Mujeres en lucha: La revuelta de las faeneras. Málaga, 1918

El Perchel

Aunque fue la subida del precio del pan el empujón que llevó a las mujeres a la lucha, detrás de ello había una grave crisis que no solo afectaba a la capital malagueña, sino que se extendía por todo el país.

Por Raquel Zugasti Villar | 9/01/2025

Este enero de 2025 se cumplieron 107 años del inicio de la revuelta que protagonizaron las faeneras malagueñas en 1918. Un tiempo que nos permite mirar con perspectiva las causas, el desarrollo y las consecuencias de esta revuelta, pero que, a la vez, nos acerca al entendimiento de las vivencias de estas obreras de la industria agrícola tradicional, por su manera de enfrentar la crisis que vivía el país y que tanto afectó a los hogares, por su carácter luchador en un contexto de menosprecio hacia las capacidades de las mujeres, por la forma en que demostraron a la sociedad del momento y a sí mismas su capacidad de liderazgo y de acción, pero, sobre todo, por la sororidad que recorre todo este episodio.

Todo empezó el 9 de enero de 1918, esa mañana las faeneras, de camino al trabajo, se enteraron de que el pan había vuelto a subir de precio, corrió la indignación, sumada al descontento que ya existía, lo que les llevó a tomar la decisión de salir a las calles, después del trabajo, a protestar y reclamar soluciones a las autoridades locales, en un ejercicio de empoderamiento con el que pretendían mejorar sus condiciones de vida y las de sus familias.

Faeneras en la fábrica de cerveza El Mediterráneo

Aunque fue la subida del precio del pan el empujón que llevó a las mujeres a la lucha, detrás de ello había una grave crisis que no solo afectaba a la capital malagueña, sino que se extendía por todo el país. Una crisis marcada por el desabastecimiento y el encarecimiento de los productos de primera necesidad en el marco de una guerra europea, la I Guerra Mundial. En ella España se mantuvo neutral, un hecho que favoreció que se produjese un aumento de la demanda exterior, algo que podría haber supuesto una mejora de la economía nacional, pero, que, sin embargo, se tradujo en una subida de los precios de los artículos de primera necesidad en perjuicio de las clases obreras, mientras que reportó grandes beneficios a los empresarios y patronos, pues estos optaron por la búsqueda de un rápido beneficio a través de la especulación, el acaparamiento, la ocultación y la exportación incontrolada de todo tipo de bienes de consumo. Donde destaca, además, una crisis energética provocada por los problemas de abastecimiento de carbón y leña tanto para las industrias, como los hogares y los transportes. Sin olvidar, como telón de fondo, una pandemia de proporciones mundiales, la llamada “gripe española” que tiene su origen en el año 1917 y que se fue extendiendo por Asia, Europa y América, con una importante incidencia en el aumento de la mortalidad, en una situación de falta de higiene, hacinamiento y limitado alcance sanitario de las clases obreras. Sin olvidar, la crisis del alquiler cuyo precio alcanzó niveles jamás vistos hasta el momento.

Faeneras 1918

Desde el inicio de la guerra el gobierno de la Restauración trató de atajar el proceso de inflación y desabastecimiento que se preveía, pero se encontraba en sus últimos estadios, sumido en una profunda crisis, dando claros síntomas de agotamiento, y, por ello, su respuesta fue limitada e insuficiente, muy condicionada por las presiones de comerciantes y empresarios.

A lo que se sumó una pujante conflictividad social favorecida por el afianzamiento de la conciencia de clase entre obreros, campesinos y jornaleros, en un momento en que convivieron viejas y nuevas formas de lucha social, las cuales pueden verse claramente reflejadas en la cronología de esta revuelta.

De esta manera, la primera parte del conflicto, entre los días 9 a 15, tuvo un carácter espontáneo y puramente femenino, donde ellas fueron protagonistas y dirigentes de la acción. A lo largo de estos días se sucedieron las manifestaciones y las reuniones con las autoridades locales, entendidas estas como el alcalde y el gobernador civil de la provincia, a los que exigieron que actuasen en pro de la bajada de los precios de los artículos de primera necesidad, dada la competencia que les otorgaba la legislación vigente.

Manifestación de las faeneras Málaga 1918

Desde un primer momento, con su ocupación del espacio público las faeneras malagueñas consiguieron poner a la ciudad de su parte, que rápidamente empatizó con sus reivindicaciones, y a las autoridades a trabajar en negociaciones con comerciantes y empresarios que permitiesen establecer unas tasas con las que regular los precios de productos como el pan, el pescado o las patatas, además de poner límites a las exportaciones y presionar a la compañía de ferrocarriles andaluces para que agilizase la llegada de las cargas de carbón y leña a la ciudad.

