Opinión | Tribulaciones regias del ayer

Por Juan Manuel Vidal, Ilustración de Bezerradas Nocturnas

Gracias a Plutarco llegó hasta nuestros días ese célebre aforismo del Divino Cayo Julio César según el cual “la mujer del César no solo debía ser honrada, sino también parecerlo”, en clara alusión a la necesidad de guardar las apariencias por resultar insuficiente la presunta realidad.

A lo largo de las últimas semanas se ha venido a confirmar una retahíla de relaciones extramatrimoniales de nuestro regente emérito que, en su día, fueron un secreto a voces, pero que fueron oportunamente enterradas bajo un espeso manto de silencio y hoy han visto definitivamente la luz por las venganzas personales entre miembros de seguridad del Estado, servicio de espionaje, afines oportunistas y cazadores de dotes.

Lo que en su día formó parte de una rumorología tan extendida como los chistes de Eugenio o las canciones de Camilo Sesto, ahora se difunde, con luz y taquígrafos, de manera puntillosa.

La prensa, que siempre ha exigido libertad de expresión, se aplicó a si misma una censura sin paliativos en un descarado encubrimiento.

Hablamos de un material que jamás se habría publicado sin el escarnio de un amplio sector de la prensa promonárquica, proborbónica, aunque más exactamente projuancarlista. Con la honrosa excepción de aquel intento de El Mundo en el verano de 1992 por sacar una de las muchas historias, que fue rápidamente cercenada desde arriba y su director reprendido en silencio. Desde entonces, veinticinco años atrás, no se había vuelto a hablar de la susodicha.

Lo que me preocupa excepcionalmente es que, si bien los ciudadanos corrientes no teníamos acceso ni conocimiento preciso de esas informaciones, sí lo tenían muchos colegas periodistas que guardaron un escrupuloso silencio, diría aún más, un mutismo, una especie de Omertá o ley del silencio, que hoy resulta incomprensible. La prensa, que siempre ha exigido libertad de expresión, se aplicó a sí misma una censura sin paliativos en un descarado encubrimiento.

Indigna que se hable del derecho a la intimidad y a la vida privada, cuándo estas acciones lo que evidencian es una falta de pulcritud, vamos, que no han sido precisamente acciones en beneficio del Estado.

No estamos hablando de unas vacaciones familiares en los Alpes, ni de una escapadita del matrimonio para celebrar su aniversario. Es imprescindible que esas actividades se correspondan con la seguridad financiada públicamente.

El trato dispensado y la discreción ¿forman parte del peaje de la Transición como mal menor necesario? ¿acaso otras monarquías y repúblicas no han tenido debilidades análogas y han sido aireadas sin reparo alguno?

En cualquier caso, no es una banalidad propia de la prensa amarilla que una alta magistratura pueda ser chantajeada, porque el chantaje no es a la persona, sino a lo que representa. Hoy, ya fuera de la responsabilidad y de la ética, queda el legado estético y ese boato no debiera ser sufragado por la ciudadanía

Ni siquiera sus palabras de arrepentimiento pueden saciar la vergüenza ajena patria. No fue un error, ni un desliz, fue mucho más grave, pero ¡póngale sustantivo Vds!

No eran secretos de Estado, eran las correrías del mismísimo jefe del Estado, que Vd y yo, y ése y aquél que mira para allá, las abonamos de nuestros impuestos, solo por ser quien era el otrora egregio personaje.

Que se haya comentado con cierta condescendencia por parte de algunos acólitos, solo habla de su escasa autocrítica. No se trataba de desvelar operaciones policiales que pusieran en peligro detenciones, ni de descubrir adquisiciones empresariales de altísimo calado para la economía nacional, ni de desmontar inversiones extranjeras beneficiosas para la ciudadanía por el afán de informar. No eran secretos de Estado, eran las correrías del mismísimo jefe del Estado, que Vd y yo, y ése y aquél que mira para allá, las abonamos de nuestros impuestos, solo por ser quien era el otrora egregio personaje.

No soy de moral pacata, ni soy timorato, ni puritano, ni mojigato. Que cada uno fornique con quien le dé la gana o con quien pueda o con quien le deje. Pero si no es con el/la propio/a que luego no vengan dando lecciones de ética, de moral, imponiendo su criterio por la altura de sus principios, solo porque se hayan ocultado sus andanzas para ignorancia colectiva. Si se las hubiera pagado de su bolsillo, “allá humo de pajas”.

Es muy difícil liderar con integridad cuando se mantiene engañado a todo el mundo. Decía Abraham Lincoln que “se puede engañar a todo el mundo algún tiempo…se puede engañar a algunos todo el tiempo…pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Ya abdicado, solo es un vago recuerdo y sus enredos solo chismes para incluirlos con los de sus predecesores.

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