L@s niñ@s de la motxila

Por Iosu Urrutia

En el post- conflicto vasco, la lucha por el relato está haciendo aflorar muchas verdades ocultas a las que antes no se les prestaba atención, y que los colectivos sociales de Euskal Herria ahora con más ahínco, están poniendo encima de la mesa.

En una sociedad machista como la nuestra, donde las cárceles, también están diseñadas para los hombres, ser presa es muy complicado. Si además eres vasca la cuestión se complica más todavía  por el alejamiento al que te someten de tu entorno más cercano. Y cuando la situación se termina de complicar es en el momento que decides ser madre.

En este contexto, ser hij@ de personas presas, aunque no debería de ser así, te pone en inferioridad de condiciones y podemos afirmar que en el estado español no se respetan los derechos de la infancia en lo que se refiere a los hij@s de las personas presas.

Durante todos estos años de conflicto y en la actualidad, l@s niñ@s que han tenido alguno de sus progenitores en la cárcel han sufrido un castigo que según los casos ha supuesto tener que hacer hasta dos mil kilómetros en un fin de semana para poder tener un breve contacto con su madre o padre.

A parte de poner en riesgo sus vidas en las carreteras, han tenido que sufrir la angustia de verles privad@s de libertad y al finalizar la visita regresar durante cientos de kilómetros con la tristeza de dejar una vez más a tu familiar en ese lugar tan oscuro y frio.

Hay niñ@s que alguno de sus progenitores fue encarcelado después de haber nacido, (en algunos casos los dos fueron hechos prisioneros) y hay otr@s que han nacido en prisión con todo lo que esto les ha llegado a condicionar en sus vidas.

En primer lugar sobra decir que la cárcel no es un lugar idóneo para nadie y menos para un/a niñ@. Como ya he señalado las cárceles no se diseñan pensando en las mujeres y mucho menos en que estas sean madres. Los módulos para niñ@s no cumplen los mínimos que est@s deberían tener para el desarrollo de sus capacidades en esos primeros años tan importantes de su vida. Si el padre también está encarcelado, es evidente que sus posibilidades de participar en el cuidado y educación se ven reducidas a la mínima expresión y eso que en los últimos meses se están habilitando módulos mixtos donde están pudiendo compartir esos primeros años junto con sus parejas e hij@s.

Para est@s niñ@s las escuelas infantiles son de difícil acceso y prácticamente el cien por cien de su educación recae en su madre. Pero esto solo dura hasta los tres años, momento en el que se ven obligad@s a abandonar la prisión y ser separad@s brutalmente de sus progenitores. Comienza entonces para ell@s un auténtico calvario.

A partir de este momento, si algún progenitor está en libertad este se hará cargo o sino la custodia recaerá en las personas elegidas para ello. El niñ@ se verá obligad@  todos los meses a preparar su mochila para recorrer la distancia que le separe de su ser querido.

Recientemente ha sido estrenado el documental «Izadi gurasoekin etxera», (Izadi con sus padres a casa).

En él se nos muestra la situación que está viviendo esta niña, sus progenitores y tod@s sus allegad@s durante su tiempo de existencia.

Nació en enero del 2019 y a pesar de estar sus progenitores en el mismo lugar pero en distintas cárceles, apenas pudo estar en todo el año 80 horas con su padre. A partir de los 6 meses sus familiares durante el fin de semana la sacaban a un piso que tuvieron que alquilar en Picasent y allí fue conociendo a sus abuelas, a su abuelo, (el abuelo paterno falleció ese año) y al resto de sus familiares. Pero llegó el COVID y todo se paralizó. Sus abuelas cuentan con tristeza lo que esta situación está suponiendo para la niña y su entorno. Hoy es el día en que esas salidas todavía no se han retomado. En 2020 apenas pudo estar con su padre unos pocos días y todo el peso de su crianza recayó en su madre. En enero fueron trasladados tod@s a otra prisión de Madrid, donde han empeorado las condiciones de la familia pero donde por lo menos pueden estar junt@s en un módulo mixto.

Ahora la vista está puesta en el mes de enero de 2022 cuando cumplirá los tres años y será separada de su madre que aunque no tiene delitos de sangre ni de ningún otro tipo, cumplirá íntegramente una condena de 20 años. La plataforma que lleva el nombre del documental, Izadi gurasoekin etxera, trabaja sin descanso para dar a conocer esta situación e intentar durante estos meses sensibilizar a la sociedad y a la clase política para que en enero de 2022, Izadi pueda estar en Euskal Herria junto a su ama y su aita, haciendo lo que cualquier niña a esa edad hace normalmente y no tener que convertirse en una nueva niña de la mochila.

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