Hezbollah e Irán: relación simbiótica, pero no sponsor-proxy

Partidarios de Hezbollah durante una manifestación celebrada en Beirut para conmemorar el 40 aniversario de la Revolución Islámica de Irán. Fuente: AP Photo / Hussein Malla

Hezbollah no es un producto manufacturado por Irán en los años 80. Si bien no se niega la importancia de Irán, en términos materiales, lo que carece de sentido es considerar a Hezbollah como una marioneta manejada desde la Guardia Revolucionaria iraní. 

Por mostazafin / Descifrando la guerra

El objetivo de este artículo es problematizar la relación entre Irán y Hezbollah y en concreto la doctrina que entiende que Hezbollah es una herramienta sin agencia en manos del estado Iraní (la doctrina sponsor-proxy). La doctrina sponsor-proxy reduce las múltiples relaciones entre Irán y Hezbollah a una mera cuestión de intercambio material, en la que Teherán, como estado, utiliza su poder para manejar al grupo subordinado. Además de ser una visión hipersimplista, esta óptica se asienta sobre unas bases epistémicas que incluyen la categoría de proxy junto a otras categorías como «terrorista» y «extremista», dentro de una cadena de equivalencia. Es una categoría prescriptiva que intenta criminalizar aquellos movimientos que suponen un desafío al proyecto hegemónico Occidental en la región, y en concreto aquellos movimientos (como Irán y Hezbollah) que articulan su resistencia al proyecto Occidental en un lenguaje no-secular. La categoría de proxy es por lo tanto un recurso más utilizado por Occidente (Occidente entendido como ideología y no como geografía) para dividir la región entre amigos-enemigos, es decir, una división política de la región que considera a Irán y a Hezbollah como un riesgo estratégico a sus intereses.

Si analizamos las relaciones culturales, sociales y políticas, que durante siglos han unido a las comunidades chiíes del Líbano con las de Irán, podemos cuestionar la genealogía que entiende que Irán llegó a Líbano a principios de los años 80 y en ese entorno supuestamente nuevo creó una milicia completamente subordinada a los intereses nacionales iraníes. Los vínculos entre ambas comunidades tienen su origen en el siglo XVI, cuando los safávidas importaron a expertos chiíes de la zona libanesa de Jabal Amil, con la intención de que ayudasen a la conversión del Imperio Safávida al chiismo duodecimano (la rama mayoritaría del chiismo). En los siglos siguientes, tenemos a miles de estudiantes chiíes del Líbano que se trasladaron a estudiar con los expertos religiosos de Qom, en Irán. Muchos de estos estudiantes se integraron en la sociedad iraní al crearse vínculos familiares. Ya en el siglo XX, en la década de los 60 y 70, cientos de estudiantes libaneses estudiaron en la ciudad iraquí de Najaf bajo la tutela de gente como Mohammed Baqir as Sadr, jurista chií iraquí y cercano a Khomeini.

Otro momento importante de esta interrelación histórica, es la llegada a Líbano, en 1959, para hacerse cargo de la comunidad chíi en el sur del país de Musa as Sadr (primo de Mohammed Baqir as Sadr). La figura de Musa as Sadr es fundamental para comprender la re-politización del chiismo en Líbano (esta misma repolitización del chiismo es parte fundamental del pensamiento político de Khomeini, la doctrina de Wilayat e Faqih, la  cual entiende que el tradicional quietismo chií  mantenía al Islam dentro de la categoría colonial de «religión»). Estos esfuerzos por repolitizar a la comunidad chií culminan con la creación del Movimiento de los destituidos en 1974 y su rama militar, AMAL, en 1975. Muchos de los fundadores de Hezbollah militaron previamente en AMAL.

Otra de las figuras que ejemplifican los vínculos naturales entre ambas comunidades es Mustafa Chamran. Iraní, opositor al régimen Pahlavi, Chamran se asentó en el sur del Líbano a comienzos de los años 70 y allí se dedicó a impartir clases sobre doctrina islámica. Uno de sus alumnos fue el propio Hasan Nasrallah (actual secretario general de Hezbollah). Mientras Chamran daba sus clases, cientos de militantes iraníes anti-shah recibían entrenamiento en los mismos campos en los que estaban siendo entrenados los miembros de AMAL. El grupo envió cerca de 500 militantes a Irán en 1979 para participar en la Revolución Islámica. La mayor parte de esos militantes eran miembros del Comité de apoyo a la Revolución Islámica (organización cultural libanesa creada en 1979 y cuyos miembros formaron el embrión de Hezbollah). Por último, también hay que mencionar que militantes libaneses lucharon al lado de la Guardia Revolucionaria iraní en los primeros años de la guerra contra Irak.

