Lecciones de la Comuna

La Comuna de París nos ofrece mucho, y todo estimulante. En primer lugar, es una experiencia alternativa al poder establecido en un momento en el que el mismo estaba en crisis por una derrota total ante un enemigo poderoso.

Por Eduardo Montagut

La Comuna constituye un hecho histórico capital en la Historia del movimiento obrero, de la izquierda y, en realidad, de la Historia contemporánea porque supuso la primera experiencia de gobierno obrero. En realidad, poco se recuerda de los hechos de la Comuna, salvo por aquellos interesados en la Historia, y poco más. Pero aquella experiencia de meses tiene mucho que ver con las esencias y disensiones de las izquierdas, con lo que pasó después, con lo que somos, y con lo que podríamos o no llegar a ser.

Este no es este un artículo de historia, sino de opinión, de memoria, de la valoración que hacemos del conocimiento del pasado para entendernos, pero, sobre todo, para construir futuros distintos, alternativos ante una realidad que no nos gusta. Así es, ese conocimiento de la Comuna, de lo que pasó aquellos meses de 1871, como el de otros hechos, procesos, personajes y pensamientos e ideas nos permite nutrirnos de materiales de reflexión, de interpretaciones, de análisis de las situaciones porque tenemos voluntad de transformación de la realidad siempre y, sobre todo, ante tiempos de crisis intensa como la que padecemos.

No se trata de buscar paralelismos históricos porque eso es imposible, ya que las circunstancias presentes no se pueden calcar sobre las del pasado, ni tampoco podemos abusar de éste para adaptarlo a nuestra conveniencia. Tampoco se pretende que encontremos recetas en el pasado. Se trata de lo que decíamos, de analizar esos hechos y procesos históricos, de buscar en ellos experiencias que nos sirvan para nutrirnos en nuestras reflexiones con el fin de poder construir esos planteamientos alternativos y para el futuro, adaptados a circunstancias nuevas, con una clara voluntad de transformación.

La Comuna de París nos ofrece mucho, y todo estimulante. En primer lugar, es una experiencia alternativa al poder establecido en un momento en el que el mismo estaba en crisis por una derrota total ante un enemigo poderoso. Es el pueblo parisino, son los intelectuales y distintos grupos o sectores ideológicos los que ponen en marcha un gobierno para intentar dar soluciones no habituales o propias de lo establecido, con un programa discutido, debatido y aprobado que afectaba hasta el propio arte y la cultura, pasando por cuestiones tan importantes como la vivienda, el abastecimiento, o la organización política, social y económica.

En segundo lugar, la Comuna supone un verdadero laboratorio de ideas, de debates internos sobre lo que se podría hacer, más que sobre lo que se puede hacer. Pero, es más, generó un intenso debate entre socialistas y anarquistas sobre lo que fue y, sobre todo, acerca de su fracaso. Las dos almas de la izquierda llevan siglo y medio debatiendo sobre un hecho de apenas meses, lo que demuestra su importancia histórica, además de estimularnos a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI de las izquierdas actuales para seguir debatiendo, porque en la confrontación de ideas podremos encontrar, siempre que sea en serio, no soluciones mágicas, pero sí alternativas, sobre lo que hay que hacer, ¿o sobre lo que se puede hacer?

Y, en tercer lugar, la brutal represión que sufrieron los protagonistas de la Comuna es otra aportación a tener en cuenta, a cómo el poder cuando se ve seriamente amenazado se pone en marcha sin miramientos morales de ningún tipo. Los españoles sabemos muy bien de esto.

Así pues, tantos años después, la Comuna sigue ahí, más cerca de nosotros y nosotras, al menos de aquellos y aquellas que seguimos creyendo en mundos distintos, pero este mismo planeta y no para futuros muy lejanos.

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