¿Por qué llamarlo decrecimiento si hablamos de vivir mejor?

Decrecer parece un término negativo cuando hemos desarrollado buena parte de nuestro pensamiento económico identificando mejora con crecimiento.

María Ángeles Castellanos Valverde

El Producto Interior Bruto como instrumento para considerar que un territorio y sus políticas van por el camino apropiado es un instrumento discutido, se trata de un buen indicador para medir el nivel de producción, pero resulta cuestionable que sea bueno para hablar de otros elementos como el bienestar de quienes habitan un territorio.

El PIB no fue ideado para ser una medida de progreso y bienestar y así lo señaló uno de sus padres, el Premio Nobel de Economía Simon Kuznets quien en 1934, ante el congreso estadounidense, señaló que es muy difícil deducir el bienestar de una nación a partir de su renta nacional per cápita.

Ya en 1962, volvió a reiterar esta idea y dijo que hay que tener en cuenta las diferencias entre cantidad y calidad del crecimiento apuntando que los objetivos de más crecimiento deberían especificar de qué y para qué.

El crecimiento de la producción, además, se enfrenta a los limites ecológicos que son indiscutibles. Según WWF España entró el 25 de mayo de 2021 en números rojos. Si todos los seres humanos viviésemos como lo hace de media una persona en España, consumiríamos el equivalente a 2,5 planetas por año.

El 14 de julio, la Comisión Europea adoptó una serie de propuestas con el objetivo de hacer de Europa la primera zona climáticamente neutra del mundo, este Pacto Verde Europeo establece un plan rector con una serie de propuestas para adaptar las políticas de la UE en materia de clima, energía, transporte y fiscalidad con el fin de reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en al menos un 55 % de aquí a 2030.

Con anterioridad, en octubre de 2019, el movimiento sindical europeo a través de la CES, señaló los principios y directrices clave que desearía ver en la propuesta del Pacto Verde Europeo. Ponían de manifiesto la urgencia y la necesidad de políticas climáticas ambiciosas y significativas apuntando que debían ser inclusivas y de apoyo a las regiones, los sectores y los trabajadores más vulnerables para no dejar a nadie atrás.

No son las únicas propuestas internacionales, la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez en 2019 presentó el Green New Deal, una propuesta para combatir el cambio climático y reducir las desigualdades económicas en Estados Unidos.

La sostenibilidad cobra cada vez más protagonismo y las respuestas no siempre son sinceras, no todas son viables y no todas comparten objetivos.

Somos ecodependientes porque nuestras vidas están sujetas a los límites del planeta, y, además, somos interdependientes de otras personas, nos necesitamos para proporcionarnos cuidados en diferentes momentos de nuestras vidas, las vidas no se construyen solas.

La fantasía de la individualidad de la que habla la arqueóloga Almudena Hernando se construye desde la negación de nuestra interdependencia como seres necesitados de cuidados en diferentes etapas de nuestras vidas y también desde la negación de la dependencia de los recursos del planeta, o más bien desde la negación (real o aparente) de los límites de estos recursos.

Somos ecodependientes y si atentamos contra el medioambiente, atentamos contra la sostenibilidad de la vida, como decía, parece que la sostenibilidad cobra protagonismo y encontramos respuestas como las de los millonarios de los que habla Douglas Rushkoff en su artículo titulado “La supervivencia de los más ricos y cómo traman abandonar el barco” que buscan protegerse a ellos mismos ante la escasez de recursos con medidas represivas (Para leer el artículo clicar aquí).

La ficción también refleja estas preocupaciones, así la miniserie francesa Colapso (2019) en 8 intensos capítulos nos cuentan la huida de quienes tratan de sobrevivir a un acontecimiento que ha colapsado la sociedad y la distinta suerte que corren los personajes, una suerte vinculada en algunos casos a cómo habían previsto ese posible escenario.

Nos encontramos frente a la realidad de que la maximización de los beneficios económicos desde el crecimiento material permanente choca con los recursos finitos del planeta, si no queremos como futuro realidades como las que nos muestra la serie “Colapso” con el mantenimiento de los privilegios materiales de las elites a expensas de las necesidades y la salud del resto de personas, si no queremos sociedades colapsadas, hemos de tomar decisiones importantes para poner la vida en el centro, pero una vida que merezca la pena ser vivida para todas y no solo para las élites.

Hay que producir bienestar, no beneficios, necesitamos fijar qué entendemos por sostenibilidad de la vida, qué necesidades hay que cubrir, qué hace falta para cubrir esas necesidades o qué trabajos son socialmente necesarios.

Yayo Herrero en un artículo titulado “¿Cómo hacer el decrecimiento para que sea justo para todo el mundo?” (se puede leer clicando aquí) señala que

un Green New Deal ya no es viable: es una falsa solución.

Apunta que lo que la comunidad científica plantea es que la reducción de la esfera material de la economía es simplemente un dato, no una opción. La economía decrecerá materialmente sí o sí.

La cuestión es, tal y como apunta en el título de su artículo, cómo transitar por esta realidad sin dejar a nadie atrás, algo que también señalaba la CES en sus peticiones ante el Pacto Verde Europeo.

El decrecimiento no es una propuesta reciente, pero sus planteamientos parecen un destino sin alternativa. No es elegible seguir como hasta ahora si el 29 de julio fue el día en el que la humanidad agotó los recursos naturales para todo el año.

Decrecer parece un término negativo cuando hemos desarrollado buena parte de nuestro pensamiento económico identificando mejora con crecimiento. Desde Ecologistas en Acción lo explican con un símil, lo comparan con el decrecimiento de un río desbordado, deseamos ese decrecimiento para que las aguas vuelvan a su cauce.

Aún así parece un término negativo y creo que está construido asumiendo los postulados que equiparan el crecimiento material a el avance de una sociedad o de un territorio.

Si una propuesta pretende mejorar las vidas, mejorar la calidad de las mismas y garantizar recursos suficientes, no estamos hablando de decrecer, estamos hablando de crecer en vidas mejores, en vidas que merezcan la pena ser vividas y eso no tiene que pasar por tener más cosas.

Y como ya ha aparecido por aquí en varias ocasiones, la clave es no dejar a nadie atrás. Los cambios profundos necesitan soluciones para las personas y los territorios que se pueden ver perjudicadas en un primer momento por estos cambios y este es uno de los retos para transitar a un futuro sostenible.

Si el resultado final son vidas mejores más que de decrecimiento deberíamos hablar de economía del buen vivir, vamos a seguir creciendo pero no en la acumulación de objetos que en muchas ocasiones no necesitamos, creceremos en aquellos aspectos que hacen nuestras vidas mejores.

Como bien sabemos la forma de nombrar lo que hacemos construye nuestro pensamiento y si el objetivo final es cambiar lo que nos lleva a un colapso medioambiental y a más desigualdades por otras opciones con la vida en el centro y con el objetivo de no dejar a nadie atrás, creo que a algo así no lo podemos llamar decrecimiento.

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