La Tercera Cámara

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Por Jesús Ausín

Hoy es el día. Sin embargo, ha amanecido nublado. La temperatura es fría, a pesar de haber pasado el cuarenta de mayo. El relente ha dejado una escarcha convertida en cencellada al amanecer. Las hierbas del campo se yerguen altaneras sujetas por el manto blanco. Si Higinio creyera en supersticiones, pensaría que es un mal augurio. Uno espera que en el día de su boda resplandezca el sol. Por eso, a pesar de las prisas, esperaron hasta bien entrado el mes de junio para asegurarse que este clima tan adverso de Castilla, no fuera un problema.

En la vida de Higinio, nada se desarrolla de forma positiva. Una niñez enfermiza hizo del muchacho un pusilánime incapaz de salir de las faldas de su madre, que siempre le ha sobreprotegido. Lo que para Dolores, su madre, era la tranquilidad de saber que su hijo no estaba por ahí a saber dios con qué compañías, para Higinio era una vida tutelada insoportable.  Él quería ser como los demás adolescentes. Salir de fiesta en las noches de verano. Ir a la discoteca los domingos. Tener una novia con la que pasear, besarse, hacer arrumacos y a la que poder contarle todas sus penurias que eran muchas. Viajar. Ir al Valdorrock. Disfrutar de unos días en la playa con sus amigos, o con su novia si llegara el caso. Beber, fumar, ir al cine. Pero todo eso, que contaban los chavales de su edad con la pasión de haberlo disfrutado, para Higinio solo eran eso, aventuras de otros que él vivía solo en sus sueños.

Su vida empezó a cambiar a sus veintidós años. La casualidad hizo que la empresa en la que trabaja le pusiera a su lado a Tránsito, una morena de ojazos achinados, pecosa, de un cutis limpio y brillante, vivaracha, atrevida y simpática. Una chica en la que todo el mundo se fija a su paso y a la que Higinio miraba de reojo. Tanto que cuando casualmente coincidían sus miradas su tez parecía madurar y su cara se ponía del color de un tomate. Algo debió de ver Tránsito en Higinio, quizá como  el amor es pura química, es que reaccionaron ambos. La cosa es que, a pesar de la timidez timorata de Higinio, Tránsito se las arregló a base de ser pesada, para que una primera caña, llevara a un cine el sábado por la tarde, y con tiempo y mucha paciencia, a este día de perros del mes de junio en el que ambos acabarán contrayendo matrimonio.

Eso a pesar de la madre, que jamás ha visto con buenos ojos la relación de su hijo con Tránsito a la que llama desvergonzada porque viste como quiere y porque sabe que ha iniciado a su hijo en los placeres de la carne antes de matrimonio.  A ella le hubiera gustado que su hijo le hiciera caso y se hubiera buscado una muchacha más cristiana, más decente y sobre todo, menos llamativa. No entiende como una mujer así puede estar con su hijo que no es capaz de salir a la calle sin que le empujen.

….

Han pasado ya diez meses desde la boda. Higinio y Tránsito empiezan a tener problemas en la convivencia. La madre de Higinio no sale de casa de ambos y sigue ejerciendo de madre acaparadora. A su hijo no le gusta nada pero es su madre y no quiere disgustarla. Tránsito sigue completamente enamorada de Higinio pero no aguanta a su suegra. Solo le falta a la señora ponerse con un megáfono al pie de la cama, cual patrón de una trainera, y animar a su hijo en el acto sexual (¡oso ondo!, ¡oso ondo!, …, ¡así no coño!, …), porque está todo el día en casa del nuevo matrimonio dando órdenes, colocando a su gusto o decidiendo que es lo que se come y lo que no. Así no hay pareja que aguante mucho.

Para Higinio, casarse era la forma de escapar de las garras de su madre. Para su madre, que Higinio se haya casado en contra de su voluntad, que lo haya hecho con una persona con la que no tiene feeling y que hace diez meses que ya no viva con ella, solo supone el traspiés de tener que desplazarse a otra casa. Porque ella sigue siendo la dueña de la vida de su hijo y piensa seguir siéndolo eternamente.

No es consciente de que esa actitud, le acabará costando el amor de su hijo.

*****

La Tercera Cámara

El Régimen del 78 es como el matrimonio de Higinio y Tránsito en el que los franquistas, siguen ejerciendo de suegras acaparadoras que se niegan a dejar que sus hijos puedan volar por si solos.

Decía Montesquieu “en cada Estado hay tres clases de poderes: el legislativo, el ejecutivo de las cosas pertenecientes al derecho de gentes, y el ejecutivo de las que pertenecen al civil. Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en una misma persona o corporación, entonces no hay libertad, porque es de temer que el monarca o el senado hagan leyes tiránicas para ejecutarlas del mismo modo. Así sucede también cuando el poder judicial no está separado del poder legislativo y del ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador y, estando unido al segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez de la fuerza misma que un agresor.

