Descifrando las islas del Pacífico (II): Fiyi, un ancla regional

Xi Jinping asiste a una ceremonia de bienvenida organizada por el primer ministro de Fiyi, Frank Bainimarama, en Nadi. Foto: Xinhua

 en 2006 el comodoro Frank Bainimarama, apoyado por los sectores de la política ikatuéis, el ejército y buena parte de la adminstración estatal, dio un golpe de estado y se hizo con el poder, retomando la tradición nacionalista fiyiana y poniendo fin a la influencia de los indo-fiyianos

Por Alex Santos Roldan / Descifrando la guerra

Cuando se habla de geopolítica se suele pensar generalmente en las grandes potencias que elaboran ambiciosas estrategias y proyectan su poder alrededor del globo con el fin de lograr sus objetivos. No obstante, en la actualidad, con un sistema multipolar que está llevando a una mayor inestabilidad y a un panorama político tremendamente líquido y fluido, se está jugando por debajo de las grandes ligas una partida de ajedrez donde aquellos que en su día eran meros peones ahora cobran vida y empiezan a perseguir sus intereses centrales de forma activa.

A unos 4.500 km de Australia, 1.500 km de Nueva Caledonia y a unos 2.500 km de Nueva Zelanda se encuentra el archipiélago de las Islas Fiyi, un país del tamaño de Eslovenia pero con aproximadamente la mitad de su población: unos 900.000 habitantes.

En cualquier otra zona del mundo un país con dichas características se vería relegado a un papel residual en la política internacional. Pero, sin embargo, en Oceanía, un continente que en su totalidad solamente tiene 45 millones de habitantes y en el que la mayoría de sus 14 estados no llegan ni al medio millón de habitantes, Fiyi se perfila como uno de los actores fundamentales en la política del continente.

Por ello y para entender la realidad de un país que juega un papel considerable en la política de una zona del mundo que se ve cada vez más inmersa en las disputas geopolíticas mundiales y que a su vez vive bajo la sombra de una inminente y efectiva crisis climática, tenemos que comprender primero su historia.

Un breve repaso histórico   

Si en occidente remontamos el origen de nuestra civilización a los antiguos Egipto y Grecia, las islas que hoy ocupan el actual Fiyi tienen un papel similar en las culturas polinesias, puesto que de allí partieron los primeros pobladores de aquella región y es de allí de donde importaron su cultura. Esta identidad dota al país de un enorme papel simbólico que le permite poder proyectar su “soft power” sobre sus vecinos orientales, especialmente en Samoa y Tonga con los cuales comparte una historia común.

A principios del siglo XIX la llegada de los europeos perturbó notablemente las dinámicas internas del archipiélago y supuso una rápida apertura a la influencia occidental. Esto dividió a una ya de por sí fragmentada sociedad entre los que se resistían a la dominación europea y los que en cierta medida la abrazaban. Tras varias décadas de sangrienta guerra entre las diferentes facciones -violencia alimentada por los occidentales porque favorecía el aumento gradual de su dominio sobre las islas-, los británicos deciden anexar el archipiélago.

A partir de ese momento, las autoridades británicas empiezan a explotar los recursos agrícolas del país. Ante la falta de recursos humanos fruto de la larga guerra acontecida poco tiempo atrás, de las enfermedades que propagaron los europeos y de las duras condiciones de trabajo en el campo,  decidieron traer una gran cantidad de trabajadores desde el subcontinente indio.

Con el paso de las décadas la población indo-fiyiana aumentó y prosperó, al contrario que la local que se vio relegada a una posición de sumisión ante europeos e indios. De esta forma la administración colonial logró crear una sociedad polarizada cuyas dos mitades no tenían el menor vínculo entre ellas y tenían unas dinámicas económicas que las hacía depender la una de la otra. En este contexto, pronto surgieron las disputas entre ambos grupos y para la década de 1960 dentro de los fiyianos autóctonos se desarrolló un movimiento de carácter nacionalista y etnicista que tensionó aún más las relaciones comunitarias.

Por ello desde que en 1970 alcanzara la independencia la política del país ha girado en torno a la disputa étnica.

Sociedad dividida; democracia débil   

Tras la descolonización se instauró una democracia a imagen y semejanza de los sistemas democráticos anglosajones, pero dicho sistema al implantarse en una sociedad profundamente dividida por cuestiones étnicas se le ha visto negado desde un principio la legitimación por rendimientos.

Legitimación que es clave para asentar un sistema político, puesto que al ser la cuestión étnica el principal “cleavage” en la política fiyiana, los avances económicos fruto del turismo no han llegado a la totalidad de la población, suponiendo una constante inestabilidad para el sistema democrático: los ikatuéis (fiyianos autóctonos) intentarán impedir a toda costa la pérdida de sus privilegios y los indo-fiyianos tratarán de mejorar su situación. Esto ha llevado a que la política fiyiana se resuma en un constante tira y afloja entre ambas comunidades, cosa que ha sido aprovechado de forma recurrente por el ejército, que está controlado por los ikatuéis, para involucrarse en la política nacional.

