La solución a este problema radica en condenar enérgicamente sus agresiones, en promover un diálogo político respetuoso y evitar que aquellas personas que ven España como su territorio de caza obtengan poder político.
Por Isabel Ginés y Carlos Gonga | 10/04/2024
El crecimiento de los partidos de ultraderecha en España, sobre todo de uno en concreto, ha suscitado un debate sobre el resurgimiento del fascismo en el país. Este partido de extrema derecha ha ganado terreno en los últimos años, especialmente debido a su posición antiinmigración, a su fervor nacionalista y a su retórica conservadora. Esta expansión ha generado cierta inquietud en diversos sectores de la sociedad, ya que se teme que su ideología pueda estar fomentando la discriminación y la violencia.
La retórica de este partido y de varios grupos ultraderechistas ha sido objeto de críticas por propiciar la división social, por dirigirse contra minorías como la gente inmigrante, las personas con ideología diferente o la comunidad LGTBI+. Esto ha provocado tensiones en la sociedad española y se han registrado incidentes violentos vinculados a grupos simpatizantes de este partido fascista. Los discursos incendiarios de los políticos que lo representan y la promoción del enfrentamiento han contribuido a crear un clima de fractura y de hostilidad en el país.
Además, la presencia de grupos de extrema derecha o fascistas en concentraciones públicas y eventos políticos ha levantado preocupación por el incremento de la violencia en España. Se han documentado casos de agresiones físicas y verbales, así como de actos vandálicos perpetrados por individuos afiliados a ideologías fascistas. Estos sucesos han activado las alarmas sobre el peligro que supone el renacimiento del fascismo para la estabilidad y la convivencia en España.
El discurso polarizante, la incitación al señalamiento y al conflicto por parte de este partido, junto con los incidentes de violencia asociados a grupos afines ideológicamente a este, han despertado preocupación sobre la amenazada que la normalización del fascismo representa actualmente para la sociedad española. Es esencial abordar este problema de manera firme, así como trabajar en favor de la tolerancia y del respeto plural para evitar que la nación caiga en una atmósfera de división y de violencia.
La extrema derecha en España ha intensificado sus mensajes de odio y su agresión contra sus oponentes políticos, respaldada por grupos mediáticos y agitadores a sueldo que generan mentiras diversas, manifestaciones y noticias falsas o fake news con total impunidad. Aunque esta la violencia verbal se ha común desde la presencia de Vox en las instituciones, ahora se ha desbordado con aliados gubernamentales que no logran enfrentarla ni marcarle límites. La protección y la impunidad de los ultras se ha mantenido durante décadas y es ahora cuando se está haciendo mucho más evidente que hace unos años.
Pocos líderes políticos han defendido con firmeza a las víctimas de las agresiones verbales, de las agresiones físicas y de las amenazas de la extrema derecha. Poca gente que se dedique a la política se ha pronunciado con contundencia defendiendo a La Costa Nostra, el colectivo antifascista castellonense que recibió el mes pasado una agresión indiscriminada por parte de nazis encapuchados en un concierto al que acudió gente de todas las edades, o defendiendo a políticos, diputados o gente que ha sido víctima de sus constantes amenazas o de agresiones físicas o verbales.
Grupos neofranquistas y neonazis operan abiertamente, algunos de ellos incluso con estatus de utilidad pública y con beneficios fiscales, manifestándose con símbolos franquistas y amenazando a la prensa, así como a oponentes ideológicos o políticos.
La extrema derecha está ganando terreno con el beneplácito de la derecha en las instituciones españolas y sus partidarios están volviendo a salir de caza; la izquierda debe plantarle cara, debe defender sus propias ideas y el territorio y criticar a su vez lo que hacen mal, enfrentando su secretismo, su falta de humanidad y sus intentos de boicotear los derechos humanos. La izquierda debe enfrentar con datos las mentiras de la extrema derecha e ignorar sus provocaciones; debe señalar a la ultraderecha para que la gente sepa quiénes son, qué hacen y entienda cómo únicamente buscan crispar y engañar para permanecer en el poder sin más.
En España, actualmente, encontramos asociaciones de extrema derecha que no solo no han sido ilegalizadas sino que también han sido favorecidas. Un ejemplo de ello es la ultracatólica HazteOir, que inexplicablemente fue subvencionada y ha sido declarada de utilidad pública; los nostálgicos franquistas de La Falange, Falange Española de las JONS, o numerosos grupos ultras o grupúsculos que, unidos con su nostalgia de décadas atrás en las que el fascismo no tenía límites, su intolerancia y su consecuente violencia campan a sus anchas, ya sean en el fútbol, en partidos o en entidades.
La solución a este problema radica en condenar enérgicamente sus agresiones, en promover un diálogo político respetuoso y evitar que aquellas personas que ven España como su territorio de caza obtengan poder político. El supuesto patriotismo de la ultraderecha española ama la tierra pero no a toda su gente. Una España que se radicaliza es una España donde resulta difícil hacer y mantener políticas en beneficio del pueblo y de los derechos humanos, una España donde todas y todos perdemos.
La izquierda debe poner límites al fascismo, ya que la derecha solo le tiende la mano y no es de extrañar que coincidan en decisiones políticas en varias comunidades. Y es que, para la extrema derecha, no es su amor a España tan grande como su pasión por el poder.
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