porque la columna vertebral de este texto será el análisis de esa realidad material, social y económica y de las relaciones de producción que hacen que aparezca y evolucione el feminismo.
La definición de Offen es del feminismo a nivel general, válida para ser aplicada al feminismo de cualquier época. Mayor es el debate, como dije, a la hora de preguntarnos en qué consiste hoy en día el feminismo. Y es que no creo que podamos dar con una definición aplicable a día de hoy que vaya más allá que la que nos ofrece Offen, sino que lo más adecuado sería partir de esa definición (o similares) y aceptar que dentro de ella se encuentran diversas corrientes presentes hoy, unas más mayoritarias que otras. Por lo que la pregunta entonces sería: ¿Qué corriente actual del feminismo es la hegemónica? Soy consciente de que en realidad es mucho más complejo, pero creo que para el caso podemos simplificar y decir que a día de hoy existe una división en dos grupos que se viene dando desde aproximadamente 1970, en los que se enmarcan los feminismos existentes desde entonces: el denominado “feminismo liberal” y el llamado “feminismo de clase”. El primero lucha para que las mujeres ocupen lugares de poder y el segundo busca cambiar el significado de ese poder transformando la actual forma de organización de la sociedad (Serra, Garaizabal, & Macaya, 2021). Es en el seno de esta división que encontramos el debate principal (que no el único, por supuesto) que aborda el movimiento feminista: ¿el feminismo debe ser una vía de promoción social para que las mujeres (que puedan) ocupen puestos de poder, o por el contrario debe ser pensado como una herramienta para la transformación social a través de la redistribución del poder y la riqueza? (Serra, Garaizabal, & Macaya, 2021).
Cuando hablamos de feminismo liberal, al menos en España, no debemos pensar que se trata de un feminismo defendido por la derecha (ya que su innegable ADN franquista les impide defender cualquier feminismo, algo que no pasa con los centro-derechas europeos), sino que es una cuestión mucho más engañosa: el feminismo liberal equivale en España al defendido por la socialdemocracia, por lo que podemos hablar en nuestro caso de feminismo socialdemócrata. Pero es que todavía hay más: el feminismo socialdemócrata reproduce en cierta manera el argumentario neoliberal en tanto que concibe la desigualdad entre hombres y mujeres como un mero fallo del sistema fácilmente corregible a través de políticas principalmente basadas en la discriminación positiva por lo que, a partir de ahí, todo sería esfuerzo y mérito a la hora de ascender. Que la socialdemocracia reproduzca el discurso neoliberal no es casualidad, sino todo lo contrario, revela el carácter reaccionario de los socialdemócratas y su ideología como meros gestores del sistema capitalista. El feminismo socialdemócrata/liberal reproduce el discurso neoliberal precisamente porque está al servicio de los intereses de este mercado neoliberal, y si este es el feminismo más común en política institucional y sus políticas han sido implementadas en algunos casos por la derecha estadounidense y europea a partir de los 60, es porque ha sido impulsado desde las grandes corporaciones. Un ejemplo que nos ofrecen Serra, Garaizábal y Macaya (2021): “la Fundación Ford, por ejemplo, estuvo invirtiendo a partir de la década de 1970 hasta 200 millones de dólares anuales en financiar organizaciones feministas cuyas acciones eran compatibles con el modelo empresarial neoliberal y con las políticas de discriminación positiva”. Precisamente los resultados de estas políticas de discriminación positiva también son un reflejo de a quién sirve el feminismo liberal/socialdemócrata: Según el estudio de Paula England The Gender Revolution2, entre los pertenecientes al 15% más alto de la escala social, la brecha de género en los salarios y estatus casi había desaparecido en 1990, mientras que en los pertenecientes al 60% más bajo se redujo muy poco, y debido a un descenso de un empeoramiento de los salarios y condiciones de vida de los trabajadores hombres. La conclusión sería que este feminismo está llamado a promover la incorporación masiva de mujeres a la fuerza de trabajo como mano de obra barata, o su inclusión en la economía formal a través de la economía de la deuda y el sistema financiero (Serra, Garaizabal, & Macaya, 2021). Watkins (2018) añade que la agenda feminista global (defendida por la socialdemocracia y muchos movimientos “de izquierdas” en todo el mundo) sirvió para impulsar las doctrinas y prácticas neoliberales, y que los avances en igualdad que se han producido han ido acompañados de un aumento de la desigualdad económica y del empeoramiento de las condiciones de vida, provocado por ese neoliberalismo que el feminismo global defiende y al que sirve.
Enfrentado, según dicen los y las integrantes de este movimiento, a la corriente liberal/socialdemócrata del feminismo, encontraríamos al feminismo de clase. Si el primero está presente en la política institucional y es el que se materializa en leyes o decretos, el segundo está más presente en las organizaciones de base, que no tienen acceso al nivel institucional y que muchas veces se presentan próximas a organizaciones comunistas y, especialmente, anarquistas. El feminismo anticapitalista entiende que sólo se puede construir este movimiento a partir de luchas concretas (algo en lo que diverge, por ejemplo, del marxismo-leninismo), y su base teórica está en los análisis realizados por feministas que se consideran marxistas sobre el papel y la situación de la mujer durante el proceso de acumulación originaria, es decir, durante el origen del capitalismo. Ellas analizaron cómo el proceso de formación del proletariado, fruto de la expropiación al campesinado de sus recursos comunes, forzó a su vez a la mujer a ocuparse de los cuidados y el trabajo del hogar, es decir, actividad no productiva y por tanto no asalariada. Esta sería la base de la división sexual contemporánea del trabajo (hombres=actividades productivas, mujeres=actividades no productivas) y, por tanto, de la desigualdad de género en nuestro tiempo. María Mies, una de estas feministas marxistas, va más allá y compara este encadenamiento de la mujer a los trabajos de cuidados con la apropiación del trabajo de la mano de obra esclava en el sistema colonial: del mismo modo que el burgués se libra de afrontar los costes del valor generado por los trabajadores esclavos, el anclaje de la mujer en tareas no asalariadas externaliza los costes de reproducción de la mano de obra, que son asumidos por la mujer en lugar de ser afrontados por el empresario.
El enfrentamiento entre estas dos corrientes de feminismo presentes hoy en día es, como dijimos, fruto de una serie de procesos históricos concretos que nos transportan, llevando la vista hacia atrás, al origen de las teorías feministas como respuesta a una realidad histórica que viene de más lejos todavía. En El hilo morado de la historia. El feminismo de la Ilustración al neoliberalismo, pretendo analizar las características y evolución de esa realidad histórica que ha mantenido intrínseca a ella la desigualdad de género y, sobre todo, cómo se ha articulado la respuesta feminista ante esa realidad cambiante a lo largo de la historia. Como indica el título de este texto, el lector acaba de leer la que es la introducción del artículo mencionado arriba. Así que, como autor de ambos, invito a quien hayan interesado las palabras que acaba de leer a que lea el artículo completo, que está disponible en PDF totalmente gratuito en nuevarevolucion.es
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Bibliografía
Offen, K. (2020). Feminismos europeos (1700-1950). Una historia política. Madrid: Akal.
Serra, C., Garaizabal, C., & Macaya, L. (2021). Alianzas rebeldes. Un feminismo más allá de la identidad. Manresa: Edicions Bellaterra.
1 Refiriéndonos a la cantidad de procesos revolucionarios exitosos liderados por unos y por otro en comparación, no se me malinterprete.
2 Citado en Serra, Garaizábal y Macaya (2021).
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