Memorial en Suva, capital de Fiyi, que recuerda el pasado británico del país.

Y es así como en 2006 el comodoro Frank Bainimarama, apoyado por los sectores de la política ikatuéis, el ejército y buena parte de la adminstración estatal, dio un golpe de estado y se hizo con el poder, retomando la tradición nacionalista fiyiana y poniendo fin a la influencia de los indo-fiyianos.

Esto supone la implantación de una especie de democracia iliberal, puesto que si bien existe una oposición independiente de manera legal y el poder judicial mantiene una relativa independencia, Bainimarama sigue siendo, por mucho que se intente mantener en un segundo plano como primer ministro, el factótum indiscutible de la política nacional de forma similar a cómo lo es Álvaro Uribe en Colombia o cómo Jaroslaw Kaczynski en Polonia.

La rebelión de la Melanesia y la gran oportunidad China

El golpe de Estado de Bainimarama no fue bien visto en Camberra, ya que su retórica nacionalista no era del agrado de los legisladores australianos porque temían que un aumento de las tensiones étnicas pudiera desencadenar una desestabilización del país, expandiéndose probablemente a sus vecinos. Así, un gobierno con estos tintes en Fiyi podría suponer un cambio de dirección en la política nacional de sus países, cosa que afectaría sumamente la posición de Australia en lo que ellos consideran su patio trasero, por ello los australianos trataron de dar ejemplo al resto de países del continente expulsando a Fiyi de la Commonwealth y del Foro de Islas del Pacífico.

Afortunadamente para Bainimarama las corrientes de fondo que mueven la geopolítica mundial estaban cambiando a pasos agigantados y ya por aquel entonces habían entrado en liza nuevos contendientes ajenos a occidente que estaban dispuestos a explotar cualquier error que cometiera un país “occidental” para aumentar su influencia internacional. Es así como el ruido de la disputa llegó a los oídos de China, y el gigante asíatico no perdió ni un segundo en reforzar las buenas relaciones que ya tenía con Fiyi.

De esta forma se forjó una relación de beneficio mutuo entre la superpotencia asiática, que utiliza la coyuntura para apuntalar su influencia en la región en detrimento de Australia y Francia, y el régimen ultranacionalista de Bainimarama, que utiliza el apoyo chino como un medio para estabilizar una economía aún muy dependiente del hegemón oceánico y para proyectar su influencia sobre el resto de países de la región.

Con la complicidad implícita de China, durante la última década Fiyi se ha posicionado como un claro foco de resistencia frente al eje Australia-Nueva Zelanda y se ha vendido como el principal defensor de la autonomía de los estados melanesios frente a los intereses occidentales mediante su entrada en el Grupo Melanesio Punta de Lanza (GMPL) -conformado por Papúa Nueva Guinea, Islas Salomón, Vanuatu y el partido independentista neocaledonio Frente de Liberación Nacional Canaco Socialista (FLNKS)-, organización que trata de contrapesar las presiones occidentales en la región.

Paralelamente, ha inaugurado el Foro de Desarrollo de las Islas del Pacífico, organización que rivaliza directamente con el Foro de Islas del Pacífico, organismo controlado por Australia, el cual ha conseguido una muy buena acogida tanto dentro como fuera de la región al abanderar la lucha contra el cambio climático, atrayendo a potencias de otras regiones como por ejemplo Emiratos Árabes Unidos o Kuwait.

Por su parte y con la discreción y la perseverancia que caracteriza al gigante asiático, especialmente en los asuntos internacionales, Beijing ha ido aumentando su influencia en el país, posicionándose cómo el tercer socio comercial más importante y acumulando dicha nación una deuda de 516 millones de dólares con China. Esta es un arma de doble filo para Fiyi,  puesto que de no poder pagarla, los chinos tratarían de renegociar la deuda exigiendo ventajosas condiciones como la exención de impuestos sobre las importaciones chinas o el arrendamiento de infraestructuras clave.

Así, el gobierno de Fiyi se vería en una posición comprometida tanto ante sus prestatarios, los cuales podrían exigir una compensación “en especies”, aumentando de forma colateral su control sobre la economía productiva del país, y ante sus propios ciudadanos, ya que ellos serían quien en última instancia pagaría las deudas y serían susceptibles a ser seducidos por la narrativa de la “debt trap”, la cual pese a demostrarse que es falsa, alentaría a muchos contra el gobierno local y contra China.

