El periodista vasco continúa en prisión incomunicada a 2.500 km de su familia y sin ninguna prueba sobre la mesa que justifique las acusaciones de Polonia. Sus compañeros de Máster, que forman el grupo de apoyo @FreePabloGonz, nos hablan de él
Por Kazetariak / Asociación Vasca de Periodistas
Conocimos a Pablo en 2009, en el Máster de Periodismo Multimedia de El Correo. No pasó inadvertido para nadie: su corpulencia, su imponente voz, su acento y, sobre todo, su forma de ser hicieron que todos nos fijáramos en él desde el inicio. “Estas semanas no paro de recordar la primera clase que compartimos”, evoca Mónica. “Estábamos juntos en el grupo de redacción. Nos fuimos presentando uno por uno, todos tímidos, hablando para nosotros y casi sin saber qué decir. Y de repente llegó el turno de Pablo. Desde una esquina de la sala se oyó su vozarrón, hablando con mucha seguridad, de una manera relajada y convencido de lo que decía: quería ser reportero de guerra. En ese momento pensé en el coraje que debía tener para querer vivir la guerra en primera persona. Siempre que me acuerdo de él revivo ese momento”.
Divertido, vacilón, directo y sin filtro. Así es Pablo González. También muy buen amigo, leal, generoso… y una caja de sorpresas: cuando llegó el 23 de abril, día de Sant Jordi, sorprendió a todas sus compañeras con una rosa, como manda la tradición en Cataluña, su otra tierra. Así se fue descubriendo durante los 9 meses que vivimos, literalmente, en los bajos de las antiguas instalaciones del periódico. Quien haya hecho un Máster sabe lo que une esa convivencia y cómo se llega a conocer a las personas. Y Pablo fue uno de los ejes vertebradores de esa experiencia. No había ocasión que dejara escapar: una cena tras una intensa jornada, un café a mediodía, una noche de fiesta por Bilbao, un fin de semana en un camping, una quedada en Aste Nagusia… y quien ha mantenido el contacto con él durante estos 13 años sabe que sigue siendo igual de sociable y espontáneo. “Durante un tiempo, estuve viviendo en Barcelona”, relata Maribel. “La madre de Pablo vive allí, y cada vez que venía a visitarla, me llamaba casi a última hora: ‘Ei, que estoy delante de tu trabajo. ¿Hacemos algo?’. Esos ‘hacemos algo’ de Pablo sabes cómo empiezan, pero no cómo acaban, aunque nunca falta ni una buena mesa ni unas grandes risas”.
Una curiosidad insaciable
No sabe estarse quieto. Ni en su tiempo libre, ni en su vida profesional. Siempre anda pensando en proyectos, en nuevos desafíos en los que embarcarse para saciar su enorme curiosidad y su necesidad de estar ocupado. “Durante los meses del Máster tuve con él una relación cordial. Pero al acabar, cuando cada uno inició su camino profesional, Pablo se puso en contacto conmigo para un proyecto digital en el que estuvimos varios años trabajando codo con codo”, recuerda Alex. “Afianzamos mucho nuestra amistad, y su ímpetu por descubrir algo nuevo cada día nos llevó a vivir momentos inolvidables, como el viaje que hicimos junto con Juan -otro compañero del Máster- a Irán. Pensamos en publicar algún reportaje sobre la vida de los iraníes que conocimos, pero nuestra falta de contactos en ese momento lo impidió. Esa aventura fue una experiencia muy enriquecedora que nos unió aún más”. Era enero de 2014. Unas semanas después, Juan y Pablo viajaban a Ucrania por primera vez. El Euromaidán ocupaba portadas en todo el mundo y fue la primera vez que los análisis de Pablo y el seguimiento que hizo en redes sociales tuvieron una cierta relevancia en diferentes medios. Era el inicio de su carrera como periodista especializado en el espacio post-soviético.
Pablo siempre tiene presentes a sus masterianos. «Cuando supe que había creado una publicación online y que había pensado en mí para trabajar me hizo mucha ilusión», asegura Vanesa, haciendo referencia a una de las iniciativas que Pablo puso en marcha hace algunos años. «Fue claro, como siempre. Me dijo que, como estaban empezando, no podría pagarme como le gustaría, pero que me compensaría trabajar en un medio sin censura. Con ese argumento tan suyo me convenció enseguida».
Tras mucho trabajo y sacrificios personales, Pablo empezó a ser conocido en la profesión. Cada vez era más habitual encontrar sus informaciones en medios muy diferentes. Empezaron sus constantes viajes por las ex-repúblicas soviéticas y podía pasar mucho tiempo sin tener contacto directo -nos enterábamos dónde se encontraba por sus reportajes-, pero siempre nos agradecía que le tuviéramos presente. “Hacía tiempo que no sabía de él, pero no dudé en mandarle un mensaje en cuanto le vi cubriendo para La Sexta el éxodo de ucranianos en la frontera polaca: ‘Buen trabajo. Me alegro de verte. Cuídate’. Le hizo mucha ilusión”, detalla Oiane. “Sabemos lo difícil que es ganarse la vida como periodista freelance y más en el caso de quienes quieren contar la realidad de lo que viven a pie de calle y no se conforman con el relato que algunos Gobiernos quieren vender”.
