La segunda ola de independencias africanas

Foto: Ludovic Marin

El presidente francés estuvo en África y recibió críticas tanto de jefes de Estado como de manifestantes que rechazaron su presencia y criticaron el histórico colonialismo galo.

Por Gonzalo Fiore Viani / La tinta

Durante la primera semana de marzo, el presidente francés Emmanuel Macron realizó su decimoctava visita al continente africano desde 2017. En este caso, el galo fue criticado duramente en distintos países, particularmente en su última parada, en la República Democrática del Congo, donde el mandatario Félix Tshisekedi le dijo, en la cara, que debía terminar de una buena vez con el “paternalismo francés”.

“Esto debe cambiar, la forma en la que Europa y Francia nos trata. Debes comenzar a respetarnos y ver a África de un modo distinto. Tienen que dejar de tratarnos y hablarnos con tono paternalista. Deben respetar a África”, le dijo al mandatario francés. Aunque Macron intentó bajarle el tono a las críticas en el momento, atribuyéndole ese “tono paternalista” a la prensa francesa que “no representa al gobierno”, esto molestó aún más a su par congoleño, que le espetó inmediatamente que las declaraciones a las que refería habían sido dichas por el ex ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Yves Le Drien, en 2019.

En su primer país de destino, Gabón, Macron ya había sido recibido por decenas de manifestantes que rechazaron su llegada a los gritos, a pesar de que el presidente francés afirmó que pronto se reduciría la “presencia militar francesa en África”, algo visto apenas como un atisbo de buenas intenciones por las y los africanos.

A nadie puede escaparle que el colonialismo europeo en África fue un proceso violento y opresivo, que tuvo consecuencias nefastas para los pueblos del continente del Sur global. Entre ellos, uno de los países que mayor participación tuvo fue, sin dudas, Francia. Numerosas naciones africanas fueron colonias francesas durante distintos periodos de tiempo, especialmente durante la era del imperio, tal y como la define el historiador británico Eric Hobsbawm.

El académico marxista, acaso uno de los que mejor contó la historia de la humanidad durante el siglo XX, escribió largo y tendido sobre el colonialismo en general y, en particular, sobre el colonialismo francés en el continente africano. Por ejemplo, en su obra Naciones y Nacionalismo desde 1780. Allí, Hobsbawm señala que la colonización francesa en África se caracterizó por una política de asimilación forzada que buscaba convertir a los pueblos en ciudadanos galos. De acuerdo con el intelectual británico, esta política tenía como objetivo legitimar la presencia colonial francesa y mantener el control sobre los territorios, causando, en el camino, un gran daño a los pueblos africanos, algo que puede rastrearse al día de hoy.


Las naciones africanas que fueron colonia francesa son tantas que es muy difícil resumir esas historias en un artículo breve. Sin embargo, dejamos un sumario no tan exhaustivo al respecto, seguramente con algunos faltantes: Argelia (1830-1962); Túnez (1881-1956); Marruecos (1912-1956); Senegal (1895-1960); Costa de Marfil (1893-1960); Malí (1895-1960); Burkina Faso (1919-1960); Níger (1922-1960); Chad (1900-1960); Gabón (1910-1960); República Centroafricana (1903-1960); Congo-Brazzaville (1910-1960); Madagascar (1896-1960); Mauritania (1904-1960); Benín (1894-1960); Togo (1914-1960); Gabón (1910-1960); Costa de Marfil (1893-1960); Camerún (1919-1960) y Djibouti (1884-1977).


El colonialismo fue -y es- una forma de expansión imperialista que continúa teniendo graves consecuencias para las colonias, que se vieron obligadas a soportar la pérdida de sus territorios, la destrucción de sus economías, culturas y modos de vida. Al mismo tiempo, sufrieron la imposición de un orden político y social que favorecía los intereses de las potencias coloniales. Estas asimetrías se extienden hasta el día de hoy, debido a que esto generó profundas desigualdades sociales y económicas tanto dentro de las colonias como entre las colonias y las potencias ocupantes, lo que tuvo un impacto duradero en la historia y el desarrollo de los países afectados.

Más allá del período colonial propiamente dicho, esta dependencia y explotación instaurada por la metrópoli continuó con sus ex colonias. En ese sentido, Francia mantuvo un control económico y político sobre estas naciones después de su independencia formal. El mismo Hobsbawm menciona en su obra Globalización, Democracia y Terrorismo que, después de la independencia, París sostuvo su influencia económica en África a través de la explotación de los recursos naturales de la región y la imposición de acuerdos comerciales desfavorables para los países africanos. En su obra Naciones y Nacionalismo desde 1780, Hobsbawm documenta largamente cómo Francia prosiguió con su intervención en asuntos políticos de sus ex colonias africanas -aún después de sus independencias-, apoyando regímenes dictatoriales sanguinarios como Mobutu Sese Seko en el Congo, entre 1965 y 1997; Omar Bongo en Gabón, entre 1967 y 2005; Hissène Habré, de Chad, entre 1982 y 1990; o Paul Biya, presidente de Camerún desde 1982 hasta la actualidad.

Actualmente, los países africanos parecen no estar dispuestos a tolerar más un nuevo tipo de colonialismo. De hecho, durante los últimos meses, hubo distintos movimientos que expresan esto de manera fuerte y clara. En noviembre del año pasado, el embajador de Francia en Níger fue expulsado por los alumnos de una conferencia en la principal universidad del país, en medio de consignas anticolonialistas. A mediados de febrero, Argelia retiró su embajador en Francia y acusó a París de entrometerse en asuntos internos argelinos, afirmando que bajo ningún concepto Argelia permitirá la “violación de su soberanía nacional”. Durante los primeros días de marzo, el gobierno de Mali exigió la salida inmediata de las fuerzas armadas francesas presentes en el país, además de anunciar la expulsión del representante diplomático francés. En la misma línea, el gobierno de Burkina Faso le dio 30 días a Francia para retirar todas sus tropas del país, afirmando en un comunicado que “ya no es tiempo de sumisión a la fuerza colonial”.

El mapa político africano ha cambiado y algo está pasando frente a la histórica colonización europea del continente. Con una Europa en crisis y en horas bajas, parece ser el momento justo para los y las africanas de iniciar una segunda ola de independencias, esta vez, para librarse completamente del yugo colonial que persistió tras las independencias formales.

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