Plan económico y ecológico familiar

No hay mal que por bien no venga. La crisis financiera mundial desatada hace una década y la apremiante necesidad de tomar medidas que permitan recuperar los ecosistemas y el restablecimiento del equilibrio natural del planeta, al margen de lo que decidan los dirigentes mundiales, exigen que reduzcamos nuestro gasto económico. Pero no debe tratarse de una medida temporal y tomada como una triste obligación. Es una gran oportunidad para cambiar nuestra relación con el dinero y, por tal motivo, de experimentar otra forma de vida menos materialista, más plena y mucho más satisfactoria.

Vicki Robin y Joe Dominguez explican en su libro “La bolsa o la vida” un programa para transformar nuestra relación con el dinero. Su objetivo es construir un estilo de vida coherente y saludable, que sea a su vez respetuoso con el entorno y satisfaga las verdaderas necesidades propias y las de los demás. Seguirlo representa no sólo gastar menos y ahorrar más, sino evaluar los valores personales y modificar los hábitos de consumo, liberando tiempo y energía para dedicarlos a la familia, los amigos, las aficiones, la vida espiritual y el servicio a la sociedad.

Pocas personas son conscientes de cómo han llegado a su actual círculo vicioso de ingresos y gastos. Lo más frecuente es que la relación con el dinero se inaugure con la paga semanal que obteníamos durante la adolescencia. A menudo se obtenía por obedecer a los padres o cuidadores y se destinaba a conseguir pequeños placeres inmediatos entre la abundante oferta de la sociedad de consumo. Una vez emancipados, la lógica continúa con la motivación añadida de vivir libres e independientes para crear el propio hogar. Si encontramos un empleo más o menos estable, comenzamos adquiriendo un vehículo, quizás una vivienda y también otro tipo de objetos. Con cada uno de ellos parece que sentimos como nuestra autoestima se refuerza.

Si las circunstancias son mínimamente favorables y los ingresos aumentan, entonces perseguiremos unas cuantas comodidades más: una casa más grande, una segunda vivienda, un coche más potente y, si fuese el caso, otro coche para la pareja, una moto para el hijo, televisión más moderna, muebles mejores, más electrodomésticos, móviles y ordenadores más avanzados, etc, etc, etc. La escalada consumista no tiene fin. Pero al mismo ritmo, también aumenta el estrés derivado del trabajo para sostener los ingresos y las preocupaciones que generan tantas posesiones. Al final, resulta que cada vez estamos más estresados y muy lejos de realizarnos como personas, las relaciones con los demás se van enturbiando y los sueños de la niñez y la adolescencia nada tienen que ver con la vida que llevamos.

En algún momento de nuestra vida superamos el punto de inflexión en la curva de la satisfacción, cuando teníamos todo lo necesario y el estrés no era excesivo. Descubrir el punto en que ya tenemos suficiente es una de las claves del programa que se aconseja en “La bolsa o la vida”. Cuando conseguimos ser independientes de las presiones sociales, obtener una renta suficiente para vivir llega a convertirse en un pasatiempo y no en una dificultad. Con más tiempo liberado, podemos desarrollar habilidades para vivir de manera sencilla, más autónoma y divertida. Además, establecemos lazos constructivos con otras personas, a las que podemos ayudar y que a su vez también estarán dispuestas a ayudarnos cuando sea necesario. Cuando alcanzamos esa situación ideal, obtenemos una serie de beneficios. El primero de ellos es la tranquilidad mental. Una vez nuestra vida está en orden, el temor a no tener suficiente dinero para sobrevivir se desvanece. Donde había miedo aparece la ilusión por explorar los caminos del crecimiento personal y espiritual. Aunque esta relación no es de causa y efecto en una sola dirección, pues los caminos de desarrollo espiritual también ayudan a encontrar soluciones económicas. De esta forma, conseguimos reducir las deudas hasta eliminarlas y aprendemos a vivir sin necesidad de ellas, por lo que desaparece la gran inquietud de tener que trabajar para pagar las deudas presentes y futuras. Solo tenemos que ocuparnos de gastar lo que realmente necesitamos en el presente, ahorrando para las posibles necesidades futuras.

En “La bolsa o la vida” se explican varios pasos para alcanzar el bienestar económico y personal. Al principio la atención se concentra en adquirir consciencia sobre cómo se utiliza la energía vital y de qué modo el consumo de objetos está relacionado con la destrucción de la naturaleza. Es un proceso similar al de aprender a ir en bicicleta. Al empezar parece muy difícil, pero con la práctica se controla de manera intuitiva el impacto sobre el entorno con cualquier decisión económica que tomamos.

El primer paso que Vicki Robin y Joe Domínguez aconsejan consiste literalmente en saldar cuentas con el pasado. Hay que calcular cuál es nuestro patrimonio neto. Para ello, sumaremos todo el dinero, tanto en efectivo como en cuentas o inversiones, más el valor actual de mercado de los bienes inmuebles y otros. A la cantidad resultante, le restaremos las deudas para averiguar lo que tenemos realmente. Este primer paso nos ayudará a tomar consciencia de cuál ha sido el fruto de nuestros esfuerzos y de nuestro estilo de vida. A continuación, calcularemos cuánto dinero estamos ganando realmente en la actualidad y cuánto ingresamos a cambio de nuestro tiempo y esfuerzo. Por un lado, sumaremos los ingresos anuales; por otro, todos los gastos y, finalmente, el tiempo aproximado que dedicamos a cada cosa incluyendo los desplazamientos y las comidas fuera de casa. El objetivo es saber realmente cuánta energía y tiempo nos cuesta lo que ganamos cada día o cada hora, simplemente restando los gastos a los ingresos y aplicando unas sencillas reglas que se pueden encontrar en otro magnífico libro, “Simplicidad radical” de Jim Merkel, donde se encuentran unas útiles tablas para realizar las anotaciones y los cálculos.

Seguramente no será posible prescindir inmediatamente de todo lo que antes parecía necesario, pero se puede establecer un plan gradual. Si es el caso, este plan tiene que ser consensuado por todos los miembros de la familia. Una buena idea sería que cada miembro se encargue de diseñar un plan para ahorrar en un aspecto determinado. Alguien puede encargarse de la lista de la compra; otra persona del gasto de luz y agua, y una tercera del transporte, por ejemplo. Cada plan debe proponer las medidas que hay que tomar y fijar unos plazos. Es probable que algunas de las propuestas, para llevarse a cabo con éxito, requieran aprender nuevas habilidades, como podría ser el aprender los rudimentos básicos de la agricultura para gestionar un pequeño huerto familiar, por ser una actividad realmente ecológica y económica. Por ejemplo, si vemos que tenemos un gasto excesivo de agua, podemos empezar por revisar la instalación por si hubiera pérdidas que pasan desapercibidas, así como tomar consciencia de los hábitos de higiene: cerrar el grifo mientras nos cepillamos los dientes, nos afeitamos o nos enjabonamos en la ducha.

La lista de las pequeñas cosas que se pueden hacer para eliminar gastos es demasiado larga para enumerarla. Si no disponemos de tiempo suficiente para ello, un aspecto muy importante a tener en cuenta para ahorrar tiempo y dinero, además de reducir el impacto ambiental, es resolviendo varios asuntos a la vez con menos esfuerzo. Por ejemplo, si queremos hacer ejercicio físico para mejorar la salud, en lugar de ir al trabajo en coche, bus o moto, podríamos desplazarnos en bicicleta, que además de ecológico es mucho más económico en tiempo y dinero, al permitirnos ahorrar la cuota del gimnasio y los gastos del vehículo, además de ganar tiempo para otras cosas. Otras decisiones, sin embargo, pueden ser más complicadas, como las relacionadas con el puesto de trabajo y con la vivienda. El trabajo puede estar demasiado lejos del domicilio, ser poco rentable o poco satisfactorio. La vivienda quizá sea demasiado grande, muy costosa o esté mal ubicada. Es responsabilidad de cada uno de nosotros tomar la decisión que sea más coherente con nuestros valores y posibilidades.

En cualquier caso, antes de tomar una decisión que se limite al ámbito personal y familiar, vale la pena considerar el gran recurso que supone compartir. En el caso de la vivienda, los proyectos compartidos disminuyen considerablemente los costes del alquiler o de la compra, así como de los gastos de mantenimiento, electrodomésticos, limpieza y alimentación. En el caso de los vehículos, compartir desplazamientos y costes también es más económico y ecológico.

Ahorrar no siempre significa reducirlo todo a la mínima expresión. Es obtener lo máximo a partir de lo mínimo o, dicho de otro modo, disfrutar de una gran calidad de vida con un esfuerzo razonable y provocando un impacto ambiental lo más reducido posible. Por otro lado, gastar menos dinero y trabajar menos tiempo tampoco implica una idealización de la miseria. El bienestar es una aspiración legítima del ser humano, pero se trata de buscarlo donde realmente se encuentra, es decir, en las relaciones personales, en cubrir las necesidades materiales básicas y en satisfacer las necesidades espirituales auténticas.

1 Comment

  1. se puede necesitar menos dinero y paradogicamente asi, mejorar la calidad de vida,
    .
    se puede hacer queso en casa : cocer leche hasta casi hervida y añadir un vaso grande de vinagre eco, colar,moldear en un tuper, luego cocer al vapor
    se puede con leche eco desnatada sin sal …personalizado a nª necesidad

    se pueden hacer velas, tricotar, huerto, yogur, regalos, etc etc etc
    no es mucho, pero es algo da confianza , ilusiona etc etc

    banca solidaria ( triodos y ibercaja que no desahucian ) ,cooperativas de ahorro tipo caja ingenieros o caja laboral,
    sacar dinero de la caja en cuanto llegue la nomina ,
    a poder ser sin domiciliaciones,

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