Nigeria, la perfecta metáfora africana

Los ataques wahabitas, siguen también sin detenerse, y de manera constante se produce ataques contra unidades militares y población civil.

Por Guadi Calvo / Línea Internacional

Mientras la histeria occidental, no deja de clamar a Rusia, por sus acciones en Ucrania, y abiertamente y sin el menor recato, desde los centros del poder otanista se anuncia nuevos envíos de armas para las turbas fascistas de Volodímir Zelenski, como única intención de prolongar una guerra prácticamente terminada, con el resultado obvio desde el comienzo de la contraofensiva. La victoria rusa, no sobre el pueblo ucraniano sino sobre su presidente quien, montado sobre las promesas de la Unión Europea y la OTAN, y la más fenomenal alianza política, militar y mediática que intenta y seguirá intentado destruir Rusia por cualquier medio para que los Estados Unidos libremente sigan decretado sobre lo sagrado y lo profano en el mundo entero.

Mientras esto sucede, las mismas políticas de la especulación y la mentira que se aplican en Ucrania siguen provocando más muertes en cada lugar del mundo en que Washington tenga intereses por nimios que sean y mucho más todavía si puede perjudicar las políticas de sus enemigos rivales, se llamen Rusia, China, Irán, Corea del Norte, Cuba, Nicaragua o Venezuela.

Desde hace décadas occidente ha convertido a Medio Oriente, en el epítome de la inestabilidad, con conflictos armados que parecen haberse eternizado: Palestina, Irak, Siria y Yemen. Una vez más el Pentágono, parece tener un nuevo plan para Asía Central, región en la que tras sus veinte años de guerra no ha dejado amigos. Después de haber logrado desplazar al Primer Ministro pakistaní Imran Khan, tras un golpe travestido de constitucionalismo, ahora lentamente comienza a encender la frontera con Afganistán (Ver: Los demonios juegan en la frontera afgano pakistaní).

Esas mismas políticas aplicadas a África, donde casualmente China y Rusia tienen importantes intereses estratégicos y económicos, han llevado al continente a estar bajo el constantes fuego de los grupos asociados al Daesh y al-Qaeda, que desde el martirio del coronel Gaddafi en octubre de 2011, no han dejado de crecer en volumen de fuego y extenderse en una geografía que ya alcanza desde el Atlántico al Indico y desde el Magreb, hasta lo más profundo del África Subsahariana, lo que no solo ha provocado las consiguientes matanzas, el desplazamiento de millones de personas, a los que le sigue epidemias y hambrunas, sino guerras civiles como en Etiopia, República Centroafricana y Sudán del Sur, una nueva oleada de golpes de estado: Sudán, Mali, Burkina Faso y Guinea, aunque también se podría sumar a esa lista el Chad, donde tras la muerte del dictador Idriss Déby, su hijo el general Mahamat Déby, desplazó al parlamento, anuló la constitución dictada por su padre y asumió el gobierno bajo el beneplácito de Francia y todos sus aliados. Lo que no ha provocado ninguna protesta, ninguna campaña mediática y muchísimo menos una mínima sanción a sus verdaderos responsables: el poder colonial que nunca se ha retirado en verdad, ni ha permitido el desarrollo de sus antiguas colonias.

En el marco de la eterna tragedia africana, Nigeria, el país más poblado del continente con 206 millones de habitantes y un norte musulmán y un sur cristiano y animista, es una de las naciones más afectadas por los elementos que son la moneda corriente en todo el continente y podrían simplificarse en tres elementos: corrupción crónica, delincuencia común y terrorismo rigorista.

Quizás el grupo Boko Haram, sea una de las bandas terroristas más famosas del universo fundamentalista en todo el mundo, por golpes espectaculares como el secuestro de las 276 alumnas de un colegio en Chibok, en abril de 2014. Aunque su lista de crímenes, que no ha dejado de crecer desde 2009, es tan extensa como sangrienta, en la que abundan acciones mucho más tremendas de la que le dio fama mundial.

El grupo llegó a la cúspide de su historia guiado por el alucinado Abubakar Shekau, muerto finalmente en mayo del 2021 en un enfrentamiento con sus ex hermanos de la Willat de África Occidental del Estado Islámico (ISWAP), escindidos en 2015.

Desde la desaparición de Shekau y la presencia cada vez más importante del ISWAP y en menor medida otra de las escisiones: Ansaru o Vanguardia para la protección de musulmanes en las tierras negras, Boko Haram ha entrado en un cono de sombras, aunque la letalidad de sus acciones no ha menguado, por lo que se cree que la organización se encuentra en un proceso de reformulación, habiendo pasado de luchar por una falsa yihad, a lisa y llanamente convertirse al bandolerismo, un tipo de crimen con numerosos antecedentes en Nigeria, que en estos últimos años según investigaciones de los Estados Unidos: “Los bandas criminales en Nigeria han logrado tan capacidad que ya no necesitarán la colaboración de los grupos integristas para realizar grandes operaciones”.