En España, el poder judicial se haya preocupantemente unido al poder legislativo pero sobre todo a un poder en la sombra que lleva ungiendo el poder ejecutivo desde hace al menos ochenta años. Esa unión hace que tengamos un serio problema de calidad en el funcionamiento democrático, pero sobre todo en la libertad de las personas. Todo empezó con la llegada a la política del ser más despreciable, ególatra e infecto que ha dado la política española. Este se encargó de modelar el espíritu neutral del Poder judicial que tenía, tras el cambio de estatus político, para acercarlo a los intereses de aquellos que jamás dejaron de mandar tras la muerte del dictador.

No entiendo como algo tan evidente y de lo que ya avisé cuando todo esto empezó allá por 1995, (a pesar de que alguno de ellos me llamara iluminado) no es percibido por la gran mayoría de este pueblo que dormita al somnífero barullo de la televisión.

El 8 de noviembre de 1995 debería haberse renovado el Consejo General de Poder Judicial y por tanto el Tribunal Constitucional. Entonces en el Congreso de los Diputados el PSOE tenía 159 escaños, el PP del insufrible ególatra 141, I.U. 17, CIU 17 y PNV 5. Con esa composición, la renovación, que es fruto de un sistema nada democrático en el que el Parlamento controla la acción judicial a través del nombramiento de jueces adeptos a los intereses de cada cual, el cambio debería haber favorecido a la mayoría democrática permitiendo que jueces menos aferrados al pasado fueran superiores en número en la composición del Poder Judicial renovado. Por aquel entonces, la depravación política ahogaba la intención de voto de un PSOE que bajo la deriva de un Felipe González acosado por los casos de corrupción, perdía, elección tras elección, apoyos. Esto fue aprovechado por uno de los tipos más peligrosos, deshonestos, cicateros y despreciables que hemos sufrido en la historia de este país, que se negó a apoyar cualquier lista de jueces que no fueran del interés del partido que manejaba hasta que tuviera mayoría en el Parlamento y pudiera imponer a los suyos. Así estuvimos hasta julio de 1996 (nueve meses). Entre medias las elecciones del 3 de marzo de 1996 en las que se invirtieron las tornas y el PP logró 156 escaños y el PSOE bajó hasta los 141. Con un PSOE en horas bajas y no dispuesto a negociar con I.U. (que subió hasta los 21 escaños) la renovación se realizó bajo los intereses del ególatra insufrible.

De aquellos lodos vienen todos estos barros actuales de un Poder Judicial sumido en la endogamia, en las irregularidades y convertido en una Tercera Cámara que nadie ha elegido y que está fuera de la soberanía popular capaz de dictaminar no solo lo que puede o no legislarse (se declaró inconstitucional una parte del Estatut de Cataluña, mientras que la misma legislación sigue vigente en Andalucía) sino de tomar decisiones sobre lo que los ciudadanos eligen libremente a través de las urnas, negando que el sufragio tenga el peso que todo estado democrático necesita.

No pensemos que estos señores son idiotas. Es justamente lo contrario. Estamos sufriendo el despotismo de quiénes se saben inmunes porque en esa endogamia, cualquier acusación de prevaricación,  cohecho o recusación devengará una respuesta negativa por aquello del yo me lo guiso y yo me lo como. No debemos nunca dejar de tener presente que esta gente sabe de derecho más que cualquiera y que, como ya hemos visto en las decisiones que se han tomado con los políticos catalanes, son capaces de retorcer la ley hasta encontrar una interpretación que puedan utilizar para salirse con la suya en esa espiral delirante en la que se han aventurado.

Ahora, estamos en el mismo caso que en 1996, pero vuelto del revés. Llevamos un año con un CGPJ, un TC y un TS tomando decisiones que no le corresponderían al haber vencido sus mandatos. Sin embargo, tras la Moción de Censura, y dos elecciones Generales, el PP no tiene mayoría suficiente como para seguir imponiendo nombres que “convengan” a sus intereses. Y ahí están, negándose a renovar. Eso tiene un nombre y no es precisamente el de demócrata.

El Poder Judicial es el principal problema de este país que cada día funciona menos como una democracia y más como una plutocracia. Nos está llevando de nuevo al revanchismo y a la extremidad de dos posturas enconadas y antagónicas. La de aquellos que creen que todo vale si con ello consiguen lo que desean y la de los que, no estando de acuerdo con la posición de algunos de los políticos catalanes, creemos como Montesquieu que debemos defender su derecho a expresarlo sin ninguna cortapisa. Un enfrentamiento entre los que creen que su forma de concebir la patria y bandera es única e innegociable y los que creemos que la libertad,  el interés social y el del colectivo es la base del éxito en cualquier sociedad. De momento este enfrentamiento solo es algo que se respira en el ambiente. Pero imbuidos de esa impunidad de la que actualmente gozan, pronto veremos como el enfrentamiento pasa a mayores, llegando a las agresiones. Si el pueblo sigue dormido y no le da importancia a lo que si la tiene, cuando quiera enterarse de lo que pasa, ya será tarde.

Salud, feminismo, república y más escuelas públicas y laicas.

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