Consciente de ello, desde Suva, se ha querido matizar siempre su alineamiento internacional, puesto que si bien se han servido del apoyo implícito chino para estabilizar su gobierno, librarse del yugo de Camberra y proyectar su influencia sobre sus vecinos, Australia aún sigue siendo su mayor socio comercial. Por ello Fiyi a pesar de reclamar de manera cada vez más asertiva su independencia en el plano internacional sigue vinculándose a la política exterior australiana.

El factor hindú 

El 21 de noviembre de 2014, Xi Jinping visitó por primera vez el archipiélago con la intención de reforzar los crecientes lazos entre ambas naciones. Pero, el mandatario chino, había sido ya adelantado por su homólogo indio: Narendra Modi. El máximo dirigente de la India visitó el país escasas 48 horas antes. De este modo Fiyi se convirtió momentáneamente en el centro de una pugna entre dos gigantes asiáticos por la supremacía regional.

Ante este contexto surge irremediablemente la siguiente duda: ¿Por qué India presta atención a un país minúsculo que se encuentra fuera de su órbita natural de influencia?

En un primer momento, surge una respuesta tan cierta como evidente, que es la que afirma que, para una administración caracterizada por una obsesión con la identidad nacional-religiosa como la de Modi, un país con una minoría india fuertemente reprimida supone una excelente oportunidad para reforzar su relato de defensa de la nación hindú -la llamada “hindutva”- ante la opinión pública nacional.

Pero esta réplica no es completa puesto que no responde a la siguiente cuestión: ¿Por qué es ahora cuando India pone sus ojos sobre el archipiélago cuando lleva desde mediados de los años 90 con gobiernos alternados del BJP?

Este interrogante se responde teniendo en cuenta los siguientes factores:

  • La gran potencia asiática cuenta, por primera vez desde tiempos de Indira Gandhi, con un liderazgo con el suficiente capital político y consolidación como para poder emprender aventuras geopolíticas lejos de su tradicional esfera de influencia. Teniendo en cuenta el tipo de discurso narrativo sobre el que se sustenta parte de la legitimidad de Modi, podría incluso reforzar su posición.
  • Como ya hemos adelantado, los equilibrios geopolíticos desarrollados tras la Segunda Guerra Mundial han sido fragmentados por el apabullante crecimiento de China, generando un ambiente mucho más caótico. Este contexto favorece a las potencias emergentes como la India, ya que tiene la oportunidad de medrar entre la anarquía en un intento de obtener el mayor beneficio de las riñas ajenas. Por lo tanto, una Australia arrinconada por China y perdiendo influencia poco a poco en su “patio trasero”, es una oportunidad perfecta para que India se alinee con Australia en busca de contener al enemigo común, y colateralmente aumentar su influencia en la región.
  • Por su parte, Fiyi, tras haber conseguido bajo el mando de Bainimarama una cierta estabilidad, teme ahora quedarse atrapada entre dos aguas y está intentando reforzar sus vínculos con nuevas potencias que secunden su creciente autonomía estratégica. Además, un acercamiento progresivo a India, puede dar la oportunidad a la élite política itaukéi de cerrar de una vez por todas esa brecha que divide su sociedad y conseguir así la tan ansiada legitimidad por rendimientos.

De esta manera las relaciones indo-fiyianas pueden seguir tres caminos durante los siguientes años: incrementar por las necesidades económicas y de desarrollo, decrecer por culpa del racismo institucional en Fiyi o aumentar por las tensiones entre Fiyi y el eje Australia-Nueva Zelanda.

Narendra Modi junto al primer ministro Frank Bainimarama durante su gira oficial por Fiyi. Fuente: PTI

Conclusiones

Fiyi, debido a sus características geográficas e histórico-culturales, es la base ideal para establecer y expandir la influencia de una potencia tanto en la Melanesia como en la Polinesia. Por ello Australia ha mantenido a lo largo de su historia una fuerte influencia sobre el país.

De este modo, y en conjunción con un gobierno local autoritario, el cual sabe explotar a la perfección los traumas que arrastra una sociedad marcada por un siglo de colonialismo y décadas de neocolonialismo, nuevas potencias como China e India han visto en la debilidad estratégica australiana y en las malas relaciones de estos con Fiyi, un filón por el que empezar a expandir su influencia en la región.

Además, a la hora de analizar el papel que tiene dicho país en la política internacional, hay que destacar que este, bajo un liderazgo fuerte “entre bastidores” como es el de Frank Bainimarama, ha forjado una agenda internacional propia, la cual tiene como objetivo último perfilar al país como un actor relevante en la política internacional mediante el uso político de la lucha contra el cambio climático y la defensa de la identidad de los pueblos austronesios.

Así, al menos en lo que a Oceanía respecta, las decisiones que tome Suva durante las décadas venideras tendrán un fuerte impacto sobre sus vecinos, y, por lo tanto, nos encontramos ante todo un “ancla regional”.

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