Por Angelo Nero
“Centro de Stepanakert, la vida ha vuelto”. Así de rotundo se mostraba este 22 de enero el periodista Pablo González, uno de los fundadores de nuestro medio amigo Eulixe. “Dicen que se puso así una semana después de acabar el conflicto, pero, claro, yo que había estado aquí, en la vez anterior, a finales de octubre, me sorprende muchísimo, hay un montón de gente, niños, las escuelas operativas, hay tráfico, atascos y todo.” En el vídeo subido por Pablo a twitter incluso se constata la presencia de los militares rusos, garantes del cumplimiento de los acuerdos de paz. “Por supuesto hay tropas de paz rusas, su presencia ahí está”, comenta mientras pasa un vehículo militar con la enseña rusa.
Pablo González es un gran conocedor del espacio que estaba dentro de la órbita soviética, de la realidad de los países de Europa del Este, de Rusia y del Cáucaso, y fue uno de los pocos periodistas del estado español que cubrió la guerra de Artsakh desde las ciudades de Stepanakert y Shushi, sufriendo los bombardeos azerís, que a punto estuvieron de costarle la vida e hirieron a dos compañeros periodistas franceses, a los que ayudó a trasladar al hospital.
En una reciente entrevista para la radio de la diáspora armenia en Montevideo, Audición Gomidas, declaraba: “Lo que te queda es la gente con la que tratas, con los que hablas, con los que estás delante de los bombardeos, refugiándote. Ante todo queda eso, lo amargo de la guerra, las injusticias que pasan y el miedo”.
Solo unos días antes, el 16 de enero, recibíamos también un mensaje de nuestra colaboradora en Stepanakert, Lala Grigoryan: “Como sabrás por las noticias, Aliyev y su familia visitaron Shushi el día anterior. La situación sigue siendo la misma que era recientemente. El número de covid aumenta día a día, algunas aldeas están completamente en cuarentena. Lamento decirte solo malas noticias. Pero esperamos que todo cambie gradualmente.”
Realmente los habitantes de Artsakh no saben a qué temer más, si al belicoso presidente azerí, que ha afirmado recientemente: “Armenia es un estado artificial creado en las antiguas tierras de Azerbaiyán. Nuestra gente vivió allí durante siglos pero las autoridades de Armenia expulsaron a cientos de miles de azerbaiyanos de sus tierras. Luego sucedió lo mismo en Karabakh”. Al imperialista neo-otomano Erdogan, que en Baku declaró también: “el hecho de que Azerbaiyán haya liberado sus tierras de la ocupación no significa que haya terminado, y esta continuará en muchos frentes diferentes a partir de ahora.” O si han de temer más a la propagación del Covid-19, que ha avanzado alarmantemente en toda Armenia, estando cerca de los 170.000 contagios confirmados y más de 3.000 muertes, y que en Artsakh, con un sistema sanitario saturado ya por la reciente guerra, puede resultar catastrófico, si no se ponen los medios adecuados.
Por otra parte, Lala, nos da alguna buena noticia sobre la recuperación de su ciudad, Stepanakert: “Un programa gubernamental está sucediendo activamente actualmente. ¡Está reparando algunas casas! El Gobierno de Artsakh compensa materialmente los daños que la gente ha sufrido. Les envío una fotografía panorámica desde nuestro balcón, donde verán los edificios y casas que se encuentran más adelante que han sido dañados y están siendo reparados.”
“En Artsaj por un lado se ve la alegría de toda la gente que ha vuelto, pero por otro lado se lloran los muertos y la situación que hay actualmente es de un alto grado de incertidumbre, por lo que no termina de haber un ambiente muy positivo”, declaraba Pablo a la emisora uruguaya, sobre el estado de ánimo de la población karabaji.
Parece que solo dos meses después de que finaliza la ofensiva del ejército azerí, que ha causado miles de muertos en el lado armenio, y que ha amputado una importante parte del territorio de la República de Artsakh, Stepanakert, que sufrió intensos bombardeos durante el conflicto, está recuperando cierta normalidad, aunque esta sea engañosa. Es cierto que han cesado los combates, y que la vida cotidiana ha regresado a sus calles, como muchos de los ciudadanos que la habían abandonado y se habían refugiado en la República de Armenia, pero también es cierto que la ciudad ha cambiado, al acoger a un buen número de refugiados de las zonas ocupadas por Azerbaiyán, especialmente de la segunda ciudad del Karabakh, Shushi, que ha pasado a manos azerís, después de la capitulación firmada por Nikol Pashinyan.
En Armenia crece el malestar por la firma del acuerdo y su gobierno sigue estando en un precario equilibrio, y ya se ha confirmado que, en las próximas elecciones tendrá como rival a Robert Kocharyan, que fue el segundo presidente de Armenia, en el período comprendido entre 1998 y 2008. Korcharyan es, además, originario de Stepanakert, y también fue presidente de Nagorno-Karabakh desde 1994 a 1997.
“Es un punto final, humanamente es bueno porque dejan de morir personas. Pero también es agridulce porque cuando la guerra acaba el conflicto sigue, no se ha solucionado gran cosa”, afirmaba Pablo González a la emisora uruguaya, que definía así a los habitantes de Stepanakert: “éramos muy bien recibidos, el trato era muy bueno, muy hospitalario, la gente que se quedó, que no se evacuó, era gente de espíritu muy fuerte, de espíritu muy combativo, estaban dispuestos a resistir lo que hiciera falta, les animabas, te animaban, esa especie de compañerismo que se crea en los conflictos, en donde todos los elementos, todos los sentimientos son diferentes, porque están bombardeando la ciudad y esa incertidumbre de no saber qué va a pasar… pero con la gente muy bien, con la gente de Artsakh estupendamente, y ahora que he vuelto es una alegría, y un sentimiento muy fuerte volver a encontrarte con estas personas.”
Sin duda, lo más notable de la geografía de este pequeño rincón del Cáucaso, es la formada por los hombres y mujeres que lo habitan, y que forman un pueblo deseoso de paz que fue llevado a una guerra que le ha causado profundas heridas, y que no se van a cerrar en mucho tiempo, por mucho que hayan vuelto a abrir los cafés y las tiendas, que vuelvan a circular las marsukhas repletas y los buses escolares. El temor a la reactivación del conflicto sigue latente en todos los hogares de Artsakh.
“Una vez que se acaba la guerra parece que se acaban los problemas. Normalmente estos problemas se agudizan y se vuelven más difíciles de solucionar porque hay menos ayuda y menos atención. Por eso son importantes los periodistas que están ahora, porque explican lo que pasa y pueden subsanar el hecho de que el conflicto pase con menos atención de la que requiere”, comentaba Pablo González.
Lo cierto es que sigue siendo necesario escuchar el latido de las gentes de Stepanakert, mientras caminan entre edificios agujereados por los misiles y calles agrietadas, que no saben, como nos confesaba Lala, si la garantía de Rusia será suficiente para impedir una nueva agresión de las tropas de Aliev.
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