Las sillas vacías en Navidad

Un perenne hueco en la mesa se ha ido llenando con una reparación que compense la pérdida con justicia”

Por Isabel Ginés y Carlos Gonga

Decía María Teresa de León que todos los desterrados tenemos los ojos abiertos a los sueños [], nosotros somos los que miraron sus pensamientos uno por uno durante treinta años. Durante 30 años suspiramos por nuestro paraíso perdido, un paraíso nuestro, único, especial, de casas rotas y techos desplomados, un paraíso donde quedó la muchacha, el muchacho, la canción, la flor, el amor, la juventud, los ojos, los labios tensos para besar, los dedos entre el pelo, la gracia, las palabras de camaradería, la promesa, el gesto, el aliento, todo, todo, todo”.

Dedicamos hoy esta columna a todas aquellas personas que han tenido siempre un hueco en la mesa para el hijo, la hija, la hermana, el hermano, el padre, la madre, la tía, el tío, el abuelo o la abuela; a todas aquellas a quienes les arrebataron a su familiar o a varios de ellas y ellos asesinándoles para desatar el horror e implantar el miedo en una España donde no toda la gente española tenía cabida.

Todas las personas que hemos perdido a alguien a quien amábamos, a alguien a quien queríamos, a alguien que nos importaba conocemos el dolor que supone pasar la primera Navidad sin esa persona. No es un sentimiento ajeno a la mayoría, especialmente en estos últimos años de pandemia en que nos ha dejando tanta gente querida; aunque para quien sufre, además, el infortunio de no saber dónde reposan los restos de esa persona el dolor es terrible. Y si el hecho de no contar con un lugar digno donde llorar, recordar u homenajear a alguien por quien fue no es por accidente sino que forma parte de un castigo psicológico el dolor a su familia le pesa mucho más.

Mucha gente ha tenido la desgraciada suerte de ver cómo daban sepultura al cuerpo de un ser querido o esparcir sus cenizas en un lugar que este tuviera en estima, de despedirse y dejarle reposar en un lugar, pero no toda ha tenido ese privilegio. Todas esas personas que han guardado siempre un hueco en la mesa porque su familiar no cabía en la España que el genocida decidió crear junto con sus lacayos, a su gusto y semejanza, reducida y atemorizante, asesinando a miles de personas por cometer un delito tan inmoralmente punible como defender la libertad de todas y de todos, merece nuestro reconocimiento.

Las Navidades son días de familia, de unión, de reencuentros y resulta extremadamente duro no poder reencontrarte con la persona a la que quieres porque decidieron acabar con su vida por defender una España libre. Queremos recordar a todas las personas que fueron encarceladas, fusiladas o asesinadas cuyas familias pasaron las Navidades dejando un hueco en la mesa. El vacío desprendía un dolor que impregnó a toda la familia porque no podían tenerles cerca.

También, a las personas exiliadas que no pudieron celebrar las Navidades con sus familias porque estaban a miles de kilómetros y reducir la distancia volviendo a su tierra conllevaba que les mataran y poner en peligro a sus seres queridos. No podían hacerlo porque su vida estaba en juego y muchas de ellas tuvieron que pasar decenas de Navidades en la lejanía, sin el calor de la familia, simplemente por el capricho de un asesino que decidió que en España no toda su gente tenía sitio.

Es por esto que conmemoramos hoy la memoria de todas ellas y todos ellos, así como la represión que afectó a sus familias, desde esta humilde columna. Muchas personas murieron en el exilio sin haber podido dar un último abrazo a la madre y al padre, el último beso a su mujer o a su marido y jamás pudieron reunirse una vez más por Navidad. Las hubo, por miles, que ni siquiera optaron al exilio, que fueron asesinadas en el país que les vio nacer y crecer, en la nación que amaban. Todas ellas dejaron un perenne hueco en la mesa que se ha ido llenando en bastantes casos con la verdad y con una reparación que no pretende —ni podría— sustituir la pérdida pero sí compensarla con la justicia que a su familia el fascismo les negó.

También queremos dedicaros una feliz Navidad a todas y a todos quienes nos leéis, en especial a las personas que siguen luchando por los derechos humanos, por la memoria histórica y por que todas las vidas importen. Deseamos que las Navidades, independientemente de las creencias de cada cual, sean unión y que todas y todos quienes tengáis sillas vacías sepáis con certeza dónde está la persona que no la pudo ocupar. Sabemos que mucha gente nunca tendréis ese privilegio, por eso os trasladamos nuestra solidaridad, nuestro cariño y los más sinceros deseos de que paséis unas felices Navidades.

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