Por todo lo anterior se evidencia que Hezbollah no es un producto manufacturado por Irán en los años 80. Si bien no se niega la importancia de Irán, en términos materiales, lo que carece de sentido es considerar a Hezbollah como una marioneta manejada desde la Guardia Revolucionaria iraní. El propio Hassan Nasrallah en varios de su discursos reconoce la espontaneidad del nacimiento del grupo y lo achaca a la invasión israelí del 82, sin la cual el grupo no se habría materializado en la forma actual. La relación entre Hezbollah e Irán no puede comprenderse sin analizar la visión política común que ambos comparten. Esta visión política común está asentada, como ya se ha señalado, en las bases de Wilayat e faqih y la lucha contra toda influencia Occidental (Occidental entendido como perteneciente a la epistemología occidental) en la región.  Es esta unión alrededor de la doctrina de Wilayat e Faqih, la cual se convierte en la piedra angular de la relación entre Irán y Hezbollah como apunta Abdallah Safieddine, representante del grupo libanés en Irán: «Nos une nuestra adhesión a los principios de Wilayat e Faqih, así como la lucha contra los enemigos comunes».

Esta adhesión, así como a la figura del actual faqih (Ayatolá Khamenei) no implica una subordinación del grupo a un proyecto nacional. De hecho, desde la visión política articulada alrededor de Wilayat e Faqih, Irán no se ve en términos de estado-nación, sino como hogar político de los musulmanes. Pretende ser un modelo Islámico político-revolucionario que no tiene sentido dentro de unos marcos nacionales (el proyecto de la Revolución Iraní es un proyecto ummático, es decir, intenta ser un referente político para todos los musulmanes). Es por esto mismo, que el faqih no es visto como el líder de Irán, sino como el líder islámico que representa la posibilidad de construir una identidad política musulmana autónoma.

El propio Nasrallah, en un discurso en 2018, deja claro que son los principios políticos y no la ayuda material y financiera lo que crea los vínculos entre ambos, unos vínculos que en ningún caso indican subordinación:

«Ellos (los Occidentales) no creen en cosas como la ideología. Su mayor error está en considerar a la Resistencia en general como mercenarios iraníes. Porque Irán ofrece ayuda material y financiera a los grupos de la Resistencia, los estadounidenses los consideran mercenarios. Los occidentales deberían saber que los integrantes de la Resistencia, junto con sus familias y comunidades, tienen  una misma ideología y una causa común».

Miembros del brazo armado de Hezbollah durante en un discurso televisado de Hassan Nasrallah, el 22 de febrero de 2008 en Beirut, Líbano. Fuente: Joseph Arrak / AFP

Una vez se entiende que lo político es lo que estructura la relación entre Irán-Hezbollah y que por lo tanto hay una ausencia de presión por parte iraní, deja de tener sentido continuar aplicando la visión sponsor-proxy. Nasrallah distingue entre visión común y presión: «cuando decimos aliados, dos aliados, significa dos. Alianza no significa obediencia por nuestra parte. Alianza no significa que cuando uno toma una decisión los otros grupos le siguen sin cuestionar las motivaciones. Esto sería presión y no alianza».

Además de la visión política común, no puedo dejar de señalar que Hezbollah ha conseguido ser un actor independiente de Teherán –las estimaciones a este respecto hablan de que incluso si Irán retirase su apoyo material-financiero al grupo podría seguir existiendo–. Esta autonomía se ejemplifica, como explica el parlamentario y miembro del IRGC, Ismail Kowsari, en la postura de Hezbollah en Siria. Kowsari dejó claro que fue el grupo libanés el que lideró la intervención en Siria y el que hizo que Irán interviniese. El General iraní Hossein Hamedani (IRGC) corroboró en sus memorias dicho episodio y añade que fue Hassan Nasrallah el encargado de todas las políticas de la Resistencia en Siria. Hamedani, además, cuenta que la mayor parte de las batallas en las cuales participaron miembros del IRGC fueron batallas «escogidas y diseñadas» por Hezbollah.

El actual papel regional de Hezbollah, teniendo en cuenta sus capacidades militares, ha creado una interdependencia entre el grupo e Irán, una interdependencia que contradice el modelo sponsor-proxy. El grupo se define mejor si aplicamos la etiqueta de «sub-poder» regional, debido no solo a sus capacidades militares ofensivas, sino también a su interoperabilidad con otros grupos integrantes del llamado «Eje de Resistencia». Por otro lado, sería interesante problematizar la idea de poder como la capacidad para presionar mediante el uso de recursos materiales, puesto que esta visión no agota la definición de poder. Sería mucho más adecuado analizar la categoría de poder como la capacidad de acción autónoma. Siguiendo esta definición, podemos entender a Hezbollah como un grupo efectivamente autónomo e idependiente, ya que es capaz de actuar a pesar de los intentos estadounidenses e israelíes por impedir dicha acción.

En conclusión, la etiqueta «proxy» debería abandonarse y en su lugar, sería más adecuado hablar de simbiosis entre Hezbollah e Irán, una relación de mutuo interés. Aplicar la categoría sponsor-proxy solo sirve para mantener una gramática que criminaliza todo intento por desmantelar la espistemología Occidental en la región.

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