Pero no solo se manifestaron, sino que también usaron otros medios de protesta, como la publicación de un manifiesto donde llamaban a la solidaridad del pueblo de Málaga, y la convocatoria de un mitin que desbordó el local donde se reunieron. Fue tal la respuesta al llamamiento que se llegaron a congregar 8.000 mujeres, de las cuales solo 2.000 pudieron seguir el mitin desde dentro del local, mientras que el resto tuvieron que hacerlo desde la calle. Ya no eran solo faeneras, sino que se habían sumado las obreras de las distintas ramas industriales, además de empleadas del servicio doméstico, planchadoras, cocineras, dependientas, amas de casa, etc.

Sin embargo, la ralentización de los acuerdos, dado los reparos de comerciantes y empresarios a ceder terreno, llevó a las mujeres a emprender acciones de mayor contundencia, acciones que podríamos calificar de acción directa no violenta. Así el día 14, varios grupos de mujeres acudieron al puerto y a la estación de trenes donde requisaron los alimentos destinados a la exportación, además de los carros para transportarlos al mercado, donde procedieron a venderlos a los precios que consideraban justos, los de antes de la I Guerra Mundial, entregando el dinero recaudado a los dueños de las mercancías, para, a continuación, volver a manifestarse por las calles de la ciudad.

Pero, a la vez que las protestas se volvieron más contundentes, se pudo apreciar un cambio en la actuación de las fuerzas de seguridad, hasta ese momento se habían limitado a vigilar, sin intervenir, pero esa tarde las órdenes emitidas por el gobernador civil cambiaron, lo que llevó a la guardia civil a cargar contra las manifestantes, con el objetivo de disolver las protestas; esta jornada se saldó con pequeñas heridas y contusiones que se trataron en las farmacias y casas de socorro del centro de la ciudad.

El día 15 marcó un punto de inflexión en el conflicto, a mediodía, en una ciudad que se presentaba hostil, con las calles enarenadas y completamente blindada por las fuerzas de seguridad, las obreras malagueñas salieron desde distintos puntos de la ciudad para reunirse en el centro de la ciudad; mientras las mujeres iban en vanguardia, los obreros las acompañaban desde la retaguardia. Dos son los objetivos que inspiraron esta manifestación, continuar pidiendo la bajada de los precios de las subsistencias y hablar con las autoridades locales para que acelerasen la implantación de las medidas necesarias para lograr esa reducción de los precios de los productos de primera necesidad, pues, no obstante, los tiempos de la política no son los tiempos del hambre.

Cuando las manifestantes llegaron al palacio de la Aduana se encontraron con un gobernador que las recibió con reticencias en una reunión tensa que consiguió enrarecer aún más el ambiente que se vivía en el exterior, provocando un recrudecimiento de las protestas. La guardia civil respondió cargando duramente, lo que obligó a las manifestantes a desalojar la plaza de la Aduana; se reagruparon en el Muelle, donde continuaron las protestas, la guardia civil volvió a la carga, pero, esta vez, respondieron a la violencia de las fuerzas de seguridad con lanzamiento de piedras, cuando una de las piedras hirió levemente al teniente de la guardia civil al mando, la usaron de excusa para disparar sobre las manifestantes. A partir de aquí, la tarde y la noche de ese 15 de enero se convirtió en una sucesión de protestas y cargas violentas, con disparos sobre la población, que se saldó con cuatro muertos, dos mujeres y dos hombres, y veinte heridos, algunos de ellos por disparo de arma de fuego.

La tragedia dio inicio a la segunda y última parte de este conflicto, a partir de ese momento la prensa se refirió a él en clave masculina, lo que provocó, en apariencia, una progresiva desaparición de las mujeres de la lucha directa, para otorgar ese espacio a los hombres, de tal manera que ellas quedaron relegadas al papel de cuidadoras, de encargadas de conseguir las subsistencias, aunque darán sobradas muestras de su implicación en la lucha.

Por otra parte, las protestas adquirieron un carácter más político y organizado, en forma de huelga de todos los oficios, donde a las reivindicaciones anteriores se sumó, con fuerza, la petición de dimisión o destitución del gobernador civil de la provincia, por su fracaso en la gestión de esta crisis, una petición que no quedó restringida a la clase obrera, sino que recorrió toda la ciudad, pues también se unieron burgueses e industriales.

Pero siguió quedando espacio para la espontaneidad de actos como un velatorio improvisado a las puertas del Hospital Militar, donde estaban los cuerpos de las víctimas, al que llegaron a sumarse unas 12.000 personas, con la idea de acompañar los cadáveres hasta el cementerio, algo que no pudo llegar a realizarse, pues el cortejo fúnebre no salió hasta la madrugada, después de comprobar que no quedaba nadie en las calles. O la “pitá” que, durante la noche, recorrió los barrios obreros de la ciudad, donde la gente hizo ruido con los instrumentos que tenía a mano, durante más de dos horas, en protesta por la gestión del gobernador civil. Pero también esa iniciativa de las mujeres de adornar con crespones negros los balcones de la ciudad en señal de duelo y protesta.