Ninguno de nosotros podía esperar que, apenas unas horas después de esos mensajes, la historia daría un giro inesperado. El 28 de febrero de 2022 Pablo fue detenido y encarcelado en Przemyśl, en la frontera de Polonia con Ucrania, acusado de ser un espía ruso. Incomunicado, desamparado, a más de 2.500 km de su familia y sin que ninguna autoridad española esté dando la cara por él. Una situación tremendamente injusta que nos genera una enorme impotencia. Hace apenas unos días, la Fiscalía polaca solicitó prolongar otros tres meses más su detención preventiva, hasta finales de noviembre. Mentiríamos si dijéramos que esta decisión nos ha pillado por sorpresa. El abogado de confianza de Pablo, Gonzalo Boye, está convencido de que el único motivo para mantenerlo en prisión es la falta de pruebas, ya que siguen interrogándole con el objetivo de quebrar su voluntad.
Pavel no es un alias
Estos seis meses de pesadilla solo han traído una cosa buena: el reencuentro de sus compañeros de Máster. El día que supimos de su detención, quienes teníamos más relación con él nos pusimos en contacto para compartir las novedades que pudiéramos ir conociendo. Todos nos dedicamos o nos hemos dedicado al mundo de la comunicación y el periodismo. Así, hemos tirado de agenda y contactos para buscar respuestas y dar un poco de luz al caso. “Reconozco que en los primeros momentos tras su detención llegué incluso a dudar”, asume Juan.El desconcierto era máximo, pero después de analizar las acusaciones y ver que las pocas pruebas aportadas tenían una explicación lógica y legal, coincidimos en que aquello era una locura y que pronto se darían cuenta del tremendo error. “El trato brutal por parte de las autoridades polacas (detenido por fuerzas de élite, incomunicado y en prisión preventiva) y el silencio alrededor del caso no eran un buen presagio”, admite. “Pero luego me puse a repasar mentalmente nuestros más de 10 años de viajes juntos, y llegué a una conclusión clara: es absolutamente imposible que Pavel sea un espía ruso, por muchas y variadas razones”. Sí, Pavel, así le llamamos las personas que le queremos. Y no, no es su alias.
Pablo González es periodista. Licenciado en Filología Eslava por la Universidad de Barcelona cuenta, además, con un Máster de Estudios Estratégicos y Seguridad Internacional, otro de Periodismo Multimedia y está realizando el doctorado en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad del País Vasco. Lleva más de 10 años cubriendo noticias en zonas de conflicto y tiene amplia experiencia en temas relacionados con las antiguas repúblicas soviéticas y Rusia. En calidad de experto, ha participado en numerosas jornadas y charlas, así como en cursos especializados en historia y geopolítica de estas zonas. Incluso en algún libro. Y, por si fuera poco, en la última década ha creado varios proyectos digitales de información y entretenimiento en los que hemos colaborado muchos de nosotros, el último Eulixe, una publicación digital de la que es cofundador y director.
Por lo tanto, decir que Pablo aprovecha su condición de periodista para espiar para Rusia es no conocer su trayectoria profesional lo más mínimo. “No, Pavel no es un espía. Y los que lo conocemos lo tenemos muy claro. Además de no encajar lo más mínimo en ese perfil y saber que no tiene formación ni dotes para ser militar, en ninguno de nuestros viajes se guardó información de ningún tipo”, asegura Juan. “Tampoco tenía ningún interés oculto o extraño en recopilar información que pudiera ser útil para Rusia. Es más, en algunos de sus textos se puede intuir su contraposición al autoritarismo de Putin, y más claramente su firme posicionamiento antibelicista”.
Medio año sin Pablo
Este 28 de agosto se han cumplido seis meses de su detención. Seis meses sin apenas noticias suyas. “La última vez que estuve con Pavel fue, aquí, en Madrid. Vino a pasar unos días con su hijo y me pidió que le recomendara algún hotel cerca de mi piso para juntarnos después del trabajo”, recuerda Alex. “Le vi a finales del año pasado”, explica Maribel. “Como de costumbre, me llamó de improviso. Estaba comiendo al lado de mi casa, en Bilbao, y fuimos a tomar el café juntos. Iba a pasar algún tiempo en Nabarniz, pero ya tenía en mente su siguiente viaje y muchos planes para 2022. Siempre bromeábamos sobre lo poco que se le veía el pelo por casa. Para nada podíamos sospechar lo que iba a suceder”.
No ha habido un solo día que sus amigos hayamos dejado de tenerle presente, de indagar sobre su situación, de buscar nuevas vías para dar visibilidad a su caso. Durante este medio año, la única forma que hemos tenido de hacerle llegar directamente nuestro apoyo incondicional y nuestro cariño ha sido a través de cartas. “El día que abrí el buzón y vi que tenía una carta de Polonia, se me saltaron las lágrimas”, confiesa Maribel. “Y después de leerla, la sensación que nos quedó a todos fue de alivio. Porque reconocimos al 100% a nuestro amigo. A pesar de llevar tantos meses de encierro, su humor se mantiene intacto y su fuerza le está permitiendo sobrellevar esta situación mucho mejor que a cualquiera de nosotros”. En esa misiva, nos agradece que no le hayamos dejado solo: “¡Grandiosos los masterianos!”, escribe Pablo. “Según me cuentan, de las pocas noticias que me llegan, habéis estado allí al pie del cañón con mi caso. No sé si podré agradeceros del todo algún día. Es increíble saber de tu tierra y los tuyos tras tantas semanas de incomunicación. Sigo estando en lo más parecido al Guantánamo polaco, pero ves que mi fuerza mental me permite afrontar este y otros desafíos”.
Esas palabras llenas de fuerza son las que, seis meses después, con una página web explicando su caso, una cuenta de Twitter a modo de diario y más de 41.000 apoyos en Change.org, nos mantienen unidos al grito de #FreePablo y pidiendo un juicio justo para que pronto nuestro amigo esté de vuelta a casa.
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