El periódico socialista consideraba que había que aprender a no aceptar una lucha que no se podía ganar, en consonancia con la doctrina tanto de la UGT como del PSOE sobre las huelgas.
Por Eduardo Montagut | 23/11/2024
El Socialista informaba a primeros de junio de 1899 de que la huelga de los trabajadores del gas de Madrid había terminado con el triunfo de la Compañía. Dicha huelga habría sido provocada -siempre según la publicación- por dicha empresa para destruir la sociedad obrera de resistencia, por lo que se opinaba que los trabajadores tenían que haberla rehuido, pero que no lo habían hecho dominados por la indignación que les había provocado la toma de una medida considerada injusta. El periódico socialista consideraba que había que aprender a no aceptar una lucha que no se podía ganar, en consonancia con la doctrina tanto de la UGT como del PSOE sobre las huelgas, ya que perjudicaban a la organización, valor fundamental para el movimiento obrero de signo socialista, como hemos tenido oportunidad de estudiar en muchas ocasiones.
En un número posterior se teorizaba más sobre dicho problema, sobre las consecuencias de las denominadas “provocaciones patronales”.
Este era el medio, según el periódico obrero, que tenían los patronos para socavar la unión de los trabajadores. Se solía despedir a los obreros más significados en las protestas y reivindicaciones, o se cometía una injusticia o atropello, provocando que los obreros se pusieran en huelga sin estar debidamente preparados para ello. Así se les derrotaba, y se destruía la organización de resistencia.
Por eso, los socialistas consideraban necesario hacer pedagogía sobre la táctica de los patronos, más cuando se estaba desarrollando el movimiento obrero en España, y habían tenido lugar hechos recientes, como el de la Compañía del Gas en Madrid.
Según esta interpretación, la Compañía estaba viendo cómo se estaban asociando sus trabajadores con el fin de mejorar su situación y cortar los abusos que en la fábrica se cometían, por lo que decidió preparar el terreno para dar la batalla a los obreros. En ese momento la sociedad de resistencia tenía pocos fondos en su caja, y todavía no había calado profundamente la importancia de la organización entre sus miembros, dos aspectos que, evidentemente, eran peligrosos para los socialistas.
En tales condiciones, la Compañía provocó a los trabajadores y éstos, en vez de rehuir el choque, aceptaron el reto. Así pues, la ceguera y el poco cálculo hicieron posible la victoria de la Compañía.
El periódico aludía a otros ejemplos de aquella época, y se anunciaba que en aquellas localidades donde la clase obrera comenzaba a despertar y organizarse los industriales fraguarían complots para provocar a los trabajadores, llevarlos a la lucha antes de tiempo y, de ese modo, desbaratar las sociedades de resistencia recién creadas.
Había que evaluar antes de entrar en una huelga si se contaba con fuerzas suficientes para vencer a los provocadores. Si no era así, había que recoger el guante, y a la vez que rechazar la provocación, tratar de obtener alguna mejora.
Si no se era fuerte había que dominar la indignación que provocaba una injusticia. El objetivo fundamental era siempre salvar la organización y afianzarla para que pudiera cumplir en el futuro los fines para los que había sido creada. Si la injusticia tenía que ver con que un compañero fuese despedido había que ayudarle económicamente o proporcionarle un trabajo.
En conclusión, el socialismo consideraba un error sostener que había que luchar cuando había una provocación o se cometía un desafuero. Si se hiciera así, el movimiento obrero lucharía cuando le conviniese a la burguesía. Las batallas se aceptaban cuando había probabilidades de ganarlas. Las huelgas emprendidas por “puro sentimiento” se perdían casi siempre, frente a las que se llevaban a cabo después de un ejercicio reflexivo, cuando se evaluaba que las circunstancias favorecían a los obreros.
Hemos trabajado con los números 691 y 692 de junio de 1899 de El Socialista.
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