Por los que las tres organizaciones terroristas, que nacieron y se desarrollaron en el noreste del país están intentando expandirse al noroeste, donde operan históricamente bandas de delincuencia común y con alguna de ellas ya habría montado un remedo de Joint Venture, cuya primera operación habría sido el secuestro de trescientos internos de una escuela en Kankara, un pueblo del estado de nordestino de Katsina, en diciembre de 2020. Ese tipo de bandas no se articulan en bloques y mucho menos cuentan con un mando central, en el caso de Kankara, Shekau, habría pautado el secuestro y los rescates posteriores con Auwalun Daudawa, uno de los líderes más prominentes de las bandas del noreste del país, quien sería asesinado, en un ajuste de cuentas entre criminales, a fines del abril del año pasado.

A pesar de que tanto Shekau, como Daudawa estén muertos, se cree que ambas organizaciones han planeado algo similar a lo de Kankara, en un hecho inédito en la violenta historia de Nigeria, el asalto al tren de la Nigeria Railway Corporation (NRC), el pasado veintiocho de marzo, en horas de la noche. El tren que se dirigía desde la capital del país, Abuja, hacía Kaduna, capital del estado del mismo nombre, en el noroeste de Nigeria, un trayecto de poco menos de 200 kilómetro, que se cubre en casi cuatro horas, fue atacado por un grupo de cien hombres, que se movilizaban en motocicletas, como habitualmente los hacen las bandas fundamentalistas del occidente africano, moda a la que rápidamente se había adaptado el grupo, en tiempos del emir Shekau.

Previo al asaltó, las cargas explosivas colocadas en las vías, a la altura de la localidad de Katari, a 88 kilómetros de Abuja habría provocado serios daños a la formación, la que debió detenerse, para ser rápidamente asaltada, donde se produjeron una serie de muertos que no ha llegado a determinarse exactamente, algunas fuentes hablan de ocho, otras de once en su mayoría personal de maestranza y de seguridad. El número que fuera no dejaba de ser muy bajo atendiendo la virulencia de la operación y que en el tren viajaban más de setecientas personas. A casi un mes del hecho, ninguna organización de las que operan en la región Boko Haram, ISWAP o Ansaru, jurado enemigos entre ellos, se han adjudicado el ataque.

¿Reconversión o estrategia?

Si bien el asalto al tren es una novedad era una consecuencia casi lógica de los delincuentes ya que el tránsito por ruta entre ambas ciudades, ha mermado en previsión de los constantes asaltos de grupos armados, cualquiera sea su origen. Ya que los ataques no solo se reducen al robo de los viajeros, sino también al secuestro por los que después se pagan importantes rescates. Según una investigación realizada por una consultora radicada en Lagos, la antigua capital de Nigeria, se calcula que entre 2011 y el 2020, se han pagado liberaciones por 18.34 millones de dólares. Delito que en estos dos últimos años ha ido en permanente crecimiento, por lo que la cifra total puede ser sustancialmente mayor.

En vista de esa realidad el presidente Muhammadu Buhari en julio de 2016, inauguró la línea Abuja-Kaduna, financiada por China. El estado de Kaduna es un importante centro industrial y administrativo, la que le da relevancia estratégica y económica, ya que no solo es puerta de entrada al norte del país, fundamentalmente musulmán, sino que es un centro de entrenamiento militar y de planificación de seguridad para todo el país por lo que cuenta con varios aeropuertos, bases militares y terminales ferroviarias.

En los días inmediatos al ataque, fueron oficialmente reportados como desaparecidos, 26 pasajeros, información surgidas días después estiran la cifra a un centenar, número nuevamente rectificada la semana pasada donde ya se habla de 168 desaparecidos con la presunción de que nuevamente ha sido un trabajo entre Boko Haram junto a criminales locales, principalmente de la etnia fulani, enfrentados al gobierno central por la falta de atención a sus demandas y la preponderancia que se les dan a los hausas la etnia más numerosa del país.

Los ataques wahabitas, siguen también sin detenerse, y de manera constante se produce ataques contra unidades militares y población civil, uno de los más importantes se produjo el pasado jueves en un mercado del estado de Taraba, donde el ISWAP, en represalia por vender alcohol, detonó una serie de explosivos. lo que produjo, entre muertos y heridos, unas treinta víctimas.

A lo que hay que sumarle otros cien muertos tras una explosión de un depósito clandestino de crudo en el delta del río Níger, donde a pesar de las extraordinarias riquezas que esa región guarda, explotada por compañías extranjeras, grandes porciones de población deben apelar al robo y la refinación ilegal de crudo para poder subsistir. Una metáfora perfecta de la historia africana.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

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