El poder del capitalismo, el desarrollo de la gran industria, la concentración de la propiedad en un número cada vez más reducido de personas, la generación de un proletariado cada vez más esclavizado, serían efectos de esa mecanización.
Por Eduardo Montagut
El destacado socialista catalán Josep Comaposada (1859-1933), infatigable publicista en El Socialista y otras publicaciones obreras explicó en dicho periódicoen febrero de 1888 los cambios que se estaban produciendo en la industria y sus efectos en la clase obrera, que pasamos a comentar en este breve artículo.
Comaposada opinaba que la transformación que había comenzado ya hacía bastante tiempo tenía que ver con lo que en la época se denominaba la “mecánica”, es decir la introducción de las modernas máquinas en la producción industrial (mecanización). Comaposada estaba ya escribiendo en la época de la Segunda Revolución Industrial. Había que reconocer que la introducción de la máquina de vapor en dicha producción no había cesado cambiado a todas las sociedades. El poder del capitalismo, el desarrollo de la gran industria, la concentración de la propiedad en un número cada vez más reducido de personas, la generación de un proletariado cada vez más esclavizado, serían efectos de esa mecanización. Es más, estaba provocando que la “personalidad” del obrero fuera cada vez menos precisa, ya que la tarea que se le encomendaba era realizada por la máquina, movida por el vapor o la electricidad. El trabajador se convertía en un mero auxiliar para terminar la obra que la máquina todavía no podía terminar, habida cuenta de que faltaba un grado más de desarrollo en este aspecto.
Comaposada también explicó los efectos de la mecanización en otro aspecto de la relación del trabajador con la obra hecha, el “arte” en palabras del socialista catalán, haciendo una comparación con el pasado. Si antes el “sentimiento artístico” era preciso y hasta necesario en el presente la producción se había convertido en una acción monótona, sin iniciativa intelectual del trabajador. Los productos resultantes carecerían de ese sello artístico del pasado, seguramente aludiendo implícitamente al trabajo del taller, el gremio o la manufactura preindustrial. Además, en la producción moderna ya no era necesaria una gran formación. Los trabajadores se habían convertido en “seres automáticos”, cuya misión sería ejecutar simples movimientos. Comaposada creía que en un futuro estas tareas terminarían siendo ejecutadas por animales, poniendo el ejemplo de un experimento con monos en los Estados Unidos. Estaba hablando, lógicamente, de los modernos métodos de producción en cadena.
Por otro lado, aventuraba otros peligros derivados de la mecanización, como la superproducción y la competencia, aunque no explicaba cómo, precisamente en esa fase de la Revolución Industrial esto se intentó paliar, después de la gran crisis de 1873, precisamente con la concentración empresarial y financiera, y las consiguientes limitaciones a la libre competencia.
Pero, aunque la mecanización traía todos esos efectos negativos comentados sobre los trabajadores, también era cierto que planteaba una amenaza en sí para el sistema, ya que la acción común de muchos trabajadores realizando la misma tarea en una fábrica era el mejor modo de favorecer la organización y establecer los medios de propaganda de las ideas, algo mucho más difícil de lograr en un sistema de producción más individualista.
En definitiva, si la mecanización había destruido la pequeña industria, también había ofrecido los medios a los proletarios para luchar por su emancipación.
Hemos consultado el número 100 de El Socialista.
Sobre Comaposada hemos escrito distintos trabajos en este medio y en otros. Podemos consultar el Diccionario Biográfico del Socialismo Español, y la monografía de D. Ballester. Josep Comaposada, biografia d’un socialista. Barcelona, Fundació Rafael Campalans, 2005.
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