El diputado de Más País Íñigo Errejón intervenía este martes, durante el debate en el Congreso de los Diputados sobre los Presupuestos Generales del Estado, para defender su propuesta de una jornada laboral semanal de 4 días o 32 horas. Según Errejón, esta medida es necesaria porque «no es libre quién no tiene tiempo» y recordaba que sólo quien dispone de tiempo puede pensar. «La vida no puede ser sólo ir de casa al trabajo y del trabajo a casa», añadía.
“Hace dos siglos dijeron que la Economía se iba a hundir si se prohibía el trabajo infantil y no se hundió. Hace un siglo dijeron que la Economía se iba a hundir si se aprobaba la jornada de 8 horas”, ha señalado el diputado. “Con menos lecturas y más cinismo hay quien nos ha dicho que este es un modelo para estimular la vagancia. Nosotros afirmamos que este es un modelo para liberar tiempo pero que, efectivamente, no tiene que ser un modelo bueno para todos, ha señalado Errejón, indicó.
“Durante este trámite de presupuestos hemos podido ver el ingente trabajo de sus señorías de Vox presentando un conjunto de cero enmiendas a los PGE. Efectivamente, una jornada laboral de 32 horas semanales ya sería un incremento brutal de la carga de trabajo para los diputados de Vox”, ha sentenciado Íñigo Errejón.
La semana laboral de 4 días
John McDonnell de defendió en el discurso pronunciado ante la conferencia del Partido Laborista británico deberíamos “trabajar para vivir, no vivir para trabajar”, para embarcarse después en una enérgica defensa de la semana de trabajo de 4 días y 32 horas, objetivo que, según McDonnell, debía lograrse en un plazo de 10 años y, sobre todo, hacerse efectivo sin pérdida de salario.
La semana laboral de 4 días representaría una ruptura radical con la cultura de trabajo que impera en nuestra sociedad capitalista contemporánea, pero ¿podrá adaptarse el capitalismo para dar cabida a una semana de trabajo de 4 días, o será preciso que imaginemos –y construyamos– un futuro más allá del capitalismo?
David Spencer, Profesor de Economía y Política Económica de la University of Leeds lo explica en un artículo: «Los datos muestran que una jornada de trabajo más larga está relacionada con diversas formas de enfermedad, tanto física como mental. A este respecto, la reducción de las horas de trabajo podría contribuir a mejorar la salud y el bienestar de los trabajadores». «Además de las ventajas de índole personal, si trabajáramos menos, podríamos mitigar los efectos del cambio climático. La espiral de “trabajar y gastar” tiene un costo ambiental que se podría resolver reduciendo el tiempo que dedicamos al trabajo», subraya el profesor.
«Reducir el tiempo de trabajo también podría ser una medida rentable por sí sola, ya que da lugar a una mayor productividad. Los cuerpos y las mentes descansadas hacen que las horas resulten más productivas, y ofrecen la oportunidad de producir lo que necesitamos disponiendo de más tiempo libre» y «también podríamos trabajar mejor. Si eliminamos horas de trabajo duro, podríamos liberar tiempo para disfrutar de un trabajo más gratificante. La reducción de las horas de trabajo se refiere no solo a mejorar la calidad del trabajo, sino también a aligerar su carga», reafirma David Spencer.
El capitalismo en contra
En algún momento se creyó que el capitalismo, en su evolución natural, acabaría dando lugar a una jornada de trabajo más corta. En 1930 el economista John Maynard Keynes imaginó que hacia 2030 se implantaría la semana de trabajo de 15 horas y que esto se materializaría sin necesidad de llevar a cabo una reforma fundamental del capitalismo.
Pero la realidad es que las horas de trabajo en las economías capitalistas no se han reducido ni un ápice, e incluso han mostrado visos de aumento. Ningún país tiene previsto, ni de lejos, implantar una semana de trabajo de 15 o incluso 30 horas en los próximos 10 años y la mayoría de las economías capitalistas van camino de tener una semana de trabajo media que duplica con creces la predicción de Keynes.
La fuerza continua del consumismo ha respaldado la ética del trabajo. La publicidad y la innovación de productos han creado una cultura en la que la jornada de trabajo larga se ha aceptado como algo normal. Tenemos que replantearnos la economía y, en general, la vida. Si continuamos trabajando tanto como hasta ahora, no solo seguiremos perjudicándonos a nosotros mismos, sino también a nuestro planeta. Hay que dar un giro al sistema.
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