Corrupción, una palabra que por sí sola resume varios de los males de nuestro país y que en los últimos años focaliza gran parte de la actualidad política. Que España es un país consumido por la corrupción es un hecho objetivo y demostrado, no se trata de restarle importancia.
Que la política denuncie la corrupción siempre será positivo, el problema surge cuando se utiliza el discurso de indignación por la corrupción para validar todos tus argumentos y es tu mayor arma para convencer del voto y atacar a tu enemigo. Sintetizando; el “vótame a mí que yo no soy corrupto”, “tenemos que eliminar a los corruptos del manejo del dinero público”, “el PDCAT es un partido corrupto que utiliza el proceso catalán para eludir las consecuencias”, te hace renunciar al plano ideológico y a debates que la izquierda jamás debe evitar, incluso cuando es la derecha la que plantea ese escenario, en eso no cabe duda. El caso más claro es el de la identidad nacional. Es la derecha, desde el golpe de Estado del 36, la que ha hecho prevalecer por la fuerza y la represión durante ochenta años y seguimos contando, su idea de España. El proceso catalán, cuestionando la indivisibilidad de la nación impuesta en la constitución por la bota militar durante la “modélica transición” es un ataque directo a la idea de país del nacionalismo español y lo más importante, a las estructuras sobre las que se asienta, como la monarquía y la burguesía. Querer hablar de la agenda social catalana, importantísima no cabe duda, cuando está candente la identidad nacional y el derecho de autodeterminación hace ver que evitas plantear tu ideario al respecto, por miedo a la reacción del electorado del resto de la nación o por no tener un mensaje claro, en definitiva, cálculo electoral para no definirse. Se puede defender un referéndum para realizar un proceso no unilateral pero entendiendo que el Estado opresor no ha dado otra alternativa más que la unilateralidad. En cualquier caso, la defensa de la libertad y los ataques que violan derechos humanos como los sufridos por los políticos catalanes deberían ser denunciados con mayor fuerza.
La corrupción por tanto, no puede ser la palabra mágica para que cale tu discurso. Si el Partido Popular no fuera corrupto, cosa difícil de imaginar lo sé, no harían unos presupuestos más sociales, no dejarían de recortar en sanidad, no subirían más las pensiones, no aumentarían más el SMI, no harían una fiscalidad más justa que recaudara más de las grandes empresas, no perseguiría el gran fraude, no aumentarían la inversión en I+D+I, no industrializarían el país, no invertirían más en educación, no harían una reforma laboral para favorecer a los trabajadores etc. Y no lo harían porque no lo hacen en función de si son corruptos o no, sino en función de su ideología capitalista neoliberal. Por tanto cuando se les ataca solamente diciendo que son corruptos se deja de lado la confrontación de ideas, vital para que la izquierda pueda desarrollar su argumentario y su base teórica y lo pero de todo, se contribuye a la estigmatización de tu raíz marxista, comunista y socialista. Cuando se habla de abstracciones como “los de arriba y los de abajo” se olvida que lo importante es PORQUE DEFIENDES A LOS DE ABAJO CONTRA LOS DE ARRIBA. Es comprensible que se deba adaptar el discurso, no se puede hablar de la noche a la mañana de materialismo dialéctico, marxismo y socialismo científico, pero eliminarlo y despreciarlo para ofrecer un discurso sin fondo que no plantea alternativa más que atenuar las desigualdades intricaras del sistema para muchos no es suficiente y me incluyo.
No darse cuenta de este error implica convertirse en una izquierda de postín, con un discurso débil, fácilmente superado por las banderas y el discurso oportunista y demagógico del fascismo.
No solo es corrupción es también degradación, desolación y destrucción de la razón y el ser de un país, nación o patria. España está abocada a desaparecer como sociedad y motivo para vivir.
El mal no existe, pero la maldad persiste en el PP, C´s y el PSOE y sus aledaños, jueces, magistrados, académicos, periodistas, tertulianos, catedráticos todos ellos organismos de aniquilación masiva. Toda una epidemia de malvados.