1918-01-17. El-Regional. Mujeres custodiadas por la guardia civil a la entrada al palacio de la Aduana el 15 de enero

Esta segunda parte se prolongó desde el día 16 hasta el lunes 21 de enero, cuando las obreras y los obreros volvieron al trabajo, fue difícil sostener la huelga en el tiempo en unas circunstancias de hambre y carestía, más cuando se habían sumado todos los sectores productivos, paralizando la ciudad por completo. Aunque, durante las semanas siguientes, siguieron usando otros medios para mantener viva la protesta, como mítines, conferencias, manifiestos, etc.

Estos doce días de conflicto dejaron un balance de cuatro muertos y veinte heridos, además de una relativa bajada de los precios de algunos productos, como el pan, el pescado, las patatas y el aceite, sometida a dinámicas desestabilizadoras. No será hasta un mes después cuando, por fin, se establecieron unas tasas que pusieron límites más duraderos y efectivos a los precios de los productos de primera necesidad. Entre tanto, el gobernador civil presentó su dimisión ante el presidente del Gobierno y su Consejo de Ministros, sin embargo, no la aceptaron, con lo cual siguió en su puesto, a pesar de la oposición casi unánime de la ciudad.

Quizá el mayor valor de esta revuelta está en la ruptura de roles por parte de las obreras. En un momento en que el espacio de la mujer estaba restringido al ámbito de lo privado, hicieron una ocupación del espacio público, tradicionalmente reservado a los hombres, además fue un momento de empoderamiento, pudieron demostrar una gran capacidad de organización, de convocatoria, de resistencia y de lucha.

E incluso, fueron un ejemplo y un detonante, pues estas revueltas se reprodujeron por toda la geografía española, como el caso de Alicante, donde las protestas tuvieron mucha similitud con lo ocurrido en Málaga, manifestaciones multitudinarias de mujeres por las calles, un mitin con una amplia convocatoria, disturbios en los mercados y análoga respuesta de las autoridades locales, incluida una violenta carga de la guardia civil el día 19 de enero que dejó un balance de tres muertos y seis heridos; o el de Barcelona, donde se documentan distintas acciones de protesta protagonizadas por mujeres, las cuales, bajo el lema “Abajo los acaparadores, mueran los ladrones. Mujeres a defenderse del hambre para poner remedio al mal”, asaltaron las carbonerías, cerradas porque no querían vender al precio de la tasa, invadieron tiendas y puestos de mercado, protestaron por los precios de los alimentos, denunciaron los almacenes de los acaparadores, etc., sin olvidarnos de las manifestaciones que se sucedieron diariamente en una escalada de combatividad que desembocó en continuos enfrentamientos con la guardia civil y en la detención de numerosas mujeres; lo que, a su vez, favoreció un recrudecimiento de la lucha, con la declaración de huelga desde el día 16, a la que se sumaron más de 26.000 mujeres y unos 1.800 hombres, el sostenimiento de las manifestaciones y la celebración de diversos mítines multitudinarios, en un ambiente de crispación donde las fuerzas de seguridad actuaron golpeando y disparando a las manifestantes, sin que hubiese que lamentar víctimas mortales, aunque sí numerosas heridas y contusionadas. Con este auge de los disturbios y la escasez de las subsistencias cada vez más acusada, el Gobierno central decide poner fin al conflicto en Barcelona suspendiendo las garantías constitucionales, pasando el mando de la provincia a la autoridad militar, sacando el ejército a las calles e instaurando la ley marcial.

No fueron las únicas, también se reprodujeron estas protestas en otras ciudades como Madrid, Valencia, Sabadell, Cádiz, La Línea, Granada, Linares, A Coruña, Villarreal, Zumárraga, Alcira, Betanzos, Denia, Onteniente, Tarragona, Llanes o Carballo.

A pesar de que esta historia se perdió en el tiempo, y solo a raíz de su centenario ha sido rescatada para un conocimiento más general, no debemos perder de vista la ruptura que supuso en la concepción de la lucha y en la importancia de la participación de las mujeres, de hecho, estas revueltas pudieron influir en el anarcosindicalista Congreso de Sans, celebrado en junio de 1918, donde “se defendió la necesidad de la sindicación de la mujer y de crear en los sindicatos juntas mixtas, donde aquella tuviera la debida representación y, llevada de genuino interés, pudiera defender directamente su emancipación”. (En Gómez Casas, J. “Historia del Anarcosindicalismo español” Ed. ZYX, Madrid, 1969).

Resumen extraído del libro: Zugasti Villar, R., “Mujeres en lucha. La revuelta de las faeneras. Málaga, 1918”. Cuadernos de Apoyo Mutuo, nº 11, Ed. Promotora Cultural Malagueña, SL., Ediciones del Genal y Ediciones El Acebuche Libertario. Málaga, 2022.

 

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.