Por Puño en alto
El Papa y otros jefes de estado se han pronunciado a favor de la implantación de una renta mínima como medida para paliar algo las consecuencias económicas y sociales de la pandemia. Los obispos españoles, junto a la derecha y la Patronal, rechazan la medida. Nada sabemos sobre la opinión del rey Felipe VI al respecto. No sabemos si coincide con el Papa o, por el contrario, coincide con los obispos españoles
Aún tenemos en la retina la salida contundente del monarca en defensa de la unidad territorial del país ante las pretensiones secesionista en Catalunya que la calificaba como una fractura inasumible del Estado. Al parecer, la fractura social que, sin duda, va a ocasionar la pandemia no es suficientemente preocupante para que el Rey se pronuncie públicamente a favor de medidas económicas que la pueda mitigar de alguna manera, ya sea mediante un Ingreso Mínimo Vital o algo parecido y de esta manera evitar esa fractura social mucho más peligrosa que aquella fractura territorial del Estado. Un Jefe de Estado que no se alarma, no se pronuncia denunciando y condenando el llamamiento de una fuerza política a un alzamiento militar, preocupa y mucho y debe hacérselo ver.
De lo que sí parece estar muy preocupado el Jefe de Estado español por herencia no por méritos propios a igual que su padre, por la imagen que está ofreciendo del país la pandemia y sus consecuencias o más bien la suya propia. Esta preocupación le ha hecho establecer una reunión con deportistas y artistas de renombre internacional para que trabajen conjuntamente en mejorar la imagen del país. En esa operación de limpieza hay que enmarcar aquel anuncio de cara a la galería de la renuncia a la herencia de su padre. En verdad, lo que le preocupa más es su propia imagen como jefe del estado, porque para otras cosas ni está ni se le espera.
Al margen de una locución publica en la que se dedicó a mandar mensajes de unión, confianza y apelación a la responsabilidad y otros lugares comunes dialécticos, poco más se le conoce en toda la pandemia, salvo una serie de reuniones insustanciales con determinados ministros que han pasado sin pena ni gloria, a pesar de los denodados esfuerzos de determinados medios de comunicación en resaltarlas.
El deterioro de la imagen de la monarquía dentro y fuera del país se viene larvando desde hace tiempo y no por una conjura judeo masónica, ni mucho menos, sino por méritos propios al respecto. Un cuñado en la cárcel por actividades corruptas, una hermana salvada in extremis de pisarla, sobrinos con actitudes y actividades nada aconsejables, tíos con dinero en paraísos fiscales, desavenencias conyugales por doquier, una estirada esposa con amistades peligrosas preocupada en que sus hijas salgan favorecidas en la fotos y un padre, de quien heredó la jefatura del estado, que se dedicaba a todo menos a representar con dignidad, honestidad y honradez al país, de ahí que la máxima preocupación de Felipe VI no sea el bienestar de la mayoría social, sino la limpieza de su propia imagen, para que la monarquía siga siendo la empresa familiar de la que se benefician en gran medida la familia real cercana y no tan cercana.
Si en la amplia y cada vez más costosa familia real hay poco de ejemplaridad, es en la figura del rey emérito donde esta ejemplaridad brilla por su ausencia. Dicen que Juan Carlos I, no sabe distinguir lo legal de lo ilegal. Esta es una manera muy benevolente de pretender justificar sus actividades presuntamente delictivas y corruptas mientras era jefe del estado. Hay que recordar que el emérito creció bajo el paraguas protector de un dictador que tampoco sabía distinguir entre lo legal y lo ilegal, es más lo legal era cumplir con sus caprichos y la de los suyos. Esta enseñanza, la inviolabilidad de sus actos con que la que se le protegió a Juan Carlos I en la propia Constitución y el silencio mediático junto a sus pocos escrúpulos, hicieron el resto.
Poco a poco vamos conociendo más detalles de las andanzas del rey emérito durante su periodo de Jefe de Estado. Además de las comisiones de 100 millones de euros, el donativo de 65 millones a su amiga entrañable, ahora hemos sabido con asombro que en 2010, mientras la mayoría de españoles sufríamos recortes de todo tipo, en salarios, en pensiones y en servicios esenciales como sanidad y educación principalmente, sin olvidar las subidas de impuestos, al parecer este señor recibía un regalo de 1,7 millones de euros del emirato de Bahréin que posteriormente entregaba en un maletín a su gestor financiero para que los ingresara en una cuenta opaca al fisco español en Suiza, curiosamente el mismo gestor que se encargaba del blanqueo de dinero de la Gurtell.
Cabe preguntarse por qué y para qué el emirato de Bahréin le hizo ese desprendido regalo al entonces rey de España, ésta y otras preguntas son las que Felipe VI debe responder cuanto antes si quieres recobrar la confianza de esa mayoría social que sufre y padece y dejarse de operaciones de mercadotecnia dirigidas a una superficialidad y no limpiar el moho que corroe la jefatura del estado.
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