Euromaidan: Cuando EEUU y la UE no respetaban la soberanía de Ucrania

Con la intervención militar de Rusia en Ucrania, los Estados Unidos y la Unión Europea hacen un llamamiento a respetar la soberanía y el derecho internacional. Pero, ¿qué papel jugó Occidente en 2013 con el golpe de estado en Kiev tras el Euromaidan?

Por Oriol Sabata

Este 20 de junio el Consejo Europeo renovaba el paquete de sanciones ilegales contra la República Autónoma de Crimea y la ciudad de Sebastopol. La Unión Europea dio luz verde a estas medidas en el año 2014 después de la incorporación de esta península a Rusia, un hecho que la UE consideró como una «anexión ilegal».

Las sanciones se han ampliado hasta el 23 de junio de 2023 e incluyen la prohibición de importar productos provenientes de Crimea o Sebastopol, de realizar inversiones financieras o de infraestructura o de ofrecer servicios turísticos.

Josep Borrell, Alto Representante de Asuntos Exteriores de la UE, afirmaba que «la UE no reconoce y sigue condenando la anexión ilegal de la península de Crimea como una grave violación del derecho internacional». En un comunicado, el Consejo dice mantener su «firme compromiso con la soberanía y la integridad territorial de Ucrania».

Pero más allá del relato hegemónico occidental conviene analizar los hechos con algo de perspectiva histórica.

La adhesión de Crimea y Sebastopol a Rusia y los referéndums populares en Donetsk y Lugansk no se pueden entender como unos hechos aislados y descontextualizados. Este proceso se llevó a cabo tras el golpe de estado promovido por la Unión Europea y los Estados Unidos en el marco del movimiento de protesta Euromaidan (2013). Un ciclo de disturbios que fueron liderados por grupos de ideología neonazi y que culminaron con el derrocamiento del gobierno de Víktor Yanukovich.

Washington y Bruselas no tuvieron entonces miramientos respecto al derecho internacional y la soberanía de Ucrania al llevar a cabo una injerencia directa en los asuntos internos del país. En aquellos días, se pudo ver en la capital ucraniana a figuras políticas y diplomáticas de primer nivel interviniendo en los mítines opositores y animando a los manifestantes a seguir adelante con sus movilizaciones para hacer caer al gobierno de Yanukovich.

Algunas de las personas que participaron en estas acciones injerencistas fueron el Ministro de Exteriores alemán Guido Westerwelle, el senador estadounidense John McCain, la Secretaria de Estado estadounidense Victoria Nuland o el mismo embajador de EE.UU en Kiev, Geoffrey Pyatt. ¿Se imaginan este mismo escenario con políticos y diplomáticos rusos alentando protestas en Washington DC? La reacción y la condena hubiera sido contundente. Pero en el caso de Ucrania, reinó la permisividad y se normalizó el golpismo y la injerencia extranjera.

Ante este panorama, la población de la región del Donbass y de la Península de Crimea decidió con toda legitimidad romper con el nuevo régimen de Kiev, surgido de un golpe de estado encabezado por los elementos más reaccionarios de la sociedad ucraniana y con el apoyo directo de Occidente.

Fueron precisamente estos hechos el detonante que desencadenó unos años más tarde la grave situación que vive hoy Ucrania. Occidente, responsable intelectual y material de ello, viene ahora con chantajes, sanciones ilegales y dobles raseros sobre derecho internacional y respeto a la soberanía. Una prepotencia y una hipocresía que no estamos dispuestos a aceptar.

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