Por Luis Aneiros @LuisAneiros
Una mañana de hace muchos años, disfrutando de un fin de semana de acampada solitaria en lo más profundo de un monte gallego, desperté con una insoportable sensación de sed. La botella de agua que traía conmigo no estaba dentro de la tienda, y recordé entonces que la había dejado fuera, entre la tienda y el doble techo, para que se mantuviera fresca. De lo que no me di cuenta en su momento fue de cerrarla, así que la botella permaneció toda la noche abierta y a la intemperie. No me fié y, antes de proceder a saciar mi sed, que era mucha, preferí mirar dentro y, como sospechaba, no sólo había agua en aquella botella. Así que, ante la poco gratificante presencia de aquél bichejo dentro, decidí que, por mucha sed que tuviera, era preferible no beber, ya que estaba convencido de que las consecuencias serían peores que la sed.
Si esta historia (totalmente verídica) fuera un antiguo cuento infantil, traería consigo una enseñanza en forma de moraleja. Y, desde mi experiencia personal, sería que, por mucho que desees algo, hay momentos en los que es mejor renunciar a ese algo, ante la posibilidad de salir perjudicado.
Creo que España está viviendo un momento muy parecido en estos momentos. Su sed es la necesidad de un cambio profundo a todos los niveles, políticos, sociales, económicos, laborales, de relación con las instituciones, etc… Su botella de agua es una posibilidad de un nuevo gobierno que cada vez es más real, y que podríamos ver como algo a nuestro alcance en un futuro cercano. Pero su bicho es la certeza de que ese futuro no es el que ofrecen unas terceras elecciones en diciembre. Es comprensible que la necesidad de expulsar al PP del gobierno nos lleve a apurar todas las posibilidades que se nos presentan, y que estemos dispuestos a pasar por una tercera cita electoral antes que permitir que sigan conduciendo este país a su manera. Pero ser realista es una virtud cuando tener la razón no sirve de nada. El calendario juega a su favor. La gente de la calle, la que lleva en su memoria genética aquello de “que gobiernen ellos”, los que quieren lo que tienen y lo quieren para siempre, el votante que busca la tranquilidad que le da el Partido Popular, se está cansando del vodevil que protagonizan otros. El mensaje que, poco a poco, está calando en muchos españoles, es que los que buscan un cambio están dispuestos a lo que sea con tal de conseguirlo, lo cual no es precisamente la mejor imagen posible. A Ciudadanos sólo le queda pactar con los taquígrafos del Congreso de los Diputados, y su presidente envía mensajes contradictorios cada tres días, desde el “jamás” hasta el “por el bien de España”, pasando por el “todo podría ser”. Unidos Podemos no ha conseguido calar su mensaje de la urgencia del cambio, y no ha convencido ni al PSOE, que se cree beneficiado de todo esto, ni a los electores, algunos de los cuales creían en la condición beatífica de sus dirigentes, y se han asustado ante la imagen de Pablo Iglesias hablando de asuntos terrenales como ministerios o negociaciones.
A Ciudadanos sólo le queda pactar con los taquígrafos del Congreso de los Diputados, y su presidente envía mensajes contradictorios cada tres días
Y este es el punto en el que nos encontramos ahora. Tenemos sed y queremos beber de la botella de agua, pero le hemos visto el bicho dentro. Y, llegados a esta situación, solo nos queda una salida, la única que no nos haría correr el riesgo de enfermar: si el PSOE, como ha repetido en innumerables ocasiones, se niega a un acuerdo (muy complicado, por otra parte) con UP y los nacionalistas, lo mejor es dejar que el PP gobierne. Cualquier cosa menos bebernos el agua, que serían unas terceras elecciones. Esas terceras elecciones están contaminadas, son una trampa ponzoñosa y sólo beneficiarían al PP… y ellos lo saben. ¿Por qué, si no, firmarían un pacto con Ciudadanos basado en seis puntos que jamás han estado dispuestos a cumplir? ¿Por qué, si no, Rajoy se presenta a una investidura que sabe perdida, a diferencia de la anterior ocasión, en la que no estaba tan seguro de sus posibilidades electorales? ¿Por qué, si no, el segundo día del debate presenta a todos a Pablo Iglesias como verdadero jefe de la oposición, manteniendo con él un debate mucho más vivo y detallado que con Pedro Sánchez? Simplemente porque le constan el hundimiento de Ciudadanos, el descenso del PSOE y un aumento de sus propios resultados. Y le constan por algo que todos sabemos: el ascenso de la abstención. No descartemos la mayoría absoluta, así que la pregunta es obvia: ¿es eso lo que queremos, un PP más fortalecido o, incluso, con mayoría absoluta?
Permitir que el PP consiga la investidura, dejar que gobierne en minoría, pero no una minoría cualquiera, sino una minoría en la que el posible apoyo interesado de los partidos nacionalistas (PNV o Unió) ya no le serviría de nada, como fuera en tiempos de González o Aznar. Una minoría que, evidentemente, supondría una mayoría absoluta de la oposición, de esa nueva oposición que habla de unidad frente al PP, pero que no sabe o no quiere reflejarla en un acuerdo de gobierno. Pues bien, que sea en un acuerdo de oposición… Que impongan su criterio en cada sesión del Parlamento, lleven sus propuestas previamente pactadas, y ganen las votaciones. Que obliguen al gobierno a llevar a cabo los cambios necesarios y que, durante los próximos cuatro años, los españoles vean el fruto de una nueva política, de una nueva manera de gobernar. Y que no se preocupen, no somos estúpidos, sabremos apreciar quién tiene el mérito, quién ha hecho las cosas bien y descubriremos las ventajas de otro gobierno en el futuro. Pero hoy, esta semana, estos meses y el 25 de diciembre, los españoles no van a cambiar sus gustos y les van a hacer pagar el haberles obligado a beber de una botella de agua que tenía un bicho dentro, con la excusa de quitarles una sed que muchos de ellos no reconocen tener.
Es verdad… ¿Y si esa fórmula se convierte en una nueva oportunidad para el bipartidismo? ¿Y si PSOE y PP deciden jugar de nuevo a ser los únicos que cuentan, y terminan utilizando su posición y la facilidad de uso de Ciudadanos para marginar a partidos como Unidos Podemos? Es una indeseada posibilidad pero… ¿peor que una más que posible mayoría absoluta del PP?
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