Por Víctor Chamizo
Durante todo este tiempo de azote de la pandemia se ha estado aplaudiendo al personal sanitario, a las Fuerzas de Seguridad del Estado, a Protección Civil y a la UME, pero hay una parte del funcionariado del Estado que ha estado realizando una encomiable labor en silencio. Una labor que está permitiendo el sostenimiento económico de muchas familias.
Estos funcionarios pertenecen al SEPE – lo que algunos conocen por el INEM – y se trata de un grupo de personas que se han encontrado de bruces con una situación nueva, con una legislación completamente novedosa en cuanto a la resolución de los ERTE, y que han tenido que reaccionar a la velocidad del rayo para tratar de paliar el derrumbe económico de millones de personas.
Este colectivo, que es deficitario dentro de su organismo, debido principalmente a los recortes de los gobiernos de la derecha, ha estado trabajando a destajo, sobrepasados, al igual que los médicos, la policía y otros colectivos. Y no sólo nadie se ha acordado de ellos. Nadie ha solicitado un aplauso, nadie les ha reconocido su labor. Más bien al contrario, se han dado casos de protestas ante oficinas de empleo, de insultos y desconsideraciones hacia un grupo de personas sensibilizado con el problema y que no da abasto ante los millones de expedientes que se han generado en tan sólo unos pocos días.
Jamás han dicho nada. Nunca han amenazado con huelgas o plantes a pesar de los ataques infundados y la rabia desmedida e irracional contra ellos. Al contrario, se trata de un colectivo de personas lo suficientemente sensibilizado, lo suficientemente responsable y lo suficientemente comprensivo como para continuar adelante, tratando de procurar que nadie se quede sin lo que le corresponde y que adquiera lo que le corresponde en el menor tiempo posible.
¡Ya está bien de que la cuerda siempre se rompa por lo más flojo!
¡Seamos justos con aquellos que dan más de lo que deben, incluso casi más de lo que pueden por los demás, aunque estén entre bambalinas!
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