Por Guadi Calvo / Línea Internacional
El pasado 24 de mayo, a menos de diez meses del anterior, se produjo un nuevo golpe militar contra el presidente Bah Ndaw, lo que confirma que en Mali, desde 2012, el único poder constante es la inestabilidad.
Desde el golpe contra en presidente Amadou Touré, en marzo de 2012, en el país saheliano, de cerca de 20 millones de habitantes vive en un constante estado de oscilación política y militar. Desde entonces, una sucesión de presidentes débiles, hicieron que el país se precipitara a un estado de debacle constante, en el que se escribió un nuevo capítulo el pasado 24 de mayo, el que seguramente no será el último.
Desde hace nueve años el país, está sosteniendo una de las más virulentas guerra contra khatibas de al-Qaeda, a las que poco más tarde, se sumaron las del Daesh, que de enseñorearse en el norte, ha pasado a controlar casi un setenta por ciento del país., desbordado hacia Burkina Faso y Níger, lo que obliga a Bamako a disponer de ingentes esfuerzos militares para contenerlas, además de obligar a Francia, varias naciones de la OTAN, la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas (MINUSMA) y al Grupo Sahel Cinco (GS5) compuesto por tropas de Burkina Faso, Chad, Mauritania, Níger, además de Mali, a involucrase en un conflicto, que cada vez está más lejos de resolverse.
El sacrificio de las Fuerzas Armadas de Malí (FAMA) que han combatido por años contra los rigoristas en el norte, ha sido ignorado por los políticos de Bamako, por lo que en agosto del 2020, se ejecutó el golpe contra el presidente Ibrahim Boubacar Keïta popularmente conocido como IBK (Ver: Mali, más que un golpe militar) en el poder desde 2013. La asonada fue encabezada por un grupo de militares jóvenes, integrados en el Comité Nacional de Salvación del Pueblo (CNSP), dirigidos por el coronel Assimi Goïta. Tras arduas negociaciones y presiones de Estados Unidos y Francia los militares del CNSP aceptaron entonces dejar la presidencia al ahora depuesto Bah Ndaw y mientras que el coronel Goïta, mantendría la vicepresidencia.
Tras haber alcanzado un acuerdo político para llamar a elecciones en febrero del 2022, el CNSP, se disolvió en enero pasado, por lo que el presidente Bah Ndaw, comenzó a recortar el poder del coronel Goïta, quitando de su cargo, vía una supuesta reforma ministerial, a otros dos influyentes coroneles del CNSP, Sadio Camara a cargo del Ministerio de Defensa y Modibo Kone en el de Seguridad, quienes irían a ser remplazados por los generales: Souleymane Doucouré y Mamadou Lamine Diallo, que desde el golpe de agosto se encontraban alejados del poder.
El lunes tras fuertes olas de rumores, se conoció que tanto el presidente Ndaw y su Primer Ministro Moctar Ouane, juntos a otros altos funcionarios del gobierno habían sido detenidos y trasladados a la base militar de Kati, cerca de Bamako y liberados en la madrugada de este jueves 27, por las presiones de los Estados Unidos y Francia, que no consiguen poner en caja a los cabecillas del CNSP, que a pesar de estar disuelto, sus líderes siguen contando con un gran apoyo dentro del ejército y al parecer decididos a jugar una nueva partida con occidente.
Mientras que algunas fuentes señalan que el último golpe no ha contado con el apoyo pleno del ejército y mencionan tensiones internas, por lo que no se puede descartar la posibilidad de enfrentamientos entre diferentes fuerzas de seguridad, como sucedió en marzo de 2012.
Por su parte la sociedad civil, muy activa en las calles en apoyo al golpe de agosto, no se ha movilizado en esta oportunidad, aunque si varias organizaciones civiles, partidos políticos y distintas personalidades, habían exigido la liberación de los políticos detenidos en la base de Kati.
Entre los muchos que todavía no se han expresados se encuentra el muy influyente imam Mahmoud Dicko, que dirige la Coordinación de Movimientos, Asociaciones y Simpatizante (CMAS) protagonista de innumerables y multitudinarios actos en Bamako, desde antes del golpe de agosto y durante estos meses.
Mientras internacionalmente el nuevo golpe aparentemente no ha tenido acogida y varios países e instituciones internacionales como la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), la Unión Africana (UA), la MINUSMA, La Unión Europea (UE). Además de Francia Estados Unidos y Alemania entre otros países occidentales.
Hasta ahora la respuesta del nuevo gobierno malí, ha sido nombrar al coronel Assimi Goïta presidente provisional, mientras ya se ha anunciado que el próximo año se realizaran las elecciones prometidas.
Una conflictiva hoja de ruta.
Nuevamente los coroneles han quedado a cargo del país, esta vez con un poder horadado, por los casi diez meses que lleva gobernando, sin haber conseguido avances significativos, en la conflictiva hoja de ruta que si o si el país debe transitar. Ya la principal organización sindical ha anunciado una huelga para esta semana. Mientras que el principal conglomerado político social del país el Mouvement du 5 Juin-Rassemblement des forces patriotiques o M5-RFP (Movimiento del 5 de junio-Concentración de Fuerzas Patrióticas), de gran activismo en los días previos al golpe del 2020, llenando las calles de Bamako con sus militantes, alentando las protestas antigubernamentales, esfuerzo que no fue reconocido y el M5-RFP, quedo fuera de la conformación del gobierno ungido tras el golpe de agosto. Frente a la nueva situación del país el M5-RFP todavía no se ha pronunciado, quizás en espera de concretarse el rumor de que los militares ofrecerán a alguno de sus dirigentes el cargo de Primer Ministro.
Tanto Washington como Paris han demostrado estar en contra del nuevo golpe exigiendo a los militares, no solo la liberación del presidente y sus colaboradores, cuestión que ya ha sido resulta, sino también reinstalarlos en sus cargos, un punto en este momento imposible de concretar.
El nuevo presidente el coronel Assimi Goïta, deberá concentrar toda su atención en la guerra del norte, que no solo está consumiendo millones de dólares y que a pesar de la cantidad, cada vez más importante de vidas, tanto de civiles como de militares que se ha cobrado la guerra, las FAMA, ya han anunciado que preparan nuevas incorporaciones a sus filas.
El ministro de Asuntos Exteriores, francés Jean-Yves Le Drian, ya ha advertido a la nueva junta de que si los esfuerzos de mediación no tienen éxito, Francia impondrá sanciones a todos aquellos que impidan que se desarrolle el proceso de transición, mientras que los Estados Unidos, anunció la suspensión de su asistencia militar, para “estudiar medidas específicas” contra quienes se han alzado, presiones que hasta ahora no han surtido efecto en los militares rebeldes. Las actitudes de los gobiernos de Biden y Macron, no coinciden con el dejar hacer que están teniendo con la nueva junta de gobierno del Chad, que tomó el poder y cerró las cámaras tras la muerte en combate del presidente Idriss Déby, en abril pasado (Chad: La tormenta perfecta) lanzando una campaña represiva contra quienes reclaman la continuidad constitucional.
Para las bandas terroristas que operan en el centro del Sahel, ensoberbecidas por sus avances, incluso frente a ejércitos tan poderosos como los de Francia y Estados Unidos, estos quiebres políticos, son anotados como verdaderas victorias militares, que no solo provoca oleadas de jóvenes, sin oportunidades, que aspiran a convertirse en muyahidines, para seguir produciendo inestabilidad en toda la región, para ellos la mejor forma de gobierno.
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