La UE va a claudicar ante el chantaje de Trump

Los aranceles de Trump no son una excepción: en 2018, tras una breve ola de indignación y amenazas de represalias, la UE optó por negociar en lugar de confrontar.

Por Ricardo Guerrero | 8/04/2025

Durante su primera presidencia (2017-2021), Donald Trump implementó una política comercial agresiva basada en aranceles que marcó un punto de inflexión en las relaciones económicas internacionales. Con el lema America First, impuso gravámenes significativos a productos clave como el acero (25%) y el aluminio (10%) en 2018, afectando a socios comerciales históricos como la Unión Europea (UE). Estos aranceles, justificados bajo el pretexto de ‘seguridad nacional’, no solo buscaban proteger la industria estadounidense, sino también presionar a otros actores globales para renegociar acuerdos en términos favorables a Washington. Ahora, en 2025, con Trump de regreso al poder, esta estrategia parece resurgir con mayor intensidad, poniendo
nuevamente a prueba la capacidad de la UE para defender sus intereses.

Históricamente, la Unión Europea ha mostrado una tendencia a alinearse con las prioridades de Estados Unidos, incluso cuando esto implica sacrificar su propia soberanía económica y política. Desde la posguerra, el vínculo transatlántico ha sido un pilar de la identidad europea, pero también una fuente de dependencia. La OTAN, el FMI y los acuerdos comerciales han atado a la UE a las decisiones de Washington, limitando su autonomía. Los aranceles de Trump no son una excepción: en 2018, tras una breve ola de indignación y amenazas de represalias, la UE optó por negociar en lugar de confrontar. El resultado fue un acuerdo provisional que, aunque evitó una guerra comercial total, dejó a Europa en una posición de debilidad, aceptando cuotas y condiciones que beneficiaron a EE.UU.

Esta nueva etapa bajo el segundo mandato de Trump evidencia aún más esta carencia de soberanía. A pesar de las declaraciones iniciales de líderes europeos —retórica altisonante sobre «defender los intereses europeos»—, la historia sugiere que la UE no irá más allá de palabras vacías. Los aranceles anunciados o proyectados en 2025, que podrían afectar sectores como la automoción o la agricultura, serán el arma con la que Trump doblegará a Bruselas. Lejos de plantar cara, la UE probablemente cederá, negociando condiciones que la colocarán en una situación comercial aún más desventajosa. ¿Por qué? Porque la Unión Europea, en su esencia, no actúa como un bloque soberano, sino como un instrumento al servicio del gran capital.

Los burócratas de Bruselas, con su habitual mediocridad, carecen de la visión o el coraje para desafiar el chantaje de Trump. Su prioridad no es la prosperidad de los ciudadanos europeos, sino mantener el statu quo que beneficia a las élites económicas. Las grandes corporaciones, muchas de ellas con intereses cruzados en el mercado estadounidense, presionarán para evitar una escalada que ponga en riesgo sus ganancias. Así, la UE terminará sucumbiendo, aceptando un trato que perpetúe su subordinación a EE.UU. mientras los costes recaen sobre los trabajadores y las pequeñas empresas europeas.

En conclusión, los aranceles de Trump no son solo una herramienta económica, sino una prueba de la fragilidad de la UE. Esta nueva etapa confirma que, lejos de ser un contrapeso global, Europa sigue siendo un satélite de los intereses estadounidenses, incapaz de romper las cadenas de su propia sumisión. Los líderes de Bruselas, atrapados en su cortoplacismo y servilismo, demuestran una vez más que la soberanía europea es poco más que una ilusión.

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