Pepe Sedano: “Mauthausen era un campo de exterminio, pero con una particularidad: lo era por el trabajo”

Entrevistamos a Pepe Sedano, colaborador de NR, escritor e investigador que ha escrito varios trabajos sobre la deportación de los republicanos españoles a los campos nazis, con el que conversamos sobre su último libro: “De la Axarquía a Mauthausen. El largo viaje de Juan Gutiérrez Pérez (1906-1941)”

Por Angelo Nero

Pepe Sedano es un escritor e investigador especializado en la deportación de los republicanos españoles a los campos nazis, dedicando especial atención a los que procedían de su Almería natal. Con una proa en la que prima su vocación didáctica, en la que se delata su formación en magisterio, Pepe nos acerca a una realidad que se nos antoja ajena, ya que el bombardeo de imágenes de Hollywood sobre los campos de exterminio nazi nos ha fijado un relato en el que solo aparecen historias sobre el holocausto judía -sin duda uno de los más espantosos crímenes contra la humanidad-, pero donde no se visibilizan otros colectivos, como los republicanos españoles, que buscaron, tras la derrota, refugio en Francia.

Pepe lleva ilustrándonos sobre este capítulo desconocido de nuestra historia en una larga e interesante serie, en las páginas de NR. Asimismo es autor de un puñado de libros centrados en personajes que vivieron el horror de los campos nazis. De una de sus últimas obras, “De la Axarquía a Mauthausen. El largo viaje de Juan Gutiérrez Pérez (1906-1941)”, hablamos con nuestro colaborador a continuación.

El largo viaje de Pepe Sedano hasta convertirse en el experto “detective de la Memoria” que ahora nos habla a través de sus libros y de sus artículos, comenzó ya en su infancia, cuando comenzó a coleccionar unos fascículos que se publicaban en un diario sobre la Segunda Guerra Mundial. ¿La curiosidad que se despertó en aquel niño es la que sigue guiando las investigaciones que realizas en la actualidad?

Efectivamente, pero yo diría que aumentada en unas cuantas veces más. Tiene su explicación. Al principio la curiosidad por saber un poco más te va llevando a unos estadios que nunca pensabas que ibas a llegar. Con el tiempo esos estadios quedaron obsoletos porque la investigación ha sufrido muchos cambios, para bien desde luego. Ahora tienes una herramienta que en aquellos primeros momentos no existía: internet. Y a través de éste tienes todos los archivos del mundo –o casi todos-, en el monitor de tu PC. Antes algunos archivos estaban cerrados para algunos. Ahora ya existe accesibilidad para la mayoría de ellos. Por eso la curiosidad ha ido en aumento año tras año y creo que lo será hasta el fin de mis días.

He leído que el origen de este libro es bastante curioso, ya que comienza cuando se destapa el caso de Enric Marco, el presidente de la Amical de Mauthausen en España, que nunca había estado en un campo de concentración nazi. Cuéntanos, Pepe, como es esta historia que dio inicio a tu libro.

Tienes razón. Así ocurrió realmente. Cuando Benito Bermejo destapó la impostura del señor Marco, que a la sazón –como dices-, era nada más y nada menos que el Presidente de la Amical de Mauthausen en España, que había recorrido Institutos y Universidades dando conferencias sobre lo que fue la deportación española a los campos de concentración nazis durante la II Guerra Mundial, que se lamentaba de haber estado deportado en el campo nazi de Flossenburg (Alemania) y aquel año de 2005, en los primeros días de mayo, cuando iba a ir al campo de Mauthausen el propio Presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero –la primera vez que lo hacía un Presidente de España-, y es en aquel momento cuando Benito Bermejo hace llegar a la dirección de la Amical de Mauthausen un dossier completo demostrando la impostura de este hombre. No le quedó más remedio que aceptar que era un impostor, que nunca había estado deportado en Flossenburg, que sí era cierto que había estado en Alemania pero trabajando en las fábricas de producción de armamento para el ejército alemán.

Esto provocó en la sociedad española gran alboroto, las redes sociales estaban a tope con este tema, la prensa escrita también se hizo eco al igual que la intelectualidad de nuestro país. El nobel peruano Vargas Llosa, entre otros, alababa la valentía de Benito Bermejo al descubrir esta impostura y lo animaba a seguir investigando por si existían más casos como éste.

En una página de internet -que no recuerdo-, me encontré con un correo electrónico en el que hacía un llamamiento desesperado alguien que preguntaba con vehemencia si le podían dar señas de su abuelo que estaba desaparecido desde una última carta recibida por la familia en 1940 estando en un campo de refugiados francés. Contesté a ese correo de inmediato diciéndole que me diera el nombre y apellidos de su abuelo por si podía darle alguna información. Así lo hizo. Juan Gutiérrez Perea era el nombre de esta persona que su nieta –porque era una mujer quién lo preguntaba-, intentaba saber qué había sido de él. Miré en la documentación que yo tenía sobre los deportados españoles a diferentes campos de concentración y allí me lo encontré. Había muerto en Gusen, un kommando de Mauthausen, casi terminando el año 1941. A través de ella se enteró toda la familia que Juan, su abuelo, había fallecido, había sido asesinado realmente, en ese lugar del norte de Austria. Fue, desde luego, un gran shock para toda su familia. Por fin –después de tantos años-, tenían la afirmación que nunca hubieran querido escuchar pero que, desgraciadamente, era la verdad. Se habían enterado por mí. Yo realmente también lo sentí como si de un familiar mío se hubiera tratado.

A través de la biografía de Juan Gutiérrez y de su militancia sindical y de su compromiso político, dibujas un interesante fresco de la época, de esa Axarquía a comienzos del siglo XX donde, como en muchos lugares de Andalucía, comenzaban a soplar vientos de libertad. ¿Cómo era esa Axarquía en la que Juan empezó a alimentarse de esos vientos de cambio y a poner su granito de arena para hacerlos crecer?

La Axarquía del primer tercio del siglo XX poco difería de cualquiera otra comarca andaluza de aquel tiempo. Tengamos en cuenta que es una zona completamente rural, agrícola, salvo los núcleos costeros de alguno de sus municipios que, como es lógico, se dedicaban y aún continúan haciéndolo, a la pesca. Sus gentes, llegado el momento, habían dado su juventud por la patria, tanto en Cuba como en Filipinas, y continuaron haciéndolo en Marruecos (Alhucemas, Gurugú, Barranco del Lobo, Monte Arruit, Annual…). El cambio llegó con la proclamación de la Segunda República. Comenzaron a notar mejorías aquellos que nunca las habían visto tan cerca de sus casas y la vida social, en cada una de las localidades que componen esta comarca, bullía tanto en relación con nuevas iniciativas participativas como en vivir la política del día a día como si estuvieran en el mismísimo centro donde se gestaba ésta. Los braceros y jornaleros, que habían trabajado de sol a sol con el cacique de turno, lo siguieron haciendo pero en otras condiciones más razonables.

Juan, como no podía ser de otra manera, que había vivido estas carencias familiares desde que vino al mundo, que había crecido sintiendo lamentos –día tras día- en casa, cuando se proclamó la Segunda República ya era un socialista convencido y había alcanzado un grado dentro de la ejecutiva local. Todo su ahínco lo ponía en defender a los más desfavorecidos para que todos gozaran de las ventajas que había traído este cambio de gobierno. Ya no eran las fuerzas vivas las que gobernaban en Benamargosa, su pueblo, donde vio la luz por primera vez. La oligarquía que había campado a sus anchas estaba ahora desaparecida o al menos lo parecía. Juan, a su manera, también estaba poniendo –como se dice-, su granito de arena para que existiese una sociedad más justa.

Juan busca un horizonte profesional en el cuerpo de carabineros, y se mantiene fiel a la República a la que prestó juramento, tras el golpe militar de agosto del 36. Con un exhaustivo trabajo de investigación vas siguiendo los pasos del protagonista del libro durante toda la guerra,¿cómo ha sido esa tarea de documentación para poder articular esta historia, porque ahora hay mucho material digitalizado, pero creo que tu empezaste a recopilar información por correspondencia en tus primeras investigaciones sobre la deportación y aprovechando tus vacaciones para visitar los campos en busca del rastro de otros que siguieron la misma suerte que Juan Gutiérrez?

Sí, desde que empecé hasta que el libro sobre Juan fue escrito, pasaron muchos años. Años en los que fui haciéndome de un corpus documental que fue una herramienta estupenda para poder conformar esta historia. Es cierto que desde el momento que la familia supo por mí que Juan había muerto en 1941, su nieta, Mari Ángeles Domínguez Gutiérrez (hija de Antonia, la niña que Juan no pudo conocer porque se fue de casa cuando su esposa Mariana estaba embarazada de ella), puso en mis manos toda la documentación que, sobre Juan y sobre la familia de Mariana, guardaban en casa, así como alguna otra de la iniciativa de Mariana por querer saber, en los años 70, qué había sido del paradero de Juan. Fue una documentación interesantísima que sin ella no se hubiera podido completar toda la historia que se cuenta en ese libro.

A lo largo de estos años de investigación es cierto que he estado en varios países viendo lugares históricos y campos de concentración aunque, realmente, mi primera salida por este tema fue cuando me fui a Francia, en septiembre de 1981, a hacerle una entrevista a un paisano mío que había sido deportado al campo de concentración de Dachau (Alemania) y había sobrevivido. Residía en Laguepie, 100 km. al norte de Toulouse. Ya tenía yo correspondencia con él, se presentó la ocasión y aparecimos en su casa. Estuvimos un día con él, le grabamos dos cintas de magnetofón contándonos su odisea en Dachau y nos volvimos a España. Esa entrevista, más otra documentación de Archivos franceses, alemanes y españoles sirvió para publicar su historia (“Deportado a Dachau … y sobrevivió. Lorenzo González Salmerón, un virgitano en la tormenta”). O el caso de un chico de Roquetas de Mar (Almería), que murió con 21 años también en Gusen, cuya historia la he publicado en un libro que se llama “Boceto en gris sobre fondo azul. Emilio Cañadas Rendón, de Roquetas de Mar, muerto en Mauthausen con 21 años”… En fin… he escrito mucho sobre este tema y lo que está por salir.

No solo has investigado la suerte de Juan Gutiérrez durante la contienda, sino que también has querido poner el foco en la represión que sufrió su familia, como tantas en toda la península¿Quisiste ilustrar, a través de la suerte que corrió su esposa, Mariana, y su familia, lo atroz de la represión franquista en Andalucía?

Desde luego que sí. La historia de Mariana y su familia es más triste aún que la pérdida de su marido. Hay que tener en cuenta que a Mariana le fusilan a su padre (por el simple comentario de “la vida da muchas vueltas y puede que en otra ocasión estéis de otra manera”, cuando prendieron a su segundo hijo para fusilarlo), pero también lo hacen con sus dos hermanos, Juan y José. Además su marido, Juan, marcha con la “Desbandá de Málaga” y le deja un niño pequeño, Juan, y embarazada de la que se llamará Antonia cuando nazca. Ella con su esfuerzo tuvo que sacar adelante a estas criaturas y no fue fácil, menos en tiempos de guerra y de la postguerra que casi fue peor que la primera.

Una vez que la guerra de España terminó vino una época de oscurantismo, de vendetta, de sinrazón. Lo que no pudieron hacer con los hombres que habían marchado al exilio porque sabían lo que les esperaba una vez que la guerra la ganasen –como pasó-, los insurgentes, los golpistas, la hicieron con sus esposas, hijas, con toda la familia. De todos es conocido el loco espectáculo que se dio en todas las localidades al día siguiente, y posteriores a la firma de aquel último parte de guerra. La venganza tuvo cara de mujer: rapadas al cero, casi desnudas, entre vejaciones, golpeadas, vilipendiadas, escupidas… el aceite de ricino corrió como la pólvora dándole a beber a estas mujeres para que sus intestinos se rebelaran contra ellas mismas y fueran dejando un rastro que les envilecía, aún más de lo que ya estaban pasando. Mariana fue una de ellas. Como es natural tuvo que dejar el pueblo donde había vivido toda su vida hasta ese momento y marchó hacia Vélez Málaga con sus dos vástagos: Juan y Antonia, pequeños. Allí dejaría su vida pensando que, tal vez, Juan no había muerto y que se había juntado con una francesa. Nunca supo que Juan había muerto a temprana edad.

Cientos de miles de españoles cruzaron la frontera ante la caída del frente republicano, buscando un refugio que distaba mucho de ser seguro. Muchos fueron detenidos en campos de internamiento, como Juan. ¿En qué condiciones estaban los españoles en esos campos franceses?

Al principio mal puesto que el gobierno francés no había previsto que le iban a entrar en su territorio 500.000 personas que huían de Cataluña, que se iban a juntar con las alrededor de 100.000 que habían entrado antes procedentes de Asturias, Cantabria, País Vasco, Navarra y Aragón y que, a su vez, se sumaban a las 200.000 que habían ido a Francia, antes de que comenzase la guerra, por emigración económica. Comenzaron a erigir “campos de refugiados” (algunos historiadores los definen como auténticos campos de concentración) a todo lo ancho del sur francés, desde Irún hasta Perpignan. Si se puede llamar campo de refugiados a una playa que está rodeada de alambre de espino por tres lados y el cuarto lado es donde rompen las olas del mar, que por suelo tenga la arena de la playa y que por techo tenga el cielo raso… ese fue el campo de refugiados tan famoso de Argelés-sur-Mer, en las Landas francesas. Otros campos como Vernet d’Ariege, Noè, Bram, Gurs, Septfonds, Saint-Cyprien, Le Barcarés, Rivesaltes, Adge, no cumplían los mínimos que se necesitan para estar medianamente confortable en esas circunstancias…

Conforme el tiempo fue pasando se fueron levantando barracones de madera (algunos ya los tenían, los menos) y poco a poco se fueron adaptando al personal que, en tromba, les había entrado por cualquier paso de la frontera con España. En algunos de ellos algunos refugiados tuvieron la posibilidad de trabajar en los alrededores del campo, bien en la agricultura, bien en la albañilería, bien en canteras o alguna que otra pequeña empresa. Pero la mayoría de ellos no hacían nada desde que se levantaban hasta que llegaba de nuevo la noche y tocaba dormir. Desayuno escaso, comida suficiente al medio día y un poco de cena era el día a día en todos y cada uno de esos campos. Hay que tener en cuenta que desde el principio, para la población francesa, los que habían entrado en su país era lo peor de lo peor de España, eran, como les llamaron, “indeseables”. Esos “indeseables”, llegado el momento, liberarían París y ayudarían a expulsar al ejército alemán de su territorio.

Juan Gutiérrez pasó de un auténtico calvario, después de sufrir los rigores de la guerra, la derrota y el exilio, y los campos franceses, para descender finalmente a los infiernos de los stalag, los campos nazis, de donde la mayoría no retornaron. Además de narrar ese trágico camino, de campo en campo, cada uno peor que el anterior, en tu libro haces una completa y detallada descripción sobre cómo eran estos stalag, a través de relatos de los propios presos, y de diversa documentación. ¿Había una diferencia tan grande entre los campos de internamiento franceses, como el de Septfonds y los stalag nazis, por los que pasó el protagonista de tu libro?

Hay que tener en cuenta que un Stalag (formado por la unión de las palabras Stamm y lager, cogiendo las tres primeras sílabas de cada una), es un “campo de prisioneros de guerra con graduación de suboficial a soldado raso”, porque los de oficiales tenían otra denominación. La diferencia es que en estos últimos los vigilantes son soldados de la Werhmacht, o sea, del ejército alemán. En los campos franceses apenas existían vigilantes y estos eran de la gendarmería aunque es cierto que en algunos otros los vigilantes eran de la guardia senegalesa, los llamados “Spahis” que sí tenían “malas pulgas” –como alguien comentó-. La diferencia no se puede decir que era abismal pero sí existía. Había más vigilancia y estaban de otra manera en los stalags que en cualquier campo francés. Es cierto que entre todos los campos franceses destacó el de Septfonds, cerca de Montauban, donde murieron 81 españoles (aún permanecen enterrados allí). La vida en él era más rígida que en otros y era el que mejor adaptado estaba en cuanto a barracones y otros servicios, también es verdad que era uno de los más masificados porque era, igualmente, de los más grandes que se habían erigido.

Finalmente Juan Gutiérrez, como la mayoría de los republicanos españoles detenidos en los stalag, es enviado a un campo de concentración cuyo nombre asociamos con el genocidio: Mauthausen. Ese era uno de los peores destinos en los que podías caer, todos hemos leído sobre las penalidades de los presos que trabajaban en su cantera, pero ¿era un campo de exterminio, propiamente dicho?

Sí, era un campo de exterminio, tal y como significa la palabra y sus acepciones, pero con una particularidad: lo era por el trabajo. Les explico. El día 20 de enero de 1942, en las afueras de Berlín, junto al lago Wansee, hay un palacete con el mismo nombre del lago. Allí se reunieron, en esa fecha, algunos gerifaltes del III Reich para poner en práctica la “Solución final”. Esto no era otra cosa que preparar un documento, un protocolo, que sirviera de modelo para llevar a la práctica, es decir, el cómo se va a hacer desaparecer a todos los judíos de Alemania y de la Europa bajo el régimen nazi. Bajo la presidencia de Reinhard Heydrich, el número dos de la SS, y la secretaría de Adolf Eichmann, responsable de la Sección IV.B4 de las SS –que se encargaba de la preparación de los convoyes con deportados a los diferentes campos de concentración-, y otros altos responsables de diferentes áreas de poder, tanto de las SS como del propio partido nazi, aprobaron las bases de cómo llevar a la práctica esta idea de acabar con los judíos en Europa. A este documento se le llamó el “Protocolo de Wansee”. Entre otras cosas estipula la erección de diferentes campos dedicados, exclusivamente, a hacer desaparecer esta raza del territorio europeo. Para ello clasifican los campos. A estos de nueva construcción (serían los famosos campos de Auschwitz II-Birkenau, Treblinka, Chelmno, Majdanek, Sobibor, Stuhof y Bergen), se les dio la III categoría (matar por matar). También estaba en esa misma categoría el campo de Mauthausen (pero, en este caso, la muerte llegaría por el trabajo. Es decir, que morirían poco a poco con el esfuerzo de su trabajo diario para bien del Reich y de las SS –esta organización funcionaba como un Estado dentro del propio Estado, o sea, el alemán-). Por eso Mauthausen era un campo de exterminio pero en él se aprovechaba hasta el último aliento del prisionero.

El protagonista de esta historia muere, después de 14 meses, en Mauthausen, 14 meses en el infierno, expuesto al hambre y al frío, y obligado a agotadoras jornadas de trabajo. ¿Encontraste testimonios de cómo fueron sus días en ese campo nazi, a través de prisioneros españoles que compartieron su desgracia?

En mi libro “De la Axarquía a Mauthausen…”, he escrito que no sabemos por él –su rastro se nos pierde en el campo de Septfonds que es donde escribió aquella carta en 1940-, su trayectoria vital hasta que llegó a Mauthausen y de aquí a Gusen. Pero nos ha servido, y cómo, lo que publicó Ramiro Santisteban, uno de los componentes del Kommando Poschacher, en su libro “Amanece en París” (escrito por Paloma Sanz). Ramiro está con Juan en el campo de Septfonds. Tanto Juan como él son trasladados el mismo día, en la misma Compañía de Trabajadores Extranjeros, y al mismo lugar, próximo a la frontera con Alemania. Cuando los alemanes entran en Francia por el bosque de las Ardenas, estas CTEs que estaban por la zona son hechas prisioneras y todos sus componentes enviados a un Frontstalag primero y a un Stalag después. Más tarde pasarán por dos Stalag más antes de llegar al campo de Mauthausen. Y llegan juntos, en el mismo convoy, señal inequívoca que están corriendo caminos paralelos. Por donde va pasando uno, va el otro acompañándole. Llegan el mismo día a Mauthausen. A partir de aquí sus vidas se bifurcan. Ramiro queda en el campo principal y Juan es enviado a Gusen donde, al poco tiempo de llegar dejará su vida.

También te detienes en uno de los capítulos en los verdugos de Mauthausen, y me parece muy importante hablar de ellos, porque es de justicia descubrir la historia de las víctimas, como Juan, pero no debemos de olvidar tampoco a los victimarios. Sin embargo, muchos de ellos no cumplieron grandes condenas. ¿Fue la justicia hasta cierto punto benévola con los criminales de guerra nazis?

Sí que lo fue. La justicia quiso dar un escarmiento ante los ojos del mundo con los principales gerifaltes nazis: Goering, Hess, Von Ribbentrop, Jodl, Keitel, Streicher, Kaltenbruner, Frank, Saukel, Speer, Doenitz … etc. Después del juicio de Nürenberg, llegarían una serie de juicios en Dachau y en otras localidades donde fueron pasando los diferentes comandantes de campos de concentración y algunos de sus súbditos en esos campos, al igual que a las mujeres SS que también fueron juzgadas y condenadas. Respecto a otros responsables la verdad es que tanto Francia como Alemania habían hecho un acuerdo tácito en que entendían que ya habían muerto demasiadas personas durante la guerra como para continuar matando. No es que dejaran a un lado a los culpables que aún permanecían escondidos o en paradero desconocido. Si tenemos en cuenta que hasta el propio Vaticano sirvió para que, a través de sus gestiones, bastantes nazis con muchos cargos incriminatorios sobre ellos pudieran huir a Sudamérica. Que cuando llegó el momento de juzgar a los perpetradores de la masacre de Oradour-sur-Glane, por ejemplo, que la mayoría de ellos eran voluntarios franceses –de Alsacia- que se habían inscrito en las SS y componían la mayor parte de la Segunda División Panzer de las Waffen SS, -la “Das Reich”-, intervino el Presidente Degaulle para que fuesen condenados a lo mínimo y al poco tiempo amnistiados (otro tanto pasó al otro lado de la frontera, o sea, en Alemania, con el beneplácito del Presidente Adenauer). No hay que olvidar la labor que realizó el deportado a varios campos, judío, Simon Whiesental, que se convirtió hasta su muerte en “caza nazis” y llevó ante la justicia a varios cientos de ellos. No pagaron por sus hechos muchos de los que sí tenían que haberlo hecho, esa es la triste realidad.

En NR nos estás ofreciendo una serie de artículos sobre los españoles deportados a los campos nazis, ¿podemos intuir que esto forma parte de un futuro libro de Pepe Sedano?

Habéis intuido bien. Lo que en principio iban a ser doce artículos para completar un año asomándome a vuestra ventana, tuvo que convertirse en más porque se quedaba bastante corto de todo lo que había que contar. Esos artículos los escribí de una vez y han llegado hasta 31. Hasta ahora solo se han publicado 14, lo que quiere decir que aún quedan 17. Ahora bien, he decir también que esos 31 artículos se han convertido en 31 capítulos, con sus correspondientes imágenes cada uno, y con varias colaboraciones que hasta este momento he alcanzado la página 300 (sin las colaboraciones). Sí, se publicará un libro que ya tiene título y portada. El libro se publicará bajo el título de: “Rotspanienkämpfer” (combatientes de la España roja). Espero que esté en la calle para el segundo trimestre de 2024.

Los interesados en éste o en cualquier otro título de mis publicaciones puede dirigir su petición a mi correo electrónico que es: elgaleote@yahoo.esTambién pueden asomarse en Facebook a mi muro “Sedano Moreno” o a mi grupo “Pepe Sedano Mauthausen”.

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