Por Richar
Cuando hablamos de tecnología automáticamente empezamos a hablar del efecto que tiene sobre el empleo o de cómo ha cambiado la tecnología nuestra manera de relacionarnos y organizarnos socialmente. Además al hablar de estos hechos normalmente siempre se le suelen dar, de manera explícita o implícita, connotaciones morales a la utilidad/función de la tecnología en nuestra sociedad.
Estos debates a su vez generan diversas controversias debido a la diferencia de opiniones que hay al respecto de dichos hechos. Por otra parte, dependiendo de la opinión que se tenga sobre la relación entre el empleo y la tecnología o de las bondades, o no, de la misma, se suelen recomendar una serie de medidas u otras.
Debatir sobre estos hechos sin previamente pararnos a observar los mecanismos que intervienen en la materialización de los mismos es un grave error. Por ello el papel de un científico social no es fijarse en los aspectos superficiales y explicar lo que observa, sino analizar las interrelaciones y los mecanismos que están detrás de esas apariencias, para así entender mejor el funcionamiento de los fenómenos sociales. Por tanto para analizar el papel de la tecnología y sus efectos en el mundo actual tenemos que analizar como usa el sistema en el que vivimos la tecnología, es decir como el modo de producción capitalista incorpora las innovaciones tecnológicas en el proceso de producción. De modo que lo importante es el uso de la tecnología en el marco de una economía capitalista.
En el capitalismo la competencia entre los capitalistas es uno de los factores clave para entender las dinámicas que surgen en el mismo. Esta competencia brutal e intensa se manifiesta en el hecho de que cada capitalista individualmente quiere ganar una porción cada vez mayor, y creciente, del mercado; es decir quiere ampliar su cuota de mercado. Por tanto lo que quiere el capitalista es ser cada vez más competitivo que el resto. Para incrementar su competitividad hace uso (entre otros instrumentos posibles) de la tecnología. Al introducir la tecnología en el proceso de producción se pueden producir más mercancías en un menor tiempo. Este capitalista que ha incorporado la tecnología en su proceso de producción puede introducir más mercancías que el resto de competidores haciéndose cada vez con una mayor porción del mercado, es decir se ha vuelto más competitivo. De esta manera el capitalista que ha añadido la innovación tecnológica a su proceso de producción ve incrementar sus beneficios. “Así, lo que para el empresario innovador representa un incremento de beneficios, para la economía en general supone un riesgo, ya que en su interior late la amenaza de un posible descenso progresivo de la masa global de valor”. (*)
La dinámica por tanto que se produce en el sistema debido a la competencia y a la búsqueda de rentabilidad es que la masa de valor vaya disminuyendo al introducir las innovaciones tecnológicas; poniendo en jaque al propio sistema en el sentido de que la masa de valor cada vez será menor y por consiguiente cada vez será más costoso el proceso de valorización del valor. El problema de valorización del valor históricamente se ha ido compensando con diferentes mecanismos como puede ser la expansión del mercado interno (fordismo), el mercado externo (colonialismo) o el uso del capital financiero. Dichos mecanismos cada vez se vuelven más ineficientes para compensar la caída de la masa de valor y esto es lo que explica en parte que las crisis sean más recurrentes, la desigualdad crezca, los salarios caigan o el propio auge de las finanzas que comenzó hace ya cuatro décadas.
La tecnología nos abre la posibilidad a unas condiciones de vida muchos mejores, en el sentido de que podemos dedicar más tiempo al ocio que a trabajar ya que somos más productivos.
Si la tecnología en tiempos pretéritos fue un obstáculo que impedía el desarrollo de las fuerzas productivas y uno de las principales restricciones a sortear para superar los problemas que se daban en los diferentes modos de producción anteriores al capitalismo; en el sistema actual es un límite interno de primer orden. Que sea un límite interno de primer orden no nos tiene que llevar per se a conclusiones catastrofistas. El reconocimiento de dicho límite nos permite comprender mejor la lógica capitalista y sus manifestaciones, posibilitándonos dar explicaciones más completas y profundas.
Este es el uso de la tecnología en el modo de producción capitalista y es en base a esta lógica donde debemos encuadrar el debate del empleo, la renta básica o el hecho de si es buena o mala la tecnología para la sociedad. Solo así; se pueden entender las explicaciones bastantes certeras que exponía el propio Marx; como por ejemplo: “considerada en sí, la máquina abrevia el tiempo de trabajo; mientras que utilizada por los capitalistas, lo prolonga”, “en sí es una victoria del hombre sobre las fuerzas de la naturaleza, pero empleada por los capitalistas impone al hombre el yugo de las fuerzas naturales” o “considerada en sí aumenta la riqueza del productor, pero cuando la emplean los capitalistas, lo pauperiza”. (*)
La tecnología, por tanto, nos abre la posibilidad a unas condiciones de vida muchos mejores, en el sentido de que podemos dedicar más tiempo al ocio que a trabajar ya que somos más productivos. También nos abre la posibilidad de producir todo lo necesario para la población de manera respetuosa con el medio ambiente. También nos abre un abanico de posibilidades inmensas en el ámbito de la medicina. La lista de las posibilidades es prácticamente infinita, pero lo único seguro es que mientras vivamos en un sistema donde la rentabilidad y la competencia dominen la brecha entre las posibilidades y la realidad seguirá siendo enorme.
(*)Citas cogidas del artículo de Astarita: https://rolandoastarita.blog/2018/01/28/marxismo-y-reformismo-frente-al-cambio-tecnologico/
Se el